Capítulo II.

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Días como hoy, ella trabajaba con pesar. 

La batuta que sostenía se movía de forma monótona, mientras permanecía parada en el estrado contemplando atentamente a los estudiantes. La sinfonía n° 8 de Schubert comenzó en aquel majestuoso teatro lleno de espectadores. Hermione observo con atención a su costado derecho donde Jennifer, la chelista, se desenvolvía con pasión y lentitud. Saboreando cada instante de aquel comienzo.

Los bailarines salieron a escena y sus movimientos suaves se armonizaron con la canción.

Hermione lamió inconscientemente sus labios y apretó la mandíbula evitando que su mirada se desviara hacia el escenario. El ballet solo traía malos recuerdos que nunca pudo olvidar, no importaba cuanto lo intentara, siendo maestra y directora de orquesta en Julliard era difícil evitarlos.

Día a día convivía con el enemigo y aunque las heridas en su corazón ya habían cicatrizado, el recuerdo de cierta bailarina todavía le provocaba desasosiego.

El espectáculo concluyo y los aplausos no se hicieron esperar, la mujer dio media vuelta y se inclinó en señal de agradecimiento. El público se puso de pie con entusiasmo y una de las bailarinas se acercó hasta Hermione para llevarla hasta el centro del escenario.

—¿Qué haces? —Pregunto sorprendida por los actos de la joven.

—Brindándole el reconocimiento merecido. —Fue la respuesta apresurada de Ginevra. Sus manos permanecieron entrelazadas bajos los reflectores y la multitud pareció enloquecer con sus aplausos. Las mejillas de Hermione se tiñeron de un color carmesí mientras sonreía. — Sería una injusticia sino reconocieran tu talento.

La castaña se estremeció al sentir el aliento de la chica rozar su cuello, pero mantuvo la sonrisa vacilante. El telón se cerro y cada uno de los bailarines se felicito entre sí con entusiasmo, la mujer no se sorprendió cuando la pelirroja a su lado la abrazo con fuerza al mismo tiempo que suspiraba.

—Gracias profesora. —Susurro de nuevo en su oído.

—No tienes que agradecerme nada, Ginny. —Respondió palmeando con suavidad la espalda de la joven. — Ustedes fueron los artistas esta noche, muchas felicidades.

Hermione se separó de la chica y observo a los demás bailarines junto a ella, algunos de sus músicos se habían acercado para felicitarlos también. Todos estaban muy felices de su exitosa presentación y Ginny logro atraer de nuevo la atención en medio de la multitud.

—Esto merece un festejo. —Exclamo en voz alta, haciendo que sus compañeros de baile y música estuvieran de acuerdo. — Vamos, ¿qué estamos esperando?

Los jóvenes desaparecieron rápidamente para cambiarse, pero la mujer de pelo rizado permaneció de pie en el mismo lugar. Se reprendió una y otra vez al no ser capaz de detener a la entusiasmada bailarina pelirroja, ella no podía comportarse como una chica más del instituto. Los pasos apresurados rompieron el silencio y Hermione alzo la vista encontrando a Ginevra con una sonrisa de alivio.

—Por un momento pensé que te irías. —Admitió acercándose con su mochila en su hombro derecho. — Nos acompañaras, ¿verdad?

—Ginevra, no creo que sea buena idea.

—No haremos nada malo, lo prometo. Iremos a cenar solamente. —Explico la pelirroja observándola fijamente. — Eso no está prohibido.

Hermione exhalo y paso una mano sobre su cabello con nerviosismo.

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