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El día todavía no empezaba, las nubes aún seguían abarrotando el cielo, pero sospechando de irse en cualquier momento darle paso a una resplandeciente tarde de validez del sol

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El día todavía no empezaba, las nubes aún seguían abarrotando el cielo, pero sospechando de irse en cualquier momento darle paso a una resplandeciente tarde de validez del sol.

Gran parte de la gente empezaba a moverse; el sonido de los trenes, autos y camiones empezaban a cantar por las carreteras casi claras.

Nagisa, atento de todo preparaba el desayuno para él y su madre.

Pensando así que tal vez con un poco de ayuda pudiera ser de alivio para la preocupación de su progenitora, mientras iba de un lado al otro ondeando aquel precioso mandil atado a su cuerpo dandole un toque tierno a su figura.

Su cuerpo yendo grácil con las melodías que el mismo hacia llegaron a los oídos de la mayor, escuchando poco después la puerta de una de las habitaciones abrirse despacio.

—¡Buenos días mamá!

No mentiría, estaba nervioso por su madre le contestaría, aunque él se veía tal y como a su mamá le gustaba no aseguraba que llegara a enfadarse con él por algo diferente.

—Oh, mi querida Nagisa... Te ves tan preciosa...

Susurró, yendo hacia el para abrazarlo, a sus ojos era la niña más hermosa de todo el mundo, su amada hijita.

—¿Enserio lo crees madre? escogí las cosas más bonitas para verme muy linda para ti.

Su madre acarició sus hermosas hebras celestes y le regaló una sonrisa haciendo que Nagisa se emocionara e intensificara su afecto recordando poco después de lo que estaba haciendo.

—Mamá, te he preparado el desayuno... y no sé si te gustaría comer conmigo.

La mayor asintió complacida por el buen comportamiento de su primogénito, no pudiendo parar de sonreír, ambos tomaron después una pacífica comida juntos.

Esta vez no hubieron problemas con el cabello y por eso mismo tuvo que irse tal cual estuvo frente a su madre.

Y de esto había algo que confesar.

No había sentido tanta incomodidad de tomar el tren en tanto tiempo, varios y varias dirigían su vista descaradamente en él debido a la extraña atracción que sentían por tener a alguien tan precioso al alcance de sus ojos.

Cosa que Shiota lamentablemente no parecía notar.

Se sentía minúsculo entre tantas miradas, deseaba cuanto antes bajarse y cuando lo hizo apuró el paso tanto como sus piernas le permitieran hasta un poco antes de llegar a la escarpada colina que tendría que subir para poder estudiar.

Se escondió de entre los árboles para poder amarrar sus cabellos, era demasiada la inseguridad a la que se sometía y no quería seguir sobrellevandola en la escuela mas poco antes de poder realizar su cometido recordó lo que antes había prometido.

No se demoró mucho en cambiar de parecer, suspirando por la frustración, llevandose mas tarde una inesperada sorpresa; al escuchar cierto sonido tan igual a un maullido.

𝘈𝘮𝘰𝘳𝘦... _ 𝙆𝙖𝙧𝙢𝙖𝙜𝙞𝙨𝙖.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora