《 Una entrañable mentira》

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Luca y Alberto estaban de nuevo en aquella estación de trenes en la que tantas veces se habían dado su último "hasta pronto", antes de volver a pasar una larga temporada separados.

La vida de Luca se había llenado de tantos deberes, compromisos y responsabilidades que aprovechaba cada visita a Portorosso en su época de vacaciones para visitar a sus padres y contarles de las novedades provenientes de la ciudad en la que vivía, pero sobretodo pasarla junto a Alberto, que ya habían dado el siguiente paso de llevar su relación a otro nivel y convertirse en novios. Aquel día cumplían tres años de noviazgo. 

—Voy a extrañarte demasiado —dijo Alberto en medio del abrazo—. Me hubiera encantado ir contigo

—No te preocupes, tal vez la próxima vez podamos viajar juntos —respondió Luca en tono de consuelo—. Ay Alberto, hay muchas cosas que quisiera enseñarte cuando viajemos, ¡el mundo es realmente maravilloso!

—Lo sé, porque tú eres mi mundo

El corazón de Luca se aceleró con rapidez ante aquellas empalagosas palabras que no pudo hacer más que aferrarse aún más al abrazo, y ocultando su ya sonrojado rostro sobre el hombro del mayor, exhalando sutilmente su dulce e inconfundible aroma.
 
Al cabo de unos minutos, un sonido proveniente de la locomotora les dio aviso de que ya era momento de marcharse, y ambos se dedicaron unas últimas palabras en las que se prometían enviarse cartas diariamente antes de que Luca abordara el tren y se despedieran con un cálido y corto beso.

Alberto se quedó unos momentos observando al tren alejándose por las vías hasta adentrarse en un tunel donde finalmente lo perdió de vista. Ahora solo quedaba esperar hasta el día siguiente para recibir alguna carta suya donde le avisara que había llegado a casa de Giuila. 

Su sonrisa se desvaneció un poco, y se encaminó tranquilamente por el pasillo hasta la salida de la estación donde se encontró, como habían acordado, a aquel atractivo chico que lo esperaba, recargado e impaciente en su costosa Vespa carmesí.

—Al fin, realmente tardarse demasiado —reprochó Ercole cruzado de brazos y con el ceño fruncido.

Oh, lamento haberte hecho esperar —se disculpó y se acercó hasta su rostro para depositarle un beso sobre sus labios.

Mmh, como sea, vayamos a dar un paseo, aquí es aburrido —su tono de voz había cambiado a uno más suave y sus manos habían paseado por su torso.

—De acuerdo, pero recuerda que no podemos pasar cerca de la costa —respondió un tanto avergonzado—. No quisiera que mi padre nos viera

—Ya lo sé querido, por eso es que hoy voy a llevarte a mi casa, quiero darte una sorpresa, ahora sube

Alberto accedió, y enseguida subió a la parte trasera de la Vespa mientras se sujetaba rodeando sus brazos por la cintura de Ercole, y se acomoda sobre su espalda para mantenerse apegado a él.   
Una vez listos, Ercole encendió la Vespa y emprendieron el largo camino a una gran y habil velocidad. Alberto no dejaba de sentirse un tanto extrañado ya que esa era la primera vez que lo llevaría de visita a su hogar, y supondría que debía de vivir en una enorme mansión o algo así de lujoso.

Fue a principios del año pasado que ambos habían comenzado a estar juntos de forma romántica a escondidas de todos los demás.
Absolutamente nadie sabía de su relación y sabían perfectamente cómo mantenerla en secreto, o al menos Alberto había aprendido a cómo mentir perfectamente.

~

Ocurrió una mañana, cuando Alberto  había terminado de entregar los paquetes de sardinas que faltaban y regresó a casa para ayudar a su ahora padre, con algún otro pendiente. Pero en lugar de eso, él le mostró una caja que contenía unos cuantos discos de vinilo que Luca había enviado como regalo, pero le explicó, apenado, que no tenía ningún tocadiscos con la que pudieran escucharlos, a lo que el anfibio mencionó que él sí tenía uno guardado en la vieja torre, por lo que no tardó en salir corriendo de la casa para ir a buscarlo.

Un amor obsoleto [Alberto X Ercole] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora