Era la mañana del 24 de octubre, el sol brillaba tan fuerte como siempre, Erik tenía la mirada perdida en el pequeño ser humano que se encontraba en una cuna frente a él, no podía creer que él había contribuido para hacer algo tan hermoso como lo era su hija, esa bebé era un pedacito de cielo, ver sus hermosos ojos marrones era todo un privilegio, Nina era la forma de vida más hermosa y perfecta que jamás había visto y por eso estaba dispuesto a huir, Lehnsherr solo quería lo mejor para su pequeña princesa, él quería poder llevarla a la escuela, contarle un cuento todos las noches, llevarla a pijamadas con sus amigas, tal vez hasta dejar que ella lo peinara y le pintara las uñas, haría lo que fuera para verla feliz.Se levantó con fuerza de la cama, limpio sus ojos que estaban apunto de derramar lágrimas, por los posibles futuros que rondaron por su mente, en los cuales Nina sufría los mismos horrores con los que él tuvo que crecer, guardo algunas prendas suyas y de la bebé en una mochila, se sentía como una mala persona por lo que estaba apunto de hacer, sin embargo era la única opción que tenía si no quería que su hija fuese tratada como una máquina de hacer bebés y limpiar la casa.
Fue a la cocina, dejando sola a la bebé en la habitación, buscó en uno de los cajones donde guardaban los alimentos, su mano se deslizó insegura entre las cajas y las latas de comida, al fin encontrando lo que buscaba en una caja de cereal integral.
Miró de cerca el dinero, que en realidad no era mucho, pero lo ayudará a alejarse de toda esa mierda, se pregunto si lo que estaba haciendo era lo correcto, los recuerdos traumáticos de su infancia regresaron a su subconsciente haciéndolo sentir más seguro de lo que jamás se sintió.
En un momento de torpeza tiró una lata de chícharos al suelo provocado un gran escándalo, el fuerte ruido de metal golpeando contra el suelo hizo llorar a la bebé, el llanto asusto de sobré manera a Erik haciendo que se sintiera más nervioso que antes, unas fuertes ganas de correr a la habitación y gritarle a Nina que se callara de una buena vez lo invadieron.
Luego de sentarse en el suelo para calmarse un poco fue con la bebé y la arrullo entre sus brazos, no estaba listo para ser padre y menos soltero, tenía miedo de que todos lo fueran a buscarlo a América y lo apartaran de su dulce niña, no podría resistir eso, no podría ver como lo alejan de su hija, él la amaba demasiado como para soportar algo así.
Con la bebé en los brazos camino por toda la casa pensando y arrepintiéndose de cosas que aún no hacía.
"Intentémoslo de nuevo pero por favor no te equivoques esta vez" Jacob se aclaró la garganta caminando alrededor del piano, con las manos cruzadas detrás de la espalda y sosteniendo un palo delgado entre sus dedos arrugados, tocó el hombro de su asustado hijo, el joven Erik de diez años derramó lágrimas sobre las desgastadas teclas del delicado piano frente a él.
Erik volvió a tocar todas y cada una de las notas lentamente, haciendo todo lo posible por no cometer un solo error.
"Mal, como siempre"
"Lo siento papá", murmuró el Lehnsherr más joven.
"Tus perdones no solucionan tu ineptitud" Jacob levantó con rapidez la vara que llevaba en las manos y en un serrar y abrir de ojos golpeó sin piedad las manos de Erik, el niño grito y lloro de dolor, oír los afligidos jadeos del pequeño era un momento de gozo inexplicable para Jacob, el hecho de amedrentar lo más preciado que tenía la loca de su mujer le parecía el paraíso.
Agarró su mochila y a su hija, salió de su diminuto departamento, echó un último vistazo al parque donde solía escabullirse con Nina para ver a los pájaros, se despidió en voz baja de todo lo que le rodeaba, no solo estaba dejando atrás un lugar si no recuerdos monstruosos.
Caminó por las frías calles del pueblo, viendo las viejas y demacradas edificaciones, aunque este fue el lugar donde pasó toda su infancia, adolescencia y parte de su edad adulta, no reconoció las calles ni callejones, durante años no había caminado por esos lugares, que independientemente fueran parte de su historia o no, no quería tener que recordarlos, deseaba esta fuera la última vez que tenía que pisar estos senderos olvidados, que conducen a nada más que jirones y soledad.
Después de una larga caminata llegó a la parada de autobús y se subió al primero que vio llegar, se sentía inseguro pues hace más de seis meses que su padre, el rabino y su esposa le tenían prohibido salir de la casa, gracias a que uno de sus intentos de huir fue saboteado por su mujer la cual lo delató, pero el castigo no fue solo ese, no también recibió varios golpes en las manos por su padre, de hecho cree haberse roto la mano izquierda, esta le duele y sangra de vez en cuando y como no puede recibir algún tipo de tratamiento o medicina, vive con el agobiante dolor que no le deja dormir por las noches.