04 Eres muy amargo

601 91 1
                                    

Con ojos cansados, Max se estiró bajo el montón de sábanas sobre su cuerpo, se irguió un poco para sentarse, pero unos brazos lo rodearon por el torso y lo volvieron a acostar sobre la cama.

El pelinegro abrió los ojos de golpe y corrió los brazos de quién sea que fuese y se levantó de dónde se encontraba.

Al principio se sintió confundido y se preguntó quién era ese omega con aroma tan dulce que se frotaba el sueño de los ojos con un mohín adorable.

Luego recordó lo que había pasado la noche anterior y se sintió abrumado.

— Yo... ¿No estaba durmiendo en el suelo? — preguntó Max, aunque fue más para sí mismo.

Tul se acomodó en la cama para sentarse con la espalda contra la pared, y le dedicó una pequeña sonrisa.

— En la madrugada no podía dormir, te pedí que vengas a la cama conmigo— dijo, y el rubor en las mejillas del omega hizo que el rostro de Max se sintiera caliente.

Sin decir nada, el mayor se frotó el rostro y salió del cuarto para ir a la cocina, y encender la luz antes de prepararse el desayuno.

No había terminado de hacer su café y Tul lo estaba mirando desde el umbral con ojos hambrientos.

Max al verlo lo primero que pensó fue en mandarlo a la mierda y que no le prepararía el desayuno, tenía suficiente con que el chico se quedara en su casa y tenga que usar su ropa, pero al abrir la boca, las palabras que surgieron fueron totalmente diferentes:

— ¿Qué quieres comer?

Tul intentó reprimir una sonrisa.

— ¿Te molestaría que hiciera mí desayuno yo mismo?

Max estuvo un poco sorprendido.

Tiempo atrás había estado en una relación con una omega, y la chica era tan inútil y poco independiente que sacaba de quicio a Max. Luego de eso creía que todos los omegas eran iguales, después de todo, su instinto era depender de un alfa.

— ¿Podría? — la pregunta de Tul hizo que Max reaccionara, moviendo la cabeza para despejarse.

—Sí, sí— dijo—. No rompas nada.

Minutos después, cuando Max ya tenía su café y un paquete con algunas galletas, se sentó en la mesa para disfrutar de su típico desayuno.

Vio a Tul cocinar algo que superaba sus habilidades culinarias, pero notó que usaba huevos y algo de queso, y a parte, calentó leche, rebuscó un poco en la alacena antes de preguntar:4

— ¿No tienes chocolatada?

Max rio un poco.

— Niño, gasto mí presupuesto en café, es lo único que me mantiene con vida. No gasto en chocolatada porque no me sirve.

Vio a Tul mirándolo con una mueca.

— Creo que eres muy amargo, te hace falta chocolatada.

Max sólo rodó los ojos.

A los pocos minutos Tul había terminado de hacer su desayuno y se había acomodado en la mesa para comerlo, pero en cuanto se sentó, Max se levantó sin decir nada y volvió al cuarto.

La seriedad del chico pelinegro hizo que Tul se preguntara si al otro le molestaba su presencia allí.

Y entendía perfectamente que era sumamente irritante que una persona ajena se instalara en tu casa para usar todo lo que el propio dueño usa.

Recordó a su "nueva mamá" y lo idiota que había sido cuando apareció en su casa.

No quería hacer lo mismo que esa arpía, y no pudo evitar compararse con ella, cosa que lo hizo sentirse mal.

Se había quedado pensando en eso mientras revolvía lo que había preparado con el tenedor, en ese momento, Max regresó del cuarto y se acercó a la mesa al notar el aura del otro.

— ¿Pasa algo?

Tul alzó la vista, mirando a Max a los ojos sin expresión alguna.

— Perdón por venir aquí— dijo—. Sé que es muy maleducado de mí parte y que estás en todo tu derecho a sacarme a patadas, pero eres muy amable y no lo has hecho todavía, gracias por eso.

Max frunció un poco el ceño, reconociendo que Tul tenía razón, pero, simplemente, él no podía hacerlo, no podía sólo echarlo.

— Está bien, Tul— dijo, el otro no dijo nada—, escucha, iré al trabajo ahora, no volveré hasta la noche, luego de ir a la universidad, estarás sólo.

>> Hay una copia de la llave de la puerta en el segundo cajón de ahí— señaló a unos cajones bajo la mesa de la cocina—, por si necesitas salir.

>> Hay comida de la mía por ahí también— dijo, tomando el bolso de la universidad.

— ¿Cómo es 'la comida de la tuya'? — preguntó Tul, confundido.

— De la instantánea— dijo Max, con una sonrisa ladina, lo que hizo sonreír a Tul.

Max abrió la puerta, al salir, saludó con la mano al otro chico y luego giró la llave antes de caminar por el pasillo hasta el ascensor.

Max trabaja seis horas todos los días en un supermercado a unas cuadras de su departamento, aunque su trabajo era reponer productos, terminaba limpiando los pisos, o ayudando a alguna persona mayor a cargar las compras hasta su coche.

Aunque en ese momento no había gente para ayudar, ni productos para reponer, ni más para limpiar, así que sólo se había había quedado sentado en un rincón del lugar cerca de las cajas registradoras con un libro que sólo leía para perder el tiempo, porque ni le estaba gustando.

De repente el libro desapareció de sus manos y alzó la vista con el ceño fruncido hacia la chica de piel bronceada y cabello pelinegro que lo miraba con una sonrisa molesta.

— No te canses de trabajar, Max— dijo.

—Oh, nunca, señorita Jade, no quiero que te arruines la manicura haciendo algo— sonrió con sorna.

La chica respondió con un '' y le devolvió el libro, pero Max no continuó con su lectura, pelear con la nieta del dueño del supermercado era más entretenido.

La joven era una omega, aunque no lo parecía en ningún sentido, su actitud era digna de un alfa malhumorado todo el tiempo, su forma de ser casi siempre era detestable, y tenía más fuerza en un brazo que Max en todo su cuerpo.

Max sabía que la chica usaba supresores y perfumes para tapar su olor, y si no le hubieran dicho que en realidad era una omega nunca lo hubiera sospechado.

— ¿Haz hecho algo más interesante que pintarte las uñas de otro tono de violeta, Jade?

— ¿Y tú? ¿Algo más aparte de dormir en la biblioteca y luego fingir poder leer al revés?

La contestación hizo que Max frunciera el ceño, no pudo decir nada unos segundos por una leve vergüenza.

— ¿Quién te lo dijo? — dijo, de forma brusca y rápida, haciendo que Jade riera un poco.

— JuJu— dijo la chica de forma automática, pero por la expresión de Max se dio cuenta que no había sido clara—, la bibliotecaria de tu universidad, es mi amiga— dijo—, podría saber hasta cuántas horas duermes allí si se le preguntara.

Max negó con un suspiro, pensando que ya no se podía confiar en nadie.

— Ya hablamos suficiente — dijo sin más, volviendo la vista al libro, lo que a Jade reír.

La chica, a pesar de tener esa actitud, sabía cuándo no tenía que molestar y tampoco era insistente, cosa que a Max le parecía más que perfecto.

Jade sólo se alejó del pelinegro para recorrer el supermercado para asegurarse que todo estaba en orden, aunque siempre rebuscaba algo para gritarle a alguien.

En cuanto término su turno, Max se dirigió a la sala privada del personal, para dejar el delantal con el logo del lugar y tomar su bolso de universidad, sin decir nada salió del supermercado para caminar treinta minutos hasta la universidad.

Notó que había autos oscuros manejando a baja velocidad por las calles, algo que lo inquietó un poco pero no le dio mucha importancia.

Delta [MaxTul]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora