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Una boda siempre es motivo de alegría en una familia.

            Antonia fue la primera de las hermanas Campuzano en contraer matrimonio.

            Era la mayor de dos hermanas. Tenía dieciocho años cuando se casó.

            El marido de Antonia era un joven teniente llamado Pedro Gutiérrez de la Torre. Erantiempos complicados. Parecía que todo el mundo estaba enfrentado con todo el mundo.

            Los Campuzano vivían en Manzanares, en la provincia de Soria.

            En la comarca de las Tierras de Berlanga…

            Manzanares es un pueblo situado en una suave elevación del terreno paralelo al río Manzanares. En la época en la que Antonia y su hermana menor, Sofía, llegaron a la adolescencia, el pueblo contaba con cincuenta viviendas.

            Antonia hacía las veces de niñera de Sofía. Su hermana menor parecía tener el don de meterse en toda clase de líos.

            Los vecinos se dedicaban a la agricultura y a la ganadería. Los pastos hermosos que había en la zona eran aprovechados por los ganados de vacas y de ovejas. El padre de Antonia y de Sofía poseía numerosas cabezas de ganado. Era un rico terrateniente. A Sofía se la veía entrando con frecuencia en el establo donde se guardaba el ganado para alimentar con hojas de olmo a los pequeños becerros. Éstos rara vez se asustaban al ver a la chica entrar en el establo y acercarse a ellos. Los vecinos iban al monte a talar los olmos que crecían allí. Su madera era buena para hacer fuego. Pero ganaban algo más de dinero vendiéndola en otros pueblos.

            La agricultura se basaba en el cultivo de trigo, de cebada y de yeros.  

            Se veía a los campesinos levantarse temprano para ir al campo a faenar. O para ir al monte con el ganado.

            El pueblo llegó a tener escuela. Tenía una fragua. De hecho, el herrero residía en el pueblo.

            Había un horno al que acudían los vecinos para hacer el pan. La finca de los Campuzano tenía horno propio. Cuando había demasiada gente en el horno del pueblo, algunas mujeres iban a la finca. Cuando no estaba el señor Campuzano, podían hornear el pan allí tranquilamente. El señor Campuzano tenía fama de ser muy estricto con todo el mundo. Incluso, con sus hijas.

            Los molineros de los pueblos vecinos iban a recoger el grano, ya que el pueblo no tenía molino propio. Devolvían el grano hecho harina.

            El cura venía a caballo desde un pueblo vecino a oficiar Misa. Lo mismo ocurría con el médico.

            Los vecinos acudían a los pueblos vecinos en los días en los que había allí mercado a hacer la compra.

            Antes de su boda, las dos hermanas habían llevado una existencia más bien tranquila. Nunca antes habían salido del pueblo y se podía decir que vivían recluidas en la finca de su familia. Sofía era una joven inquieta a la que le gustaba mucho leer. Su hermana siempre la encontraba en la biblioteca con un libro en las manos. Sofía hablaba de viajar por todo el mundo.

__Algún día, saldré de aquí__afirmaba.

            La propiedad de la familia más preciada por ésta era su hacienda. Los Girasoles…

            El señor Campuzano sólo tenía dos hijas. Por ese motivo, estaba desesperado buscando un marido para ellas.

            En aquella hacienda, Antonia había vivido los días más felices de su infancia y de su adolescencia. Junto a sus padres y su hermana menor…Estaban muy unidas ambas. Se las veía corriendo. Jugando. Riendo.

            Se decía que la familia de Antonia Campuzano era oriunda del Norte de España. En concreto, de Barcelona. Pero, varios siglos antes, llegaron al sur del país y quedaron prendados de aquellas tierras tan fértiles y tan llenas de vida. Y de luz…

            Habían llegado a renunciar a su propio patrimonio sólo por establecerse allí, si bien Antonia no lo creía y pensaba que se trataba de una leyenda.

            Aquella historia se la contó su padre. Antonia creía ciegamente en todo lo que le decía. Su hermana menor, Sofía, en cambio, hacía más preguntas.

__¿Por qué no vamos un día a Barcelona?__sugirió Sofía una tarde, mientras daban un paseo por el pueblo.

__No creo que padre nos deje ir tan lejos__contestó Antonia__A menos, claro, que llevemos a nuestra dama de compañía con nosotras.

__¡Nos moriremos aquí de asco!

            La hacienda se trataba de una vieja construcción que tenía tres siglos de antigüedad, pero Antonia se quedaba sin aliento cuando la contemplaba en la distancia. Era como ver un castillo suspendido en las nubes. Sofía, por supuesto, no lo pensaba.

            Es un lugar mágico, pensaba Antonia.

__Es nuestra hacienda__le recordaba Sofía, exasperada__No es un lugar mágico. Vivimos allí.

__¡Mírala bien!

__Ya lo estoy mirando.

__Es mucho más que nuestra hacienda, hermana. Es algo que no sabría cómo definir. Es nuestra.

            En el fondo, Sofía la entendía. De algún modo, ella pensaba lo mismo que pensaba Antonia. Pero se cuidaba de decirlo en voz alta. 

LO QUE PODRÍA SER AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora