Fantasy Writer

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Marko

La vida del Cazador de Rayos no es tan glamurosa como presumen algunos escritores, y navegantes adictos a sustancias de colores extraños. La aventura y el romance que estos prometen no son más que puras patrañas, creadas exclusivamente para seducir a pobres tontos como vuestro servidor, y mi madre. La cual, dicho sea de paso, también es en parte responsable de mi situación actual, ya que esa mujer tan encantadora como ingenua, plantó en mi interior desde una temprana edad unas cuantas ideas que hoy en día aborrezco.

Una de ellas fue el concepto de los valientes cazadores de tormentas, una premisa que estoy seguro que surgió de la boca de unos cuantos marinos mentirosos, que visitaban la taberna en la que ella trabajaba. Aún recuerdo la forma en la que me relataba aquellas historias cuando llegaba a casa, con sus ojos brillantes llenos de ilusión, y una enorme sonrisa muy contagiosa. Una parte de mi odia esas memorias, pues fue la imagen de mi madre sonriente la que me impulsó a cometer un terrible error.

En el mismo día de mi vigesimotercer cumpleaños, me uní a la primera tripulación de navegantes de nubes que encontré. Un grupo de criaturas bípedas con aspecto vagamente humano pero con la actitud de unos animales salvajes, los cuales no hacían nada más que beber, jugar, beber un poco más, y muy de vez en cuando, recolectar rayos.

Para ser justo con estas bestias, a las que a veces llamo colegas, los primeros dos o tres días de mi nueva vida a bordo del barco fueron decentes. Si ignoramos las bromas de mal gusto, la horrenda comida y los apodos, realmente estaba disfrutando el navegar por las nubes, y conocer tierras que no había visto más allá de las ilustraciones en mis libros. Fue durante ese corto intervalo de tiempo que me sentí como el protagonista de esas historias de aventura que tanto disfrutaba de niño.

Pero tras pasar una semana entera sobre esa prisión de madera junto a mis, cada día más insoportables, compañeros, empecé a planear una forma para asesinarlos a todos y cada uno de ellos, de la forma más dolorosa posible. Bueno, no realmente, soy consciente que hay personas a bordo que sí tienen un rol importante para el funcionamiento de la nave, por lo que matarlos a ellos no sería buena idea, tampoco creo que asesinar al capitán sea algo recomendable. Pero estoy seguro que puedo deshacerme de uno o dos tripulantes sin que eso afecte las cosas.

Afortunadamente para mis víctimas, mi conciencia fue capaz de crear excusas para retrasar mis planes, lo cual les dio una semana más de vida. Justo cuando me estaba quedando sin paciencia e imaginación para crear más excusas, el vigía gritó con todas sus fuerzas la oración más hermosa que había escuchado en toda mi vida, "raíz a la vista". En ese momento un hechizo pareció caer sobre mis compañeros, pues todos y cada uno de ellos, incluso aquellos afligidos por enfermedades, salieron disparados hacia sus puestos, claramente tan ansiosos para bajarse del barco como yo.

El Capitán, un caballero de más de cincuenta años cuyo físico no encajaba con su edad, salió de su despacho y empezó a gritar órdenes, su áspera voz hizo eco en cada rincón del navío como si fuera el sonido de un cañón disparando, lo cual nunca falla en darme escalofríos. A su lado estaba el segundo al mando, un joven algo mayor que yo, tan alto como el anciano a su izquierda, el cual tenía en sus manos papeles varios, y un vaso que contenía una bebida de algún tipo.

Por lo que pude captar entre la mezcla de ruidos causados por los hombres trabajando y los ladridos del capitán, nos acercábamos a un pequeño pueblo al oeste de East Root. En palabras de nuestro líder, si todo salía bien nos quedaríamos ahí por una semana para abastecer la bodega, y recolectar información sobre las tormentas de la zona. El segundo al mando agregó que nos darán algo de dinero para poder comprar lo que necesitemos, y además remarcó que no causemos problemas, esta última orden fue recibida con quejas, y la mención de un nombre por parte de algunos tripulantes, el cual por lastima no fui capaz de escuchar bien.