༻48. CHOCOLATE AMARGO Y FRESAS༺

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HALLEY

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HALLEY

Evander resultó ser más extraño de lo que pensé. Digo, me encontró a la cocina a la medianoche, con el aspecto de una mujer andrajosa y, en lugar de sacarme a patadas de su palacio por ser una inmundicia que apestaba a sus pasillos, decidió curar a la quemadura que me provoqué por ser una idiota.

Seguro que, a sus ojos, lucí como alguien más de la servidumbre.

...Pero me tocó. Indirecta y directamente.

Me puso el paño de agua fría sobre la palma de la mano y lo hizo con delicadeza, sin apurarse, sin siquiera pronunciar una sola palabra de desagrado. Y luego trató de tocar a mi rostro para limpiarme con sus propios dedos.

¿Qué habría pasado si yo no me hubiese apartado?

Puede que me hubiese familiarizado más con su colonia. ¿El temido emperador sabrá que tiene un perfume dulce? Al menos, mi nariz así captó su aroma: Café, pero no del amargo, sino de ese que mezclas con leche tibia para luego agregar uno o dos terrones de azúcar. Café con leche, como un capuchino que al que, como toque final, se le espolvorea canela en polvo.

Nuestro primer encuentro fue desastroso, aunque diferente a lo que yo estaba acostumbrada.

Usualmente conocía a hombres en bares y restaurantes de renombre, llegaba ataviada con ropas que destacaban a mis mejores atributos y joyas de gemas que parecían reales, atraía a las miradas al ser una desconocida que se presentaba con un maquillaje que resaltaba a mis labios y ojos, y un cabello falso que coincidía con mi rostro tan bien como lo hacían mis mentiras.

Yo era la que tenía que esforzarse para ganar atención, escogía una víctima y luego me sometía a cada uno de sus caprichos con tal de ganar a su favor. Me rebajaba con tal de conseguir una simple y burda mirada.

Y ayer, fue él quien ya me observaba en silencio.

Yo me percaté de su llegada por el fuerte olor a licor que rodeaba a sus ropas, y que fue amainando conforme nos acercábamos, y al percibir su presencia vi que un par de ojos azul añil ya estaban fijos sobre mí.

Admitiré que tiene una mirada de esas que levantan suspiros, porque no cualquiera tiene un iris que refleja a un color que se puede encontrar en sueños o en las primeras nubes del alba cuando el sol se encarga de darle un primer beso al anochecer. Un hombre cuyos ojos guían hacia una condena que no promete ser gentil.

El cabello lo tenía desordenado, impropio para alguien de su estatus, pero no pareció importarle. Nunca se pasó la mano por el pelo café chocolate, que bajo la tenue luz de la cocina resplandecía como si fuese castaño, y varios mechones le acariciaban hasta la punta de su perfilada nariz. A pesar de su pobre aliño sus facciones seguían siendo armoniosas y resaltaba su afilado mentón junto con sus bien definidas cejas, los labios los tenía llenos y con un contorno perfectamente definido; y cada rasgo destacaba dentro de su atractivo innato.

Sidereal #PGP2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora