-El señor dijo que amaramos a nuestro prójimo... ¡Y lo hacemos!
-Amén
-Pero esas personas, aquellos que van siempre por el camino del mal transjiversaron las palabras de nuestro señor, llevando a cabo aquellos actos vanales.
-Amén
Solo podía sentir asco. Asco de aquellas personas de mente cerrada que no entendían que el amor solo era amor y que no por amar a una persona te estaban condenando al infierno.
Pero no podía hacer nada más que citar el "Amén" y asentir para que fuera aquella figura perfecta que todos deberían de seguir así como mi padre al ser el nuevo Pastor de la iglesia.
-Pero no se preocupen hermanos, cuando esas personas puedan ver el mal en sus actos nosotros siempre podremos recibirlos con los brazos abiertos y esperar a que sean perdonados
Cuando voltee para mirar el reloj que estaba en la pared izquierda y confirmar que solo quedaban unos minutos para terminar su tortura vio a aquel chico de cabellos rubios asentir a la par de todo el aforo y aferrar su rosario rojo contra su pecho.
Sus labios estaban haciendo una pequeña mueca y sus ojos se mantenían atentos a todo lo que mi padre decía.
Era bello.
Era puro.
Era perfecto.
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