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Manuel no dormía tan profundo desde antes de empezar la universidad.

Fue despertado por Martín, quien se levantaba temprano para ir a laburar. Le sacudió suavemente los hombros, recostándose en la cama junto a él.

—Puse a hacer café —apoyó la cabeza sobre el hombro de Manuel—. Por qué laburo tan temprano la puta madre.

—¿Qué hora es? —murmuró desorientado.

—Las siete menos cuarto. Te iba a dejar dormir pero tu alarma no dejaba de sonar.

Manuel se acurrucó contra el calorcito antes de abrir los ojos. Martín llevaba puesto su perfume de trabajo y una camisa blanca y pulcra, y si no hubiera tenido suficiente sexo para una vida el día anterior, tal vez le despertaría algo dentro.

Se sirvió café y Martín se tomó un último mate para acompañarlo antes de irse. Así se estableció una nueva rutina entre ellos: desayunar juntos, cenar juntos y dormir en la cama de Martín. Salir los viernes a tomar algo tranquilos y los sábados, a veces, fiesta o salida que implicaba más alcohol y alguna que otra droga. O suspender cualquier compromiso para quedarse en la casa cogiendo. Había creado una extraña estabilidad en su vida, y la tarjeta de pareja le dio más voz en Martín para aconsejarlo que dejara ese laburo de mierda y diera clases de tango, lo cual aceptó. La relación les trajo equilibrio a ambos; laboral, académico, social, romántico y sexual, y Manuel no podía evitar... encontrarle el pelo al huevo.

Sus preocupaciones eran principalmente dos. Primero, siempre tuvo en la cabeza que volvería a Chile a vivir su vida, a su pueblo, con su familia. Tener que rearmar su plan de vida no era poca cosa, si es que decidía quedarse por Martín. Segundo, ¿Martín hacía todo esto por inercia y comodidad o realmente le gustaba? No se habían dicho te quiero ni tenido gestos románticos más allá de lo físico, lo cual Manuel no sabía cuál qué era para Martín algo común, algo sexual y algo verdaderamente romántico. Esa ansiedad se despertaba sola cuando la casa estaba en silencio y tenía un momento para pensar qué será de él y su futuro.

Y que, descubriendo que a Martín no le gustaba de la misma forma pero de todas maneras estaba cómodo en la relación, y teniendo en cuenta lo feliz que le hacía no sólo Martín sino el equilibrio en su vida.... ¿Qué haría? ¿Tiraría todo a la basura por principios o se quedaría como aquellos matrimonios que no se aman pero todo funciona y tienen una buena vida a pesar de todo?

Esto convergió en el día que correspondía al aniversario de los tres meses. Manuel tuvo un día de mierda en el trabajo y prácticas particularmente engorrosas, con mucho tacto persona a persona, lo que más odiaba. Pensó en tomarse una copa de vino antes de hacer la cena, pero una se transformaron en tres y con el estómago vacío, decidió que mejor cocinaba Martín.

Él llegó tarde. Se olvidó de avisarle que estaba con Sebas, pero Manuel no tenía nada que reprocharle a estas alturas. Estaba borracho, con un cigarrillo en la mano y un vaso porque no encontró su cenicero.

—¿Estás bien?

Y era martes.

—Sí, ¿Por? —se dio cuenta que el vaso que usaba para el vino era el cenicero ahora y tenía la botella en la mano. Okay, tal vez se viera peor de lo que parecía—. ¿Querís vino?

—No, gracias. ¿Seguro que estás bien? Nunca te vi...

—Porque me encerraba en la pieza. Sólo estoy bajón porque tuve un mal día. Eso es todo.

Martín se sentó en el sillón y le besó la mejilla.

—¿Me querés contar o querés que cocine algo?

¿Cómo preguntarle si estaba actuando a ser el perfecto esposo de película o así era Martín en una relación? "¿Estás fingiendo todo esto ahora mismo?" ¿Era de mal gusto? ¿Qué haría si le dijera que sí? ¿Qué haría si le dijera que no, pero era una mentira obvia?

Convénceme - ArgChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora