Capítulo 4.

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A la tarde siguiente, Chris volvió al parque, esperando encontrarse con Felix. Lo más probable era que el pecoso le contaría acerca de su cita y lo bien que se la pasó con el tal Ji Sung, tal vez con ojos brillantes, pero no le importaba, podía soportar eso sólo porque quería verlo. Aunque era incapaz de entender de dónde había salido esa necesidad de estar cerca de él por un rato, lo único que deseaba era saciarla.

Esperaba ver a Felix con la felicidad hasta el cielo, sonriendo ampliamente y dando saltitos por ahí en vez de caminar como una persona normal, pero lo que vio acercarse al lugar de costumbre fue a un rubio sin ánimos y con expresión facial triste. Sin saber qué había pasado con exactitud, no pudo evitar sospechar que las cosas no habían ido del todo bien en la cita...

—¿Felix?

—Hola, Chris —saludó sin ganas y se quedó parado ahí cuando en cualquier otra ocasión habría tomado asiento para después sacar una paleta de caramelo.

—Te ves tan... diferente, como si no fueras tú —comentó sin intención alguna de ofenderlo—. ¿Está todo bien?

—Sí —mintió.

—Oh... De acuerdo —no supo qué más decir.

Se quedaron envueltos en el silencio por unos cuantos minutos, hasta que el rubio volvió a abrir la boca, llamando la atención del mayor.

—Oye, me dijiste que el chico al que besaste el otro día no es tu novio, ¿verdad? —Buscó una confirmación—. Sólo son amigos con beneficios, o sea que no hay ningún sentimiento especial entre ustedes o algo por el estilo...

—Exacto, no somos novios ni salimos a citas, nada de eso. ¿Por qué lo preguntas?

—¿Has fumado hoy?

—No, ¿por qué?

—Perfecto.

—¿No piensas explicarme qué está pasando? ¿De dónde vienen tus preguntas tan extrañas?

Felix no respondió, simplemente se acercó a Chris y lo besó como si nada más importara en esos momentos. Movió sus labios contra los ajenos sin realmente esperar ser correspondido, sólo buscando que el contacto no se rompiera y acostumbrándose al sabor de los labios del otro australiano. Cuando se apartó para tomar un poco de aire, el castaño lo miró con confusión. Se había quedado tan impactado por las acciones del menor que no sabía ni cómo reaccionar.

—Ven conmigo —pidió el pecoso, sujetando la mano del contrario.

—¿Qué...? ¿Qué demonios haces?

—Vamos a mi casa, te lo explicaré todo allá.

Chris se dejó guiar por Felix. En menos de diez minutos llegaron a una casa de color azul con detalles blancos que estaba casi al centro de una de las calles de ese vecindario. El rubio sacó las llaves de su bolsillo y quitó el seguro de la puerta, pasando hacia el interior y prácticamente arrastrando al castaño con él.

—¿Vas a invitarme un café, Felix? —Preguntó en broma.

—Sólo cállate —ordenó al momento de cerrar la puerta y volver a agarrar la mano de Chris para llevárselo hasta su habitación, sin siquiera dejarle algo de tiempo para que apreciara el lugar en el que vivía.

Lo empujó a la cama y se posicionó encima de él, volviendo a besarlo al instante, sólo que con más desesperación que antes. Esa vez, fue correspondido. Chris comenzó a acariciarle la espalda mientras devoraba sus labios y permitía que el contacto fuera tan profundo como el pecoso lo deseara.

Cuando Felix empezó a deshacerse de su ropa, el mayor lo detuvo sólo para preguntarle si estaba seguro, pero el más joven respondió lanzando su camiseta al suelo y tomando los labios de Chris con los propios una vez más, animándose a pedir acceso a la boca contraria con su lengua tras varios segundos. No parecía importarle ni una cosa más que estar con él en ese instante.

Al entender que no tenía dudas, el castaño se apartó un poco, incorporándose para empezar a desvestirse también. Juntos pasaron el resto de la tarde entre las sábanas del pecoso, conociendo sus cuerpos y disfrutando de ellos sin límites, llenando la habitación con suspiros placenteros y gemidos fuertes, olvidándose de todo lo demás.

Con sus cuerpos agotados después de un rato, cayeron en el colchón del rubio y trataron de recuperar el ritmo normal de sus respiraciones. El mayor volteó a ver a Felix, alcanzando a notar desde su sitio algunas de las marcas rojizas que le había dejado sobre el cuello con ayuda de sus dientes, todavía preguntándose si lo que acababa de ocurrir no había sido sólo un sueño retorcido.

—Maldición. ¿Qué hicimos?

—Tuvimos sexo, genio —respondió Felix con una pizca de fastidio—. Y ahora me gustaría dormir por un rato. Puedes irte, quedarte, dormir también, comerte todo lo que encuentres en mi cocina, ver la televisión, tengo Netflix... Puedes hacer lo que quieras, realmente no me importa.

—Felix, ¿en serio me trajiste a tu casa para acostarte conmigo?

—Cielos, ¿querías que esto pasara en un lugar público? Qué pervertido eres.

—¡No! No pregunté por eso...

—Déjame dormir.

—Felix, ¿qué rayos te sucede hoy? Puedes contármelo, prometo no reírme ni juzgarte.

El rubio dudó un poco, pero finalmente se movió un poco en la cama y volteó a ver al contrario, soltando un suspiro. Se sentía entre molesto y decepcionado, tal y como se siente una persona cuando necesita hablar con alguien... Haberse acostado con Chris no tenía por qué volver incómodas las cosas entre ellos, ¿o sí?

—Lo que sucede es que tenías razón —dijo con cierta tristeza—. Han Ji Sung quería sólo una cosa y por eso se estaba comportando como un chico increíble, pero... para él sólo fui una ridícula apuesta que deseaba ganar.

—Oh, Felix...

—Fuimos a comprar chocolate caliente cuando salimos de la pista de patinaje, pero de repente dijo que tenía que ir al baño y dejó su teléfono celular encima de la mesa, supongo que no a propósito. Sé que invadir la privacidad de otras personas es incorrecto, pero su pantalla brilló con tanta intensidad cuando le llegó un nuevo mensaje y no pude evitar mirarla. Le habían escrito en un chat grupal con el nombre "Apuesta: tirarse a Felix", ¿qué más iba a hacer?

—¿Leíste los mensajes?

—Sí —contestó—. La contraseña de ese cretino no fue muy difícil de adivinar —se encogió de hombros—. Y bueno, leí todo y me di cuenta de que soy un idiota.

—No digas eso, Felix.

—Ji Sung regresó del baño y le dije que ya sabía todo. Intentó negarlo y darme una explicación absurda, pero yo sólo me fui, no tenía ganas de escucharlo.

—Hiciste bien. Ese imbécil no te merece.

—No puedo creer la facilidad con la que me atrapó con sus palabras bonitas. Supongo que sí soy un tanto inocente...

—Oh, por favor, después de lo que hiciste entre mis piernas, me queda claro que no eres tan inocente que digamos —intentó bromear y, sorprendentemente, sí logró sacarle una pequeña risa al rubio.

—Chris... —Giró sólo un poco para verlo frente a frente—. Las cosas entre nosotros no cambiarán después de esto, ¿verdad?

—No, claro que no.

—Gracias al cielo —suspiró aliviado—. Perdón por haberte arrastrado hasta acá, seguía con la mente nublada y sólo quería olvidarme de todo. Tú me agradas mucho y no quisiera que dejáramos de hablar.

—Tranquilo, todo está bien —rio bajito—. ¿Lograste olvidar todo por un rato, tal y como querías, chico no tan inocente?

—Sí... y lo disfruté —confesó con una sonrisa de lado—. ¿Y tú?

—También lo disfruté.

Continuará.

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El siguiente capítulo también será el último. ¡Gracias por leer!

No tan inocente [ChanLix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora