Kuroko no Basket: KagaKuro one-shots

El baloncesto que me gusta

Kuroko Tetsuya.
Hace unos días que acabaron las clases en Teikō, y ahora estoy de vacaciones antes de entrar en la preparatoria. He optado por Seirin, está cerca de mi casa y tiene un buen equipo de baloncesto, los vi jugar una vez en un nacional y aunque no llegaron muy lejos, tenían la clase de juego que yo quería para mi equipo. Podría haber entrado en cualquier otra, en Toutou con Aomine o en Kaijō con Kise, incluso en Yōsen con Murasakibara, aunque seguro que en Rakuzan hubiera sido más difícil, allí solo van los hijos de la élite como Akashi. Pero he preferido alejarme de todos ellos, el baloncesto comenzaba a ser una carga y yo no quería eso, yo quiero seguir disfrutando de la emoción en la cancha, el sonido de la red cuando choca con la pelota, el tacto rugoso del balón en mis manos, el olor de la madera del suelo, el calor de la gente y los gritos de mis compañeros cuando marcan...Todo eso es mi vida, pero ya no lo sentía, y presiento que esto es un nuevo comienzo.

Hoy estoy pasando el rato en la sala de máquinas recreativas que está muy cerca de mi casa, donde estoy yendo estas últimas tardes después de descubrir por casualidad una máquina con un juego de baloncesto, solo que no es una tarde cualquiera, estoy a punto de conocer una nueva luz en mi vida...

—Eres la peste jugando a eso.

Una voz un poco grave suena cerca de mí, solo que debe ser un tipo muy alto porque la oigo bastante lejos de mis oídos, y trato de ignorarla, pero insiste.

—De verdad, eres realmente malo, deberías dejar a los que saben.

—Pues si no te importa, te esperas a tu turno, que para eso he llegado antes y he pagado mis fichas correspondientes.

—Puf.

En general, mi forma de hablar les choca a los chicos de mi edad, mucho más groseros e informales, y éste no es la excepción, así que lo miro de reojo.

Es un tipo alto, pelirrojo y vestido con ropa deportiva y calzado de baloncesto, lo sé porque usa el mismo modelo de zapatos que Aomine, solo que de un tono rojo distinto.

—Si quieres, pilla una ficha y jugamos uno contra uno—le digo señalando mi cajita con las fichas doradas.

—¿Contra ti?, menudo mocoso.

Al final termina por unirse a mi partida, y por culpa de nuestro pique, tenemos a varios chicos pendientes de nuestros gritos y empujones.

Una de las veces que lo pincho con mi dedo en su costado para despistarlo, me doy cuenta que está muy duro, parece una masa de músculos bien trabajados y firmes, y por una vez, me apetece mirar de cerca el cuerpo de otro chico.

—¿Haces mucho deporte?—le pregunto mirándolo de reojo.

—Juego baloncesto.

—Yo también.

—¡Anda ya!

Se ríe de mí, pero eso sirve para que se desconcentre y pierda la partida.

—¡Maldito trasto!—protesta golpeando los botones—¿y cómo es eso que juegas baloncesto?, ¿cuánto mides?, ¿ciento sesenta?

—No te pases, mido casi ciento setenta y en mi posición ser más bajito es una ventaja.

—No me lo creo, me tienes que hacer una demostración.

—Cuando quieras—le digo remangando mis mangas aceptando el desafío—hay una cancha aquí al lado, ¿te apetece un "uno contra uno"?

—Siempre me apetece jugar baloncesto, ¿por qué no?

Recojo mis cosas y me guardo el resto de fichas para otro momento, mostrándole el camino al chico pelirrojo.

—Por cierto, soy Kuroko Tetsuya—le digo mostrando mi mano.