Capítulo 1: Catarsis.

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Capítulo 1
Catarsis.

—María La Paz, La Paz, La Paz; tres pasos pa' atrás, pa' atrás, pa' atrás...

—¡Ay, ya deja de cantar esa maldita canción!—gruñó Sam—¡Y deja de tironear mi brazo, que no soy tu muñeca!

—Bueno... que carácter—dijo Daiana abanicándose el rostro—¿Que pasó? ¿Te vino?

Sam puso los ojos en blanco.

—No. Mejor déjalo ahí.

Dai se encogió de hombros y volvió a cruzar su brazo con el de Sam mientras caminaban hasta Headway Digital, la agencia publicitaria donde ambas trabajaban.

Esa mañana de viernes, Sam ya se había recuperado —quedándose en casa y faltando al trabajo— de sus notables ojeras del jueves. Estaba más fresca, aún malhumorada pero con bastante energía para enfrentar lo que se le presentará. Pero principalmente, preparada para cruzarse a Melisa.

Ya había comido todo el helado de su refrigerador, había visto todas las películas románticas y dramáticas de Netflix, y hasta se gastó las cinco cajas de pañuelos descartables que tenía guardadas.

Había pasado su momento de catarsis y estaba mejor que nunca.

—Buenos días—oyó decir a sus espaldas.

¿Que estaba mejor que nunca? Retiremos eso.

Sus manos se volvieron puños al oír con que facilidad se había atrevido a hablarle, la muy descarada. Dai se percató de eso, por lo que decidió hablar por ella.

—Buen día Melisa, estamos llegando tarde, nos vemos luego—dijo conteniendo la respiración, lo mas rápido que pudo.

La pelinegra tironeó un poco de su compañera que había quedado inmóvil en un su lugar para conducirla hasta el ascensor. Sam aún no había volteado a ver a su ex, pero en cuanto lo hizo, deseó no haberlo hecho. Sus ojos grises eran algo que jamás podría olvidar ni dejar de amar.

Una vez cerradas las puertas del ascensor, se dejó caer al piso con su espalda apoyada contra la pared y se encogió metiendo la cabeza entre sus piernas.

—Sam—le habló Dai—Sam, no estés así—pero lo único que recibió fue un sollozo de respuesta.

Sin saber que hacer, rodeó a la castaña en un abrazo protector y trató de levantarla.

—No debes dejar que te vean así, vamos.

Dai invitó —obligó mejor dicho—a Sam a ir a su casa una vez que salieron de trabajar. Allí, Sam le contó toda la historia, titulada por ella misma como "La cornuda del año". Lloró y se descargó con Dai como no lo había hecho con nadie más, además de Melisa.

—Sé como te sientes—la consoló Dai sobando su espalda—Si te sirve de algo, a mi me hicieron cornuda tres veces.

Al oír eso, Sam levantó la vista y limpió sus ojos, manchándose los dedos con rimel.

—¿En serio?—le preguntó sorprendida. Daiana era una chica muy bonita, blanca, de ojos y cabello oscuro casi negros, con un cuerpo delgado pero con curvas marcadas, con las que cualquiera se tentaría. A Sam le constaba creer que pudieran hacerlo algo como aquello. Tres veces.

—Así es, pero no por eso tienes que dejar que eso te supere, Sam. Sé que no la estas pasando bien, pero pensa que mañana podes encontrar a alguien que realmente valga la pena, alguien que te merezca y te haga feliz.

Sam hizo una mueca. Lo que menos quería era pensar en volver a estar con alguien. Su confianza había sido destrozada, quemada, vomitada por chihuahuas.

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⏰ Última actualización: Jun 05, 2016 ⏰

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