Se encontraba sola en la calle más oscura de su ciudad, rodeada de casas bajas, que tenían sus luces apagadas, y tenían un espectro de abandono. No veía a nadie a su alrededor, ni siquiera un animal, y su poca capacidad de visión, le dificultaba seguir la calle. Solo a lo lejos se veía una luz. Esta podría ser una luciérnaga, o la farola de una casa. Era tan pequeña y lejana, que debía forzar su vista para observarla. Decidió entonces, con miedo, seguir avanzando hasta llegar a esa luz. Trataba de gritar, pero su voz no se escuchaba. En esos momentos sintió una sensación de abandono. Haciendo fuerza para recordar. Volvía a sus recuerdos de la infancia, ir al colegio por la mañana y volver a su casa para el mediodía, para comer, aquella exquisita comida que preparaba su madre, pero, qué madre?
No recordaba mucho de ella, podría ser una persona de un tamaño normal? Pero, que es normal? Llego a la conclusión de que su madre medía unos 160 centímetros, que tenía el pelo castaño, una nariz puntiaguda pero que en su punta hacia una pequeña curva, que daba la sensación de estar tallada por manos perfectas. Labios en forma de corazón, que teñía con sus labiales intensamente rojos. Su contextura física, era delgada, pero no tanto, podría ser una contextura media. Recordaba sus vestimentas, siempre se ponía una campera de cuero, que a ella le encantaba, y la usaba para todo.
Solo esas cosas recordaba de su madre, no recordaba su voz, o que hacía en su casa, o cuando fue la última vez que la había visto. Estas cosas le dolían. Porque algo que si recordaba era del amor que le tenía a ella. Y su padre?
De él recordaba que era bajo como su madre, y no tenia pelo. Que era muy gruñón, se enojaba rápido y a veces le gritaba. Era muy serio, y tenía una cara de tristeza, siempre. Recordaba muy detalladamente, cuando el llegaba del trabajo, agarraba una bebida y se sentaba a mirar la televisión. Solo había una tele, así que cualquiera que este mirando algo antes de que el llegue, tenía que apagar la tele o dejársela preparada, para que no gritara. Recuerda también, que el siempre discutía con su hermana. De su hermana sí que no recordaba nada, al igual que su casa. Solo recordaba objetos que se encontraban en su interior, que le llamaban demasiado la atención. Como la foto en la escuela militar del papá, y las vajillas antiguas heredadas de sus tátaras abuelas.
Por un momento dejo de recordar, y volvió a donde estaba, caminando hacia aquella supuesta farola, que cada vez se iba agrandando, mientras pasaban los minutos de su caminata. Algo era cierto, ya de tanto caminar no sentía sus pies, y la sed se hacía presente. Tenía reseca su garganta, así que le pareció buena idea, ingresar a una de esas casas abandonadas, que daban miedo. Como si estuviera ciega, por la oscuridad, tropezó con un palo en la entrada, que agarró y empezó a usar como guía. Ya dentro de la casa, la oscuridad era tan intensa, que parecía que tenía los ojos cerrados. La casa tenía un camino desde el portón hacia la puerta, que les conectaba. Al ingresar, sintió con su palo una pared. Y 2 entradas que estaban enfrentadas. Decidió entonces, ingresar a la puerta derecha. Justamente, la puerta a la que entró, desembocaba en una cocina, que era un poco estrecha, pero parecía confortable. Tenía las puertas de las alacenas de roble oscuro, y la mesada donde se encontraba la bacha, era de un mármol muy oscuro y fino. Como pudo empezó a abrir todo lo que encontraba, hasta llegar a una heladera, que claramente tenía un olor muy fuerte, pues por la falta de electricidad y abandono, todos los alimentos que contenía, se habían podrido.
Toco algo parecido a una botella, y decidió agarrarla. Al abrirla, y ponerla en su boca. Sintió cenizas caer sobre sus labios. El agua se había evaporado de tal forma que era polvo. Estaba sin esperanzas de poder encontrar agua. Así que dejó la botella en su lugar, y siguió su camino por la casa. Empezó a sentir que ese palo era su único compañero, y que nunca encontraría a alguien más, que ese objeto.
Siguió caminando, hasta toparse con un enorme sillón, que parecía estar ubicado en lo que habría sido antes una confortable sala de estar. Ella estaba agotada de todo, decidió apoyar el palo en la mesita que se ubicaba frente al sillón y se sentó en el, tiró su cabeza hacia atrás y volvieron a invadirla una serie preguntas.
Y mis gustos? Mis amigos? – Ella quería recordar todo, pero no podía. Recordaba a un grupo de amigas, si, pero no sus nombres. Eran de su misma edad, unos 17 años. Y eran muy divertidas. Recordaba que eran ellas las que hacían sus días felices, eran como un escape de la triste realidad que vivía en su casa.
También se acordaba que había un chico, que le encantaba. Pero su miedo y timidez nunca le dejaron poder decirle sus sentimientos. El era muy amigo de ella, de él se acordaba mucho. Su sonrisa, sus vestimentas. Siempre vestía jeans pegados al cuerpo, alguna remera suelta, y sus zapatillas preferidas, las blancas. Tenía una tez oscura, parecía bronceado, pero era un bronceado natural, oscuros, pero claro a la vez. Y un pelo corto, rapado por los costados.
Al recordarlo, un cosquilleo empezó a surgir por detrás de sus orejas. Se asustó y levantó su cabeza de ese sillón, agarro su palo guía y salió de esa casa, al salir arrojo el palo, hacia un costado. Al hacerlo sintió un estado de soledad, impresionante. Su único compañero se estaba yendo hacia el lodo. Secándose las lagrimas, siguió el rumbo hacia esa luz. La calle ahora se sentía húmeda. Como si una lluvia hubiera pasado por ella, dejándola mojada.
Mientras se acercaba mas y mas, se hizo una última pregunta, - Quien soy yo? – Difícilmente podría responderla. Tenía una vaga imagen de ella en el espejo, su pelo era castaño, y se extendía hasta sus hombros. Era delgada, y tenía la misma estatura que su madre. Su nariz era pequeña, y se acordaba que siempre le hacían cumplidos por ella. Pero esto era su físico, que tal sus hobbies? las cosas que le gustaba hacer? Se acuerda de que era una gran jugadora de hockey en su escuela, tal vez la mejor, y que era muy conocida en el instituto. Recuerda que le encantaba dibujar en su tiempo libre, otro de sus escapes de la realidad. Era tímida, pero cuando entraba en confianza con la gente que la rodeaba, se volvía extrovertida. Era graciosa, siempre hacia reír a todos.
Volvió nuevamente a donde estaba, y se dio cuenta, de que tenía a la farola en frente de ella. Se acerco así, y llego a la conclusión de que tanta caminata no sirvió de mucho, era una simple luz. Entonces cansada, decidió apoyar su espalda en la farola negra. Como todo lo que la rodeaba. Antes de cerrar los ojos, sintió una caricia, que le hizo recordar al cariño de su madre. Finalmente, cerró los ojos.
Cesaron sus latidos y comenzaron a caer lágrimas en el piso blanco del hospital. Su familia, y amigos, estaban viendo, como su vida se terminaba, como una simple maquina que la mantuvo viva por años, esperanzados de que despertaría, se desconectaba. Y acababa con lo que en algún momento fue, aquella persona que todos querían y amaban.
A veces debemos soltar aquello que nos lleva a momentos felices, pero que nos recuerda lo tanto que extrañamos eso. Por más que duela, somos simples seres humanos. Que vivimos y morimos. Muchas veces sin dejar rastro en la tierra. Tenemos que vivir al máximo y sin complejos innecesarios, que nos arruinan nuestra estadía, y nos hacen perder nuestra esencia.
FIN
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SOLOS
General FictionEsta es una saga de relatos fantásticos, que te invita a comprender el mundo de los solos, a imaginarte que se siente ser el apartado de la sociedad. Te invito a reflexionar y crear un mundo de preguntas en tu cerebro.