Capítulo 1.

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Hace mucho tiempo, los minerales y piedras preciosas se consideraban reliquias poderosas que aumentaban el poder de los guardianes de la naturaleza. Todos estos guardianes, aprendían desde cierta edad el poder de la naturaleza e iban practicando sus poderes ocultos hasta poder graduarse como guardián. Todos ellos llevaban una marca que significaba que eras un guardián. Concretamente debajo del ojo derecho aparecía una singular marca. Cuanto más nivel tuvieras, en el abdomen te aparecería un símbolo de los elementos de la naturaleza. Naturalmente eran cuatro, pero el del metal apareció. Cuando llegas a esos niveles, te aparecería el dibujo de flores marcando que sigues ascendiendo. Los maestros de guardianes, te elegían aleatoriamente para observar tus progresos y entregarte más reliquias que ellos van creando o encontrando para darte.

En una enorme y frondosa propiedad de una gran familia, vivía una pequeña niña morena de unos seis años. Que se esforzaba por leer y entender un gran libro antiguo sobre los cristales y guardianes. La cual poco a poco va desarrollando su poder para el gran futuro que le espera por delante.

-Selene, ven a cenar ya- dijo la madre de la pelinegra que corrió rápido hasta la cocina donde estaba su madre.

-Ya esta madre- dijo en un tono feliz por todo el aprendizaje que obtuvo ese largo día- Madre, ¿sabes cuándo vendrá mi maestra? Hace dos meses que no aparece- preguntó tocándose la morada marca debajo de su ojo gris derecho.

-Cariño, ya sabes que ellos aparecen cuando ven que estas preparado, y además puede estar ocupada haciendo otras cosas.

La niña solo sonrío alegremente y se sentó a cenar, mientras que más miembros de la familia las acompañaban en la cena.

Seis años más tarde en su largo camino de aprendizaje.

Una chica de cabello pelinegro recogía feliz unas zanahorias mientras todos los miembros de su familia preparaban los preparativos para las ferias de su pueblo en las tierras de su gran casa.

-Selene, trae a tu tía las verduras que te ha pedido por favor- le dijo la madre de esta mientras recogía las hojas del jardín.

La pelinegra asintió y se levantó con la cesta de verdura en sus manos lista para llevarla a su tía.

-Espera madre, ya lo hago yo- dijo y rápidamente creo una pequeña ráfaga de aire que hizo que las hojas se amontonaran en la esquina donde las estaba colocando.

-Muchas gracias hija, pero vete, corre, que no hay tiempo- agradeció a su hija.

La joven corrió esquivando a sus familiares y vecinos rápidamente, mientras que muchos de ellos la paraban para saludarla, ella intentaba pasar rápido.

Cuando llego a la preciosa casa en la que la mujer estaba, dejo la cesta a un lado y se fue después de que ella le diera las gracias.

Fue rápido a una pequeña cabaña que tenía a las afueras del terreno de su familia, y entro. Se acerco a una preciosa caja de madera de roble que tenía en una esquina decorada por flores y la abrió. De allí saco una gilus de zafiro. (Gilus es un término que voy a utilizar para llamar a los trozos de piedra o mineral que están en bruto, pero al ser especiales tienen más forma de rectángulo imperfecto que es casi igual de grande que una palma). Después saco de su bolsillo una gilus de poudretteite que brillaba con la luz del sol, y la guardo en la caja. Coloco la caja detrás de una tela y la cerro con llave. Cuando lo hizo, se levantó ligeramente la camiseta y en su cinturón en el cual tenía tres huecos, dos de ellos ocupados, coloco la piedra preciosa delicadamente.

Volvió a donde grandes grupos de personas empezaban a llegar, tanto pueblerinos como visitantes y extranjeros. Ella se dio prisa y corrió donde una pequeña mesa amontonaba unos preciosos broches con orquídeas que darían a los invitados.

Guardianes a medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora