Al llegar a la oficina de Asuntos Espectrales, Cornelio P encontró un cadáver esperándolo. Sentado en el sillón frente a su escritorio, fumaba en pipa, con ademán distinguido.
–Buenos días, usted dirá– dijo Cornelio sin más. No le gustaban los fallecidos ansiosos, que no podían esperar y aprovechaban su condición de fantasmas para colarse en su oficina. Tenían urgencia por conseguir su permiso para asustar, sin el cual, estaba prohibido realizar labores de intimidación contra los vivos, ya fuese atemorizar,impresionar, sobresaltar o espantar. Mucho menos horrorizar u horripilar,acciones que de ser realizadas por aparecidos sin permiso, podían traer consecuencias graves, tales como la expulsión definitiva del difunto, quien no podría jamás formar parte del honorable cuerpo de funcionarios del Ministerio de Ultratumba.