Lo siento, Tsukki

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En el punto de vista de Yamaguchi, Kei Tsukishima era rarísimo

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En el punto de vista de Yamaguchi, Kei Tsukishima era rarísimo. Podías ver al rubio ser aplicado en clases y, a la misma vez, tener la certeza de que podría estar en su casa tomando grandes tragos de una lata de cerveza.

La universidad cambiaba a la gente.

Pero eso no aplicaba en Yamaguchi.
Él era el mismo chico de siempre; con sus mismas costumbres, gustos y pasiones. Odiaba ir a la universidad a tempranas horas de la mañana —como a todo el mundo—, le gustaba ir a las prácticas de volleyball del entrenador Keishin Ukai y pasar un buen rato con sus compañeros.

El ambiente allí era el mismo; practicar y mejorar en técnicas que les podrían servir para futuros partidos, juntarse en grupitos de cinco para la hora del almuerzo y hablar de chicas con las que harían buena pareja —tema que incomodaba un poco al pobre Yamaguchi—. Verdaderamente se podía decir que no tenía amigos. Todo se basaba en el bucle de ir a la universidad, llegar a casa y viceversa.

Papas fritas. Esa era su comida favorita. Su mamá siempre lo reprendía porque, si seguía comiendo comida rápida, iba a padecer de colesterol alto.

Yamaguchi soñaba con bajarle una estrella a la persona correcta. A la que llegara. Así tal vez se olvidaba de su pasado con el chico que lo marcó de por vida. Su ex novio, Takeshi Ishiwaka.

Ese era Yamaguchi.

Tadashi Yamaguchi.

En el punto de vista de Tsukishima, Tadashi Yamaguchi era irritante. Tanto así, que podía calificarlo como molesto. Era una extraña combinación de ternura y confusión. Tsukki creía que en cada una de sus pecas, escondía dudas, mentiras y fetiches...

Cada vez que se le acercaba, tenía un olor a comida rápida y crema para manos. Y sí. Podía decirse que ese era la esencia definitiva de Yamaguchi.

Habían tantas cosas que a Tsukki le causaban ese sentimiento de pasión. Tres de muchas de estas, eran; ver los partidos de tenis en vivo —claramente cuando había temporada de este deporte—, tomar mucho café para sobrevivir a los duros horarios que tenía que enfrentar en su vida e ir a la universidad porque su meta era llegar a ser un gran diseñador gráfico.

Keishin Ukai lo tenía harto. Era el entrenador, está bien. Pero eso no le daba el derecho de gritarle que tenía que mejorar el tiempo de salto, según Tsukki.

Él tomaba el volleyball como un hobbie extremadamente cansado. Buscaba un deporte que lo moviera. Pero eso ya le estaba empezando a aburrir.

"Esto del volleyball sólo es un club", canturreaba para sí mismo mientras daba pasos vagos por los pasillos de la universidad.

Y, tal vez era cierto lo que pensaba.

El volleyball no lo movía del todo.

Pero sí lo hizo la tremenda llegada de Yamaguchi a su vida.

Y también el estado en el que lo dejó.

¿Qué sabía el pobre Tsukishima que un delgado chico pecoso iba a marcarlo de por vida con un "lo siento, Tsukki"?

¿Qué sabía el pobre Tsukishima que un delgado chico pecoso iba a marcarlo de por vida con un "lo siento, Tsukki"?

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Lo siento, Tsukki {Tsukkiyama} [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora