Prólogo

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La mujer corría desesperada, tenía que escapar, no podía dejar que él la atrapara, no podía permitir que su bebé sufriera lo mismo que ella sufrió.

Un vestido blanco manchado de sangre y roto por todas partes, descalza con los pies rojos de tanto correr, un cabello negro como la noche que la acompañaba largo y hermoso, era lo que portaba la mujer mientras corría jadeante por las calles vacías de su ciudad.

Ese pequeño ser envuelto en sabanas sucias que agarraba en sus brazos con fervor era la única razón que la hacía querer luchar, luchar por ella y por su dulce bebé.

Cubierta en sangre con los ojos cerrados y callada sin comprender qué pasaba se encontraba la bebé recién salida del interior de su madre.

La mujer dobló por una esquina encontrándose con un callejón rodeado de edificios que seguía hasta mucho más allá, la noche estaba más oscura de lo normal, como si acompañara a la mujer en esta horrible situación. La hermosa luna llena estaba siendo cubierta por un manto de nubes oscuras. 

Al seguir corriendo por uno y otro callejón finalmente llegó a uno sin salida, no se había percatado que se había atrapado ella sola por la poca visibilidad que tenía. 

La mujer entró en desesperación, ya se le agotaban las opciones, si quería que su hija pudiera huir de ese horrible destino que siempre la persiguió a ella debía tomar una decisión drástica.

Destapó la carita de su bebé delicadamente con una mano mientras con la otra la sostenía firmemente.

Al ver ese rostro tan pasivo, tan inocente y tan hermoso la madre no pudo retener las lágrimas llenas de tristeza.

La miró, le dio un besito en esa cabecita que no tenía ni rastro de cabello y le susurró.

- Vive, vive por ti misma mi niña, que nadie te imponga nada que no desees, te prometo que algún día nos reencontraremos.

En ese momento se escuchó a lo lejos una voz masculina gritando. 

- ¡¿Dónde estás?! ¡¡No vas a poder escapar de mí!!

La mujer sabía que no le quedaba mucho tiempo, si iba a hacer algo tenía que hacerlo rápido.

Acto seguido le agarró la mano derecha a la bebé, frotó su palma con el dedo gordo mientras sonreía con tristeza sin parar de llorar.

En la palma de la bebé algo brilló, una luz azul claro, la madre apartó el dedo con delicadeza para apreciar que en la palma de la mano de la criatura había un símbolo, un símbolo que las unía y que protegería a la niña.

Luego la madre con mucho pesar dejó a su bebé en el suelo, se quedó arrodillada junto a ella y le puso una mano en la cabeza, cerró los ojos con fuerza mientras no paraba de llorar, de repente un rayo de luz envolvió a la bebé.

Cuando la luz se disipó la bebé ya no estaba.

la madre con el corazón partido en mil pedazos pegó un grito desconsolada y golpeó el suelo con todas sus fuerzas, luego intentó calmarse y se levantó, se secó las lágrimas e intentó verse lo más segura que podía.

Ahora tenía que volver y enfrentarse a aquel hombre...

El SacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora