Cualquier persona habría tomado distancia y cortado cualquier tipo de comunicación. Cualquier persona habría reconocido que aquello no podía terminar bien y que lo más sano era dejar de intentar fingir que las cosas se encontraban bajo control.
Pero...
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I. ¿Cómo esconder el amor?
El boxeador cae sobre sus rodillas y escupe gotitas de sangre que se estrellan contra la lona del cuadrilátero. Intenta estabilizarse, pero está demasiado aturdido para distinguir dónde plantar los pies. Se tambalea hacia adelante y el réferi interviene poniéndole una mano en el hombro y preguntándole si se siente bien o si desea detener la pelea.
El hombre aprieta los dientes y se vuelve a tambalear, pero consigue estabilizarse. Aparta al réferi de un empujón, ofendido por su ofrecimiento y se limpia la sangre de la comisura de la boca con el dorso de la mano. Su contrincante mientras tanto, observa la escena del otro lado del cuadrilátero con una media sonrisa. Hacer enojar a los boxeadores a los que se enfrenta le resulta sumamente entretenido.
Jaemin desde las gradas, sabe que su mejor amigo tiene la situación bajo control, pero aun así se preocupa, porque Jeno es un terco y sus formas de saborear la victoria muy raras. Ciertamente no es un sanguinario, pero arde en deseos de noquear a su adversario que esta noche lleva por nombre Bang Chan. Su sonrisa arrogante y sus músculos tensos le demuestran que espera que el hombre intente asestarle un golpe para devolvérselo triple. Una derrota fácil es lo menos que piensa darle a la audiencia, que ha apostado por él lo suficiente para tomarlos en cuenta.
Bang Chan le asesta un sólido golpe en el abdomen y aunque el impacto es repentino y directo, apenas logra mover su cuerpo unos pocos centímetros. Gracias a los músculos Jeno es tan pesado como un costal de piedras y hace falta más que un simple puñetazo para enviarlo a las cuerdas.
