𝐃𝐄𝐀𝐃 𝐓𝐎 𝐌𝐄 | sunsun

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Todos debemos de admitir que alguna vez en nuestras vidas nos hemos obsesionado con algo, bien sea dinero, objetivos, personas, etcétera.

Es aquello que visto desde un punto psicológico lleva al paciente a adoptar ciertos comportamientos que le hacen creer que lo salvarán de algún tipo de peligro y, a la vez es mal visto por el entorno en el que se desenvuelve debido a su conducta inadecuada o inapropiada.

Es eso que tanto nos carcome, que lo queremos instantáneamente, que nos hace cosquillear la palma de la mano por necesidad y nos envuelve en un constante insomnio por las noches.

Mi dulce obsesión llevaba un nombre bastante común, pero adictivo: Kim Seonwoo.

Chico de piernas largas y cintura esbelta, con una piel de porcelana y ojos rasgados, acompañado de esa inocente sonrisa que a nadie haría pensar que escondía excelentemente su libido.

Robaba los suspiros de cualquiera, pero especialmente los míos.

Nuestra relación era un juego que astutamente fui capaz de crear a largo plazo: mientras él no descubriera quien pendía el hilo de su bola de estambre, mi gatito se mantendría hipnotizado y entretenido.

¿Qué podría decir de mí? Pues creo que lo más característico es que yo era "un ejemplo a seguir". Ah, sí. Todo mundo en la escuela me veía como el chico benevolente y gran líder que sacaba a su clase adelante, con la típica fila de chicas que se empujaban por salir conmigo y que si fuera posible el director mismo vendría a entregarme una medalla de honor por mi buen comportamiento.

Pura mierda.

Sí, porque eso era lo que realmente me parecían las estupideces que hablaban de mí.

La realidad era esta: papá era un buen benefactor de mi secundaria y por ende hacía que los beneficios me los ganará yo. Los alumnos lo sabían y los profesores también, así que a sordos y ciegos hace testigo el dinero. Además, no es como si realmente yo tuviera un mal comportamiento o que me fascine provocar peleas en los pasillos.

Claro que no.

Me la debía pasar inadvertido para disimular todos los problemas que mi madre decía que tenía. Se quejaba de que por qué nunca sonreía en serio, por qué no tenía novia, por qué no la abrazaba, y un sinfín de esos malditos por qué.

¿Qué puedo decir? Ella claramente había cumplido un papel primordial en la vida de su único hijo. Sustancialmente en la parte en que gracias a su falta de atención y vanidad me había vuelto muy independiente a temprana edad. Eso debía agradecérselo en absoluto.

Aunque aún hay algo que sí puedo rescatar de mi querida progenitora, ese glorioso día en que lo conocí gracias a su buena vista y memoria para reencontrarse con su amiga de la preparatoria.

Supongo que ese martes de abril ninguno de los dos predijo tener tantos problemas por conocer al niño que vivía al frente de la calle.

Pues al principio nuestras madres rieron juntas y la mía los invitó a pasar a nuestra casa para charlar un poco y tener un tiempo de calidad entre mejores amigas de la adolescencia, a lo que su madre contenta accedió a la propuesta.

Recuerdo cuando él se sentó frente al sillón que yo estaba ocupando e intentó desviar la mirada debido a que lo estaba intimidando con la propia.

Y me pareció encantador porque entonces él se sonrojó y tiró del abrigo de su madre para decirle que yo era muy extraño, y que ya quería volver a casa.

Fue entonces cuando me propuse hacerlo mío, aunque en ese tiempo ese término lo tomé más como algo que deseaba, como el juguete favorito que nunca creí que me gustaría tanto porque quería usarlo tanto hasta que quedará deteriorado.

Seonwoo siempre fue así de encantador y en especial alguien que le gustaba llamar la atención del público. El tercero en la clase, después de mí y Heeseung, y una increíble mariposa social si nos referimos a la gran capacidad que tenía para formar amistades. Un completo amor sin lugar a dudas y tal vez sin notarlo también, mi propiedad.