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Los rumores corrían demasiado deprisa, más aún cuando tenía que ver con alguien que no había presentado el examen más importante, no solo de su vida académica, sino, de su vida en general

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Los rumores corrían demasiado deprisa, más aún cuando tenía que ver con alguien que no había presentado el examen más importante, no solo de su vida académica, sino, de su vida en general. Y por si eso fuera poco, el último examen del curso también había sido olvidado por lo que, incluso si rezara todas las noches, su último año estaba perdido.

Aunque nadie en su clase tenía verdadero interés en conocerle, sí que tenían ansias por saber cuáles eran los motivos por los cuales su banca había quedado vacía ese día; dejándolo sin oportunidad alguna por lo menos un año. Seguramente en algún momento se enterarían que había ido a parar al hospital y que en ese momento, luchaba incluso para mover sus párpados. 

Por la ventana, observaba los árboles moverse gracias al viento y a los pajaritos volar alegremente mientras parecían jugar unos con otros, ahí inmerso, se preguntó: «¿esto ocurre todos los días?»

Porque de ser de esa manera, resultaba maravilloso. Resultaba maravilloso tener un tiempo para sí mismo. Y resultaba irónico, porque si bien ya estaba todo perdido y no tenía más opción que resignarse, la presión que la mayoría de las veces estaba presente en su pecho sin dejarle descansar, no existía.

Porque él no lo permitía, porque el doctor explícitamente había dicho "concéntrate en tu recuperación", y eso es lo que estaba haciendo. Hacía más de un mes que se encontraba convaleciente y la primera semana había pasado sin novedades; su madre le ayudaba a sentarse luego de que la enfermera le llevara su comida y él solamente se dedicaba a abrir la boca, morder y tragar.

A principios de la segunda semana, sus manos comenzaron a moverse, temblorosas y con dificultad, no obstante, la comida viajaba con bien de su plato a su boca, y eso lo hacía sentir extraordinariamente bien. Las mejorías eran cada vez más notorias, y esa mañana de la quinta semana en recuperación, había podido caminar hasta el baño ¡Sus piernas finalmente le respondieron y no tuvo que hacer uso de la silla de ruedas!

—¡Oh! ¿Yoongi, dónde estás? —preguntó su madre tras entrar y ver la silla de ruedas a un lado de la cama vacía.

—¡Estoy en el baño! —respondió con un pequeño grito. Escuchó los pasos presurosos de su madre dirigirse hacia él, y luego, la puerta se abrió con un estruendo.

—No estás en la silla de ruedas... —susurró ella con los ojos bien abiertos y una expresión de inmensa confusión plasmada en su rostro—. ¡NO ESTÁS EN SILLA DE RUEDAS! —gritó feliz luego de haber procesado aquella información.

—Sí madre, ya puedo caminar, sólo no me zarandees —le dijo él tomándola de los brazos para aplacar un poco su ataque de euforia.

—Aaahhh, lo siento tanto, cariño, es que... —su voz se hizo más delgada hacia el final de su oración, dejándole en claro lo que quiso decir.

—¿Tú... pensabas que no me levantaría nunca? —su madre hizo una mueca.

—"Nunca", es demasiado —hizo una pausa—, más bien, estaba pensando en que estabas tardando en dejar la silla de ruedas y no creí que fueras a caminar tan pronto luego de eso.

—Bueno, pues has fallado, ya estoy aquí parado, siendo más alto que tú y yendo al baño solo —respondió con una gran sonrisa que hizo que su madre soltara una carcajada.

Ese día en la tarde, el doctor fue a hacer nuevamente el chequeo de rutina; el doctor dijo que todo estaba marchando bien y que no debía presionarse por hacer las cosas rápido, pues todo fluía a su manera y apresurar las cosas podría echar las cosas a perder. 

Aquellas palabras Yoongi las apreció mucho y las acarició con esmero cuando se encontró en soledad nuevamente. Sus dieciocho años parecían haber dejado de valer en algún punto, y lo único que adquiría valor era las desiciones que debía tomar. Decisiones que fueron tomadas apresuradamente sin ningún tipo de apreciación e incluso, con dolores de pecho y malestar en el pensamiento. 

Se aseguraría de que ninguna de sus decisiones futuras valiera más que su vida.

Los días siguientes pasaron con parsimonia. Yoongi descubrió que le encantaba pasear escuchando a las hojas moverse por la brisa y a los pájaros chillar cuando se acercaban a jugar a las pequeñas fuentes que estaban en el hospital. Sus piernas no dolían ni temblaban, y lo mismo pasaba con sus brazos y con el resto de su cuerpo.

Las inmensas ojeras que habían adornado sus ojos habían desaparecido por completo y los pensamientos negativos que le causaban taquicardias e insomnios se esfumaron con facilidad.

—Yoongi, sé que quizá sea muy pronto abordar el tema, pero es necesario que obtenga una respuesta de tu parte —era tarde; el sol se había escondido horas atrás y sus padres se encontraban sentados en la cama desocupada de enfrente—. Nos gustaría saber si deseas cursar tu último año aquí o sería mejor para ti quedarte un tiempo en donde mi hermana. Yoongi los miró confundido.

—¿A dónde? —preguntó.

—A Busan —contestó su padre por ella—. Tu tía vive más cerca del mar y su especialidad es su restaurante de mariscos. Vende un montón de otras cosas también —su padre divagó y divagó un rato, hasta que dijo—: luego de escuchar sobre tu episodio, le habló a tu madre para ofrecer su casa en caso de que quisieras cambiar de aires. Dijo que podrías terminar el curso que quedó inconcluso ahí, y no tendría problemas por tener un par de manos extra que le ayudaran con los mandados y la cocina, entonces, ¿qué dices? ¿te gustaría pasar un rato con tu tía?

Yoongi lo meditó por un momento; era verdad que ya no quería hacer nada apresuradamente... sin embargo, a nadie le haría daño un cambio de ambiente. Estaba seguro de no querer ver la cara de sus profesores: le verían con lástima, decepción e incluso con burla. Se creerían mejores por haber atinado en sus predicciones de él siendo un don nadie y un perdedor.

—Me parece una buena idea —contestó con seguridad. Los ojos de sus padres se iluminaron con alegría.


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⏰ Última actualización: May 19, 2022 ⏰

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