La abuela

0 0 0
                                    

Cinco días atrás la abuela se quedó dormida en su cama, mamá no deja que la vea, pero quiero hacerlo, quiero saber cuándo volverá a despertar.

Mamá no lo sabe, pero hay un hombre esperando a la abuela, cada día se hacerca un poco más, no tengo miedo, no parece malo. Escuché a mis padres de, velar el cuerpo, no se que es.

Han puesto un moño negro en la entrada de mi casa, es muy bonito.

Mamá me explica que el cuerpo debe ser vigilado por tres días, así, empezamos a vigilar a mi abuela, la cual estaba en el suelo, su cabeza apoyada en un ladrillo, también sus pies.

Esa noche, soñé a la abuela, me visitaba en mi cuarto, me acariciaba la cabeza y me susurro:
-no te quedes dormido-

La segunda noche decidí hacerle caso, la noche era fría, el viento soplaba entre los pinos y parecía que silbaban,  me quedé despierto hasta que el sol se asomo por la milpa.

Dormí durante el día para recuperar energía, así por la noche, podría cumplir el encargo de mi abuela. El tercer día al ponerse el sol, una vela que mi madre estaba encendiendo se rompió a la mitad, todo estaba en silencio. Más tarde, cuando servimos el café a los invitados, la puerta de la entrada se abrió y azotó contra la pared, asustando a Pedro, el perro de mi abuela.
Justo cuando las dos manitas del reloj estaban juntas hasta el dos y uno del viejo reloj del abuelo se escuchó como alguien rasguñaba la ventana del cuarto de mi abuela, todos corrieron a ver qué había sido, pero mi madre me dijo:
-quédate con tu abuela, vigilala- 

Así lo hice, me quedé sentado en el sillón, frente a la abuela. Tres minutos pasaron y nadie regresaba, cuando se escucharon tres golpes en la ventana que daba a la calle, me asome y ví a un joven alto y de pelo rojo, me preguntó por Tomasa Carranza, pero yo no conocía a esa mujer, así que negué con la cabeza y cerré la ventana.

Cuando todos regresaron estaban pálidos ,como una tortilla empachada, nadie pronunció palabra alguna, todos se sentaron. El primero en dormir, fue mi tío Antonio, el segundo fue mi tía Conchita y por último mis padres se quedaron dormidos. Solo unas horas más para que saliera el sol, un poco más y terminaría la tarea, si solo cerraba los ojos por un minuto, no pasaría nada. . .

Mi familia enterró solo el ataúd, mi abuela no iba dentro, ella se levantó y se fue, yo sé que me cuida, pero como se está haciendo feita, no quiere que nadie la vea, pero se que está aquí, y no se va a ir.

Historias Cortas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora