Capítulo 1 / Capítulo 2 / Capítulo 3

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Las pruebas llegaron, y de hecho había una pequeña vida creciendo dentro de ella. Jamie sonrió ante la idea, aunque todavía la asustaba muchísimo. Los niños no venían con manuales. Sabía que era una tontería, pero una parte de ella quería que así fuera.

Alex estaba entusiasmado con la sola probabilidad, y ya había comenzado una lista de nombres de niños y niñas que quería que ella continuara hasta saber el sexo del bebé. Él mismo era como un niño, excitado e hiperactivo mientras hablaba sin parar al respecto. Al principio, él había estado callado, finalmente admitiendo que estaba preocupado de que el bebé saliera como su padre.

Después, por alguna razón, se despertó una mañana y decidió que iba a ser el mejor papá del mundo. Jamie no lo dudó por un momento. La luna de miel aún estaba pendiente, pero Jamie estaba casi segura de que siempre iba a vivir de luna de miel con Alex. Simplemente estar en la misma habitación con él la dejaba sin aliento.

Caminó hacia la cocina mientras su teléfono emitía alegres melodías desde la sala de estar. Alex estaba jugando golf con Mark, lo cual se había convertido en una de las formas que tenían de reducir sus niveles de estrés. El hecho de que los dos hermanos pasaran tiempo juntos era suficiente para hacer sonreír a Jamie. Se necesitaban el uno al otro. Con su madre y su padre ya ausentes, eran los sucesores de la familia Reid. Al menos así sería hasta que este pequeñito ser naciera. Si fuera un niño, continuaría el apellido de la familia. “Sin presión”, murmuró burlonamente a su vientre.

La situación de la prensa había comenzado a disminuir en las últimas semanas, los medios de comunicación estaban enfocados en el más reciente escándalo de un ícono de Hollywood. El famoso actor, Conrad Danes, estaba de romance con una exitosa autora, y los paparazzi querían descubrir quién era tal autora. Mientras que Jamie se sentía agradecida de que la atención de la prensa no fuera para ellos, se sentía horrible por la vida de quien quiera que fuera, que estaba al borde del precipicio. Los medios de comunicación tenían su estilo,y al ver que Alex estaba cerca de ser uno de los cinco hombres más ricos de los Estados Unidos, Jamie esperaba que hubiera algo que él pudiera hacer para evitarlos. Era como el salmón nadando río arriba. La mayoría de los periódicos y revistas prosperaban con exageraciones que no eran ciertas. Era abrumador, por decir lo menos. Si alguna persona podía cambiarlo, esa persona era Alex.

La historia con Stephen fue retirada del Enquirer tan pronto como los abogados de Alex los contactaron, y Stephen estaba pudriéndose en la cárcel por intento de asesinato. Nicholas estaba fuera de escena y el convenio con él se había finalizado, aunque Jamie realmente no estaba de acuerdo con no llevarlo a la corte. Él también se merecía su celda privada, pero apoyar a Alex en su decisión era la mejor opción. Era su llamado demandar o hacer un acuerdo y él había sido un gran hombre. Él siempre lo era.

Los domingos por la tarde eran silencios alrededor de la casa, y limpiar el enorme lugar que llamaban hogar se había vuelto aburrido. Ella giró sobre sus talones mientras intentaba hacerse una cola de caballo en el pelo. Sus ojos se movieron alrededor de la cocina, buscando algo que limpiar y que las empleadas del aseo hubieran omitido durante la semana.

Alex se había negado a despedirlas, y en general estaba agradecida con ellas, pero haber jugado a la Cenicienta en la casa de su madre la mitad de su infancia la había trastornada. De todas formas, era mejor estar ocupada. Le ayudaba a no pensar en todo lo que estaba por venir.

—Si solo el parto pudiera ser como la boda. Seguro. Cómodo. Íntimo,

murmuró mientras extendía la mano y agarraba una caja de bombillas antes de caminar por la sala de estar. Un giro rápido en los dedos de sus pies casi le hizo perder el equilibrio.

—Oh, mierda.

Extendió la mano y se agarró del brazo del sofá, dejando escapar un suspiro tembloroso. Los médicos la habían sacado del susto unas semanas antes. Estaba embarazada y, sin embargo, nadie podía decirle por qué las pruebas habían sido poco concluyentes. Al principio supusieron que se trataba de un embarazo ectópico, pero una semana más tarde, después de realizar más pruebas, se convencieron de que todo estaba bien. El feto estaba donde se suponía que debía estar. Vivir con miedo sobre lo que había o no había pasado durante las semanas mientras esperaba los resultados, y después de todo lo que habían vivido con la prensa y Stephen, era bastante agotador.

LA ESPOSA DEL JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora