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—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Jeno al ver cómo Kun se estacionaba a las afueras de una cafetería repleta de clientes.

Eran las nueve de la mañana del miércoles y las ojeras en Jeno no podían ser más evidentes. No pudo descansar en toda la noche pensando en el trabajo nuevo que Kun le había asignado, ilusionándose acerca de la acción que experimentaría de ahora en adelante en su vida, imaginándose lo excitante que será el momento en que atrape a ese tal mafioso. Los dedos le cosquilleaban y el estómago se le revolvía de tan sólo imaginarlo.

—En este lugar es donde el día de Na Jaemin comienza —le explicó su jefe, apagando el coche y mirando directamente dentro de la cafetería. Jeno frunció el ceño, esperaba llegar a cualquier lugar menos a una cafetería—. Antes de darte el caso también vigilé su rutina por un par de días para poder juntar algunos antecedentes, y siempre, sin falta, pasaba por esta cafetería antes de hacer cualquier cosa —le contaba mientras buscaba con sus ojos arduamente a Jaemin dentro del lugar. Abrió sus ojos de la sorpresa cuando lo divisó—. ¡Ahí está! ¿Lo ves?

Jeno se giró de un salto, mirando por la ventana y buscando por el supuesto Jaemin. Se extrañó al no ver a ninguna persona vestida de traje y corbata o usando ropas ostentosas o que llamaran la atención.

—¿Dónde? —preguntó al no encontrarlo.

—¡Allí! —exclamó Kun, apuntando con el dedo hacia adentro. Jeno miró su índice y guiándose por él, miró nuevamente hacia la cafetería. No vio a nadie con traje, pero sí vio a un chico de más o menos su edad, contextura delgada, y ropas casuales. No llamaba la atención, sólo usaba unos pantalones rasgados color negro y una camiseta del mismo color junto a una gorra y un tapabocas, ambos también color negro.

—¿Quién? —Empezaba a pensar que Kun le estaba montando una broma.

—El de gorra y tapabocas —indicó. Jeno enarcó una ceja, sin ser capaz de ocultar su decepción. Él se esperaba a un chico con traje, con una presencia fuerte y llamativa, que usara ropas y accesorios lujosos, no un tipo... común.

—¿Ese? —Jeno lo apuntó, y Kun asintió. No podía creerlo—. ¿Me estás jodiendo?

—No, ¿por qué haría eso? —preguntó él inocentemente, mirando al menor sin entender el chiste. El pelinegro bufó, frunciendo sus labios y volviendo a observar a Jaemin, quien esperaba pacientemente en la barra a que su pedido fuese entregado—. Ahí está... esperando su americano con ocho shots de café. —Jeno se sorprendió ante la cantidad exuberante de café que bebía, aunque no dijo nada al respecto—. En fin, mientras él espera su pedido, te explicaré lo que debes hacer. Sólo escúchame, no lo pierdas de vista.

Jeno asintió, e hizo como le pidió. Se colocó su gorra y se acomodó la camiseta. Esta vez no usaba traje o su uniforme, sino que vestía como un civil normal, con ropas completamente negras, y una gorra y lentes para pasar aún más desapercibido, ya que su uniforme o su traje llamaría la atención de cualquiera, más aún de un mafioso tan peligroso como Jaemin, o al menos, así era como lo definía Kun, pero Jeno, al verlo, no estaba tan seguro de sus aseveraciones.

—Ya sabrás de sobra que no debes acercarte a él, ni siquiera hablarle —Asintió—. Mantén una distancia prudente, si ves que estás en peligro, no dudes en avisarme. Toma —Jeno se giró, y Kun le entregó un reloj inteligente—. Úsalo en caso de emergencia. Sirve para llamadas, mensajes de texto y de voz. Se conecta automáticamente a tu teléfono. Si te descubre, ataca, o cualquier cosa parecida, aborta la misión.

—Entendido —dijo él, colocándose el reloj y volviendo su vista hacia la cafetería. Jaemin seguía esperando.

—Memoriza su rutina, o anótala, pero al final del día necesitaré sí o sí un informe, ¿de acuerdo? Estaré atento ante cualquier cosa —Jeno asintió con vehemencia. Kun se acomodó en su asiento para encender el coche, pero volvió a girarse a Jeno y chasquear su lengua al recordar algo—. Ah, no sé si te lo dije, pero ya renté tu apartamento. Queda cerca de la universidad a la que irás, y durante el día me encargaré de amueblarla. —Jeno volvió a asentir con la cabeza, serio. Cuando estaba trabajando se centraba y emocionaba tanto que se volvía menos comunicativo y su lenguaje sólo se limitaba a asentir y formular preguntas objetivas.

maverick ー nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora