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—Pide que abran la puerta y ni se te ocurra avisarles que algo está mal—advirtió.

Menos de cinco segundos después la puerta fue abierta dejándoles el paso libre, la rubia sonrió con suficiencia y lanzó al ángel a la puerta antes de ingresar ella. Del otro lado los ángeles que estaban más cerca de la puerta se sorprendieron al ver a uno de los suyos caer en el suelo, intentaron acercarse pero al ver a la persona que apareció después de él decidieron que mantenerse alejados era lo mejor. Ninguno conocía a la persona que acababa de llegar pero sabían que era un arcángel, de eso no había duda.

Los ángeles retrocedieron con cautela, muchos de ellos sacando sus espadas, listos para defender el cielo si tenían que hacerlo. Aurora sonrió con burla al ver como los ángeles se agrupaban en posición de batalla, le parecía honorable que quisieran enfrentarse a un ser superior para defender su hogar, aunque también le parecía patético.

Avanzó hacia los ángeles que la observaban con temor, ninguno se atrevía a decir algo, el miedo los estaba consumiendo. Estuvieron semanas buscando a lo que se había escapado del templo de las gracias y ahora que lo tenían frente a ellos no saben cómo enfrentar el problema, no después de ver la forma tan despiadada en la que varios de sus hermanos habían sido asesinados por aquella persona.

—¿Acaso papito querido les quitó la habilidad de hablar?—la rubia ladeo la cabeza observando a sus hermanos.—Oh, claro, deben estar confundidos y asustados.

—No tenemos miedo—en medio del grupo se escuchó la voz de alguien valiente.

—Así que si pueden hablar—Aurora aplaudió sonriendo brillantemente—, eso es genial.

—¿Qué es lo que quieres?—el mismo ángel de antes dio un paso al frente.

—Verás, quiero muchas cosas, pero lo primero en mi lista es matar a papi querido—los ángeles compartieron una mirada rápida.—Ahora no tengo tiempo de lidiar con ustedes, así que, fuera de mi camino.

Con un chasquido de dedos los ángeles desaparecieron, claro que no los mató, pero los había enviado lo más lejos posible de ella.

Con el camino libre Aurora recorrió los pasillos del cielo, en su camino comenzó a tararear una canción que había escuchado durante su estadía en la tierra, no recordaba el nombre pero le había gustado. Mientras más se adentraba a los pasillos los ángeles volvían a aparecer, la mayoría se movía fuera de su camino, no queriendo hacerla enojar por estar en medio. Sus pasos resonaban en el lugar haciendo que los ángeles se acobardaron, el miedo a lo desconocido apoderándose de ellos como nunca antes había sucedido.

Nadie se atrevió a preguntarle a dónde se dirigía, simplemente la observaban caminar sin rumbo aparente, pero claro que ella tenía un destino. En la cabeza de Aurora se estaba reproduciendo el mapa del cielo, si no estaba equivocada, la sala del trono estaba ubicada justo en el centro de aquel circo al que llamaban cielo. No le tomó mucho tiempo llegar a la sala del trono, sus pasos se detuvieron en medio de un pasillo que parecía no tener final, la rubia ignoró a los ángeles que la observaban desde el final del pasillo y abrió las puertas de vidrio que la separaban de su objetivo.

En medio de la sala se encontraba el trono de Dios, de un blanco pulcro como el resto del cielo, ella odiaba ese maldito color. Todo era siempre tan blanco, tan puro, como si el mismísimo Dios no estuviese manchado de negro. Una risa amarga se le escapó al pensar en eso.

Manchado de negro. No. Estaba manchado de rojo.

Rojo como la sangre de todas las personas inocentes que sufren por su culpa.

Sus ojos centellearon de un color celestial cuando los pensamientos llenaron su cabeza uno tras otro sin descanso alguno, apretó sus manos y el trono donde en su vida anterior pasó sus mejores momentos se convirtió en nada. El sonido llegó hasta el pasillo donde los ángeles decidieron que era mejor abandonar el perímetro si querían sobrevivir.

the first archangel. ( supernatural )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora