01.
Fue un día en el que se encontraba vagando cuando en su camino, se encontró con un dragón.
No tan grande y aterrador como había visto en libros ilustrados o en películas, sino más bien, del tamaño de un labrador con una apariencia elegante.
Y a Manjiro le parece fantástico.
(Típico de un niño de su edad).
02.
El joven dragón al sentirse observado, abre los ojos y mira a quien a tenido la osadía de acercarse a él.
No está de humor debido al dolor que siente y mucho menos, está en condiciones para hacer algo o moverse. No tras recibir una herida profunda en el abdomen cuando estaba con la guardia baja, haciendo frente a sus atacantes.
Que obviamente, iban por su piel, sus colmillos y su carne.
Para su sorpresa (o tal vez no), se trata de un mocoso que únicamente le observa desde donde está.
Tal vez, debería amedrentarlo para que se vaya. Pero no tiene fuerzas ya.
Y entonces, sólo se dedican a observarse un rato, en silencio.
03.
Mikey entonces cae en cuenta de que el dragón está herido.
Y en su mente los cabos se unen pues, obviamente el dragón debería aunque sea gruñirle para asustarlo o darle una advertencia de que no se acerque más; pero en cambio, sólo recibe una mirada y silencio de su parte.
Y... Ciertamente le daría pena que aquel dragón se muriera ahí.
04.
Cauteloso comienza a acercarse, sintiendo como su pulso se altera un poco.
Un poco porque el dragón no le quita la mirada en ningún momento y parece tenso. Además de que obviamente, Manjiro lo que menos quiere es perder un dedo o una mano en el proceso.
— No voy a hacerte daño — le dice lo más calmado que puede, sincero —. Voy a ayudarte.
Una última mirada y un bufido es lo único que recibe como si le estuviera dando permiso.
Y así, Manjiro carga en brazos al dragón lo más cuidadoso que puede. No importándole manchar su ropa con sangre.
05.
Está sorprendido de que aquel niño sea capaz de levantarlo y cargarlo sin problema. Es realmente increíble, piensa.
Aunque también resulta increíble el que confiase en su palabra siendo él receloso con el contacto y más, con el contacto humano.
Porque si bien es un niño, un niño humano, no está exento de ser casi igual que un adulto humano, un maldito.
Por alguna razón, confía en él.
Y eso es lo extraño.
(Posiblemente se deba a que está perdiendo sangre, tal vez).
06.
Al llegar a casa y descalzarse, anuncia su llegada. Con tal de que su hermano mayor venga y pueda ayudarlo.
Porque el dragón en sus brazos necesita ayuda ya.
Para su fortuna, Shin'ichiro se asoma para darle la bienvenida mientras sostiene una taza que intuye, es de café.
— Bienveni— ¡MANJIRO QUÉ—!
— Hermano, por favor ayúdalo... Está herido.
Shin'ichiro se recompone ante la sutil súplica de su hermanito, y prestando más atención, nota que las ropas de Manjiro están manchadas de sangre. Aparte de que el dragón parece respirar tan lento que, casi parece...
Suspira levemente, mentalizándose para hacerla de veterinario o sanador en lugar de mecánico.
— Llévalo a tu cuarto, ahorita te alcanzo.
07.
Cuando vuelve a abrir los ojos, tiene la ligera sensación de haber dormido durante bastante tiempo.
Todavía se siente débil, por lo que solamente se dedica a mirar su entorno. Que intuye, es la habitación del niño que le ayudó.
O esa mejor dicho, es su conclusión al verlo profundamente dormido a su lado. Cosa que le parece graciosa porque, él es un dragón que aunque no sea tan enorme como uno adulto, sigue siendo ciertamente peligroso.
— Ey... — le llama después de un rato, sin reacción a su llamado. Por lo que, sacando una de sus patas delanteras, le pica con cuidado una de sus mejillas con una garra —. Despierta.
Y sigue sin reacción.
Es entonces que descubre que ese niño, es de sueño pesado. Y como está cansado, le deja ser.
Por ese día al menos.
-Traumada Taisho
Ideas raras que se me ocurren en lugar de dormir, así es.