•|¤ Horrible Placer ¤|•

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Mientras la mujer me separaba las nalgas hasta casi desgarrarme la raja y dándome fuertes palmadas en el culo que como mis tetillas también se iba poniendo cada vez más rojo, el hombre me metía sus gruesos dedos en el agujero abriéndolo y cerrándolo, escupiendo sobre el e introduciendo su propia saliva dentro. Al cabo de un rato de esta tortura para mi culo introdujo un instrumento metálico que no supe identificar y como si fuese unas tenazas lo abrió y lo tensó de tal manera que hizo que se abriese enseñando por fin el culo en todo su esplendor.

Creía que quería romperme el culo salvajemente debido a que aquel musculo que separaba el ojo de mi culo con el agujero de mi coño y que servia de puerta de entrada se volvía cada vez más elástico, como vencido y dado de si y sobre todo enrojecido, a punto de desgarrarse y romper definitivamente la frontera de unión entre los dos agujeros.

Pero esta vez aquel hombre fue más delicado. Saco aquellas tijeras planas de el y poco a poco entre cachetes y abriendo y juntando otra vez mis nalgas se fue dilatando, aunque no demasiado teniendo en cuenta su virginidad.

Entonces me di cuenta de que no quería abrirlo en exceso. Una sorpresa esperaba a los espectadores y si estaba demasiado abierto el placer de meterme sus pollas o lo que quisieran por el culo sería menor. Así que el muy desgraciado cogió unos cubitos de hielo bastante grandes y me los metió a presión por el agujero que ya me había hecho. VCgpara que la sensación de frío volviese a cerrarlo y así poder empezar otra vez la sesión con más brutalidad. Enseguida mi calor interno deshizo el hielo, provocando que un hilo de líquido saliera resbalando por mi culo hacia mi coño siguiendo por mis piernas.

Sentí como se presentaba una cagada urgente y como preámbulo un enorme y silencioso pedo salió de mi culo. El contraste de mi calor interno con el frío hielo hizo que una gran mierda líquida con algunos grumos saliese a borbotones por el ojete. Mi esfinter ya no me obedecía y por más que intentaba apretar el culo y cerrarlo la mierda seguía cayendo y resbalando por mis muslos.

La vieja fue la única que se rió de toda la concurrencia, y por debajo del taburete vi como se embadurnaba los dedos en el charco de la cagada que yo misma había creado y acercándose a mi boca hizo que se los limpiase con la lengua, mientras el hombre con una fusta me seguía castigando el culo.

Me golpeaba las nalgas, el ojete y el coño con furia, como si estuviese cabalgando una potranca y dejando marcas rojas a cada golpe.

El dolor no me dejaba pensar, ni gritar ni tan siquiera intentar liberarme. Mi cuerpo permanecía fláccido como el de una muñeca. Estaba humillada completamente.

Otra vez la mujer al cuidado del dolor dejara que permaneciera con mis sentidos alerta me colocó la tercera pinza. Esta vez en el clítoris. El dolor se hizo casi insoportable porque esta pinza apretaba más, pero la muy puta sabía bien hasta donde puede llegar el límite de las fuerzas y del aguante humano, y la retorció lo justo para sacar de mí un alarido que excitó todavía más al público asistente al espectáculo. Otra vez estuve al borde del desmayo, pero de pronto una suave corriente recorrió mis pezones y mi chocho y pude saber que las pinzas que tenia enganchadas en mis tetitas y en el coñito estaban enchufadas a un pequeño generador eléctrico que a partir de entonces soltaba descargas eléctricas con una intensidad que dependía de mi grado de conciencia. Cuanto más cerca del desvanecimiento me encontraba más fuerte era la descarga que se hacia aun más intensa en cuanto que mi cuerpo estaba empapado de sudor y fluidos sexuales.

Unas nuevas pinzas en forma de torniquetes estaban destinadas a mi coño. El hombre pellizcó mis labios mayores y apretó cada una de las tuercas fuertemente. Tenía que hacerlo así ya que de ellas pendían unos contrapesos que hacían que mis labios vaginales se estirasen hacia abajo y quedasen completamente colgantes. De un brusco empujón la polla se escondió en mi chochete casi completamente. Un nuevo alarido surgió de mi reseca garganta. Por el dolor de la embestida y porque aquellos pesos balanceándose hacían que mis labios vaginales se balanceasen y penduleasen mientras seguían estirándose cada vez mas.

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