Prólogo: Un jueves para el olvido.

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Prólogo
Un jueves para el olvido.

Era la mañana de un jueves lluvioso de Septiembre. Henry se había levantado temprano, como casi todos los días, a excepción de que ese jueves no tenia obligación de hacerlo ya que había pedido el día en su trabajo.

Había un buen motivo y ese era Jonathan.

Él y Hen llevaban casi tres años de relación. Se habían conocido por medio de un compañero de trabajo de Jonathan que casualmente era compañero de gimnasio de Henry. Cosas del destino.

Hen se apresuró en bañarse y bajó listo a la cocina para prepararle el desayuno que a Jon tanto le gustaba.

Prendió la radio y movió sus caderas al ritmo de la música, mientras sacaba las medialunas caseras del horno.

Justo cuando terminaba de servir el café en ambas tazas, el timbre sonó y con una sonrisa en su rostro fue a abrir la puerta.

—¡Jon!—exclamó contento. Hacia un mes y cuatro días que no lo veía. Se sorprendió a si mismo por como había llevado la cuenta de dichos días.

—Hola Hen—dijo Jonathan con una sonrisa, pero no era una sincera y ambos lo sabían. Se conocían como a su propia palma de la mano. Tanto como para Henry saber que algo no andaba bien y Jon para saber que Henry ya se había dado cuenta.

Igualmente, después de un corto abrazo y de Jon dejar su paraguas y abrigo a un lado, ambos entraron al departamento de Hen y se sentaron en sus lugares de siempre.

Jon se sorprendió al ver sus medialunas preferidas sobre la mesa y eso lo hizo sentir peor.

¿Como podía hacerle eso a Hen?, se preguntó a si mismo, tan bueno que él era. Despeinó su cabello rubio y trato de tranquilizarse.

—¿Como te ha ido?—le preguntó Henry revolviendo el café.

—Bien—dijo vacilante—Fue un mes bastante agitado.

Henry lo miró a los ojos, dejó su cuchara a un lado sin perder contacto visual y preguntó: —¿Qué está sucediendo, Jonathan?

Ese era Henry, directo y sin rodeos. Pero Jon no era así en estos casos, le costaba encontrar las palabras correctas cuando las cosas estaban tensas. Y lo que le era imposible era mentir, era un pésimo mentiroso.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y pudo ver la decepción en los ojos de Hen. Otra vez vio el dolor en esos ojos verdes.

—Lo siento—dijo el rubio, conteniéndose—No lo pude controlar.

Henry tenía ganas de tirarlo literalmente por la ventana. ¿Que no lo había podido controlar? ¿Que clase de excusa podía ser esa?

—Un mes Jon, solo nos separamos un mes. ¿Como que no lo pudiste controlar?—su voz asustó al rubio, ya que había salido mas gruesa de lo normal. Henry tenía una voz potente, como la de un locutor, a diferencia de la de Jon que era más aguda y delicada.

—De verdad lo lamento.

—Deja de decir eso, y sal de mi casa.

Sin decir más, Jon se levantó de su asiento, limpiando las lagrimas que se habían escapado, dispuesto a salir del hogar donde habían compartido tantos momentos juntos.

Pero no se le ocurrió otra estupidez mas que decir, qué: —¿Puedo llevarme algunas?—apuntando las riquísimas medialunas que Hen había horneado con tanto amor, pero en ese preciso momento, él estaba deseando haberle agregado algo de veneno.

—Sal de aquí—le repitió, apuntando la puerta. El rubio obedeció y Hen le siguió los pasos para cerrar la puerta luego.

—De verdad lo lamento—dijo Jon apenado una vez mas, antes de salir del lugar.

—Que seas muy feliz, Jonathan—estampó su abrigo y paraguas en su pecho, haciendo que el rubio perdiera un poco la estabilidad. Ambos sabían que Henry estaba deseándole todo lo contrario en ese momento.

No volvería a tropezar con la misma piedra dos veces.

***

Una lengua larga y suavecita empezó a llenar de baba la cara de Sam esa mañana del jueves. Maldiciendo se saco de encima lentamente a Sharon, su perrita caniche de cinco meses.

Se levantó y lavó su cara para quitarse todo rastro de baba de ella. Que asco, se dijo a si misma y empezó a cepillar sus dientes.

Su imagen al espejo podía espantar a cualquiera. Su pelo castaño enmarañado, sus ojos con unas grandes ojeras y en si, toda ella gritaba: ¡Estoy del asco!

Pero, tenia todo el derecho de estar así.

El miércoles por la noche, cuando iba a llevarle a su novia Melisa un ramo de orquídeas y las hamburguesas que tanto adoraban para festejar su sexto mes juntas, se llevó una gran sorpresa.

Entró en silencio, cerró la puerta, y fue al cuarto de su novia donde seguramente estaría escribiendo como hacia cada noche. Pero al entrar al cuarto, vio una de las imágenes que solo vería en una de esas páginas prohibidas de Internet. Melisa no sólo estaba con otra mujer. Estaba con dos más.

Sam lo único que atinó a hacer fue tirarles las orquídeas y las hamburguesas a la cama para que se dieran cuenta de su presencia, le gritó a Melisa lo perra y asquerosa que era -entre muchas cosas más- y sin darle tiempo a seguirla salió de la casa con la promesa de nunca más volver a dirigirle la palabra y ni siquiera mirarla a la cara. No se lo merecía.

—Debí sacarle los pelos a esa perra.

Comenzó a sacarse el pijama con furia, lo tiró en un rincón y se metió a la ducha. Empezaría otra vez y no le daría el gusto a su ex de verla afligida por su causa. Mujeres como ella no valían la pena.

***

Hello!

Bueno, heme aquí de regreso otra vez.
Quiero compartirles este nuevo proyecto en el cual estoy trabajando y saber que les parece.
Así que espero que me acompañen a mi, a Sam y Henry en esta rara aventura.

Para los que me han estado preguntando, pronto tendrán noticias de Mordida, no desesperen.

Espero sus mensajes y votos, estoy muy entusiasmada con "Sin querer", amo a estos nuevos personajes, espero que ustedes también lleguen a quererlos tanto como yo.

Los adoro :)

#Zar


Sin querer | PropuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora