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Jiang Wanyin era esa clase de persona que debía ver para creer. Tal vez por eso no sorprendía a nadie el hecho de que fuera ateo, o que no creyera en absoluto que Yao, uno de sus mejores amigos de toda la vida, tuviese un sueño un tanto raro, por no decir inverosímil.

-¡Que no te estoy mintiendo!- chilló el omega hastiado. Se encontraba en casa del Jiang menor viendo una película, misma que parecía ya haber quedado en el olvido por el más bajo-. ¡Yo sé lo que soñé! No entiendo por qué no puedes creerme.

-Es que me es imposible todo lo que estás diciendo- suspiró dejando el cuenco medio vacío de palomitas a su lado. Estaba claro que esa plática iba para largo-. Me estás contando que soñaste que yo, un alfa común y corriente, estaba enlazado a un omega que por su descripción física me queda claro que en mi vida he visto y a Wei Wuxian, el presidente estudiantil, que es un beta y con quién jamás de los jamases he hablado o entablado contacto visual siquiera.

-Exactamente.

-Yao- Wanyin se sobó el puente de la nariz, harto de las tonterías de su amigo. Porque eso es lo que eran, tonterías-, creo que se te olvida el importante detalle de que a) los betas no pueden enlazarse, y b) es imposible que tenga dos destinados, y más de diferentes jerarquías. Solo acepta que comiste demasiadas semillas de loto antes de irte a dormir.

El contrario bufó antes de lanzarle un cojín al rostro-. Bien, no me creas. Pero cuando te topes a esos dos y no tengas la más mínima idea de que hacer, ¡no vengas a mí, porque no te ayudaré!

Oh, cierto. Wanyin había olvidado un importante pero sutil detalle: tanto Yao como el resto de su familia tenían un peculiar don para encontrar o percibir almas destinadas que se encontraban cerca. Así era como Yao había encontrado a la suya, un tímido alfa de nombre Huaisang. Sin embargo, su habilidad jamás se manifestaba en sueños, y menos como el que el mayor le había descrito.

-Sí, sí- zanjó el palabrerío de Yao con un ademán desinteresado. Sabía que el contrario no dudaría mucho estando enojado con él-. Como sea.

Pobre Wanyin, debería haber tomado las palabras de su amigo en serio.

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Maldijo por quinta vez su alarma mientras corría como si el mismísimo diablo le viniera persiguiendo. Y es que, en cierto modo, así era: ese preciso día tenía el examen a una de las universidades de esgrima más prestigiosas del país. La misma se caracterizaba por ser firme en cuanto a la disciplina, y en definitiva llegar tarde le cobraría todas las oportunidades que podría tener.

Los días anteriores se había preparado lo mejor que podía: practicó su técnica hasta el cansancio, escogió su mejor peto de esgrima e incluso se había comprado una nueva espada a fin de dar una mejor primera impresión.

Misma que, claro, estaba por irse directito al desagüe por culpa de su estúpida alarma.

Sentía que en cualquier momento los pulmones le explotarían de los mucho que ardían, gruesas gotas de sudor bañaban su frente y estaba seguro que su cara parecía un jitomate.

Soltó un suspiro de alivio al ver que estaba a sólo unos metros del lugar y que llegaba a tiempo por solo un par de minutos, cuando su cuerpo chocó de manera violenta y abrupta contra algo.

Más bien, contra alguien.

Se fue de lleno al piso, sintiendo la estructura de su mochila clavarse en su espalda, golpeándose con fuerza la cabeza y logrando que viera estrellas unos segundos. Soltando un quejido, notó que en su apresurada carrera se había llevado por delante a un chico casi de su tamaño, de cabellos negros, piel clara y que por su aroma era un omega. Cuando este alzó la mirada, Wanyin sintió que el alma se le salía del cuerpo.

Era él. El omega que Yao había descrito de su sueño.

No. En definitiva, esto era un chiste. No podía bajo ninguna circunstancia ser real. Pero, como si la madre naturaleza decidiera que encontrarse al dichoso omega no era suficiente escarmiento, un chico llamando a este mientras corría en su dirección llegó.

Uno que Wanyin ubicaba muy, pero que muy bien.

-¡Lan Zhan! ¿¡Estás bien!?- Wuxian revisaba al azabache por todas partes, poniéndolo sobre sus pies nuevamente y sacudiéndole el polvo de la ropa-. Te he dicho que tengas cuidado por donde caminas, sabes que te puedes hacer da...

Sus palabras quedaron suspendidas mientras finalmente dirigía la mirada y la conectaba con la suya, enviando una abrupta descarga eléctrica por todo su cuerpo. El calor que brotó de su pecho lo dejó desconcertado, pero nada lo preparó para las reacciones de los contrarios.

El omega, conocido como Lan Zhan, se había puesto demasiado rojo y sus feromonas se habían disparado como si de un aromatizante ambiental se tratase, ahogándole en aquella fragancia a sándalo y cedro. Y Wuxian, el beta, dejó escapar un gemido mientras se removía en su lugar y fruncía la nariz, claramente incómodo por el olor no sólo del omega, sino también el de Wanyin, que se expandió tan rápido que terminó ahuyentando a una pareja que pasaba por ahí.

Aquello terminó de encender las alarmas en el cerebro de Wanyin. Un beta no podía oler ningún tipo de feromonas ni aunque estas estuvieran justo bajo sus fosas nasales. No a menos...

No a menos de que se encontrasen con su destinado.

-La puta madre- jadeó en voz baja.

Yao tenía razón. El muy maldito tenía razón, y vaya que se lo restregaría en la cara por los siguientes diez años.   

𝗦𝗨𝗡, 𝗠𝗢𝗢𝗡 𝗔𝗡𝗗 𝗔 𝗙𝗘𝗪 𝗦𝗧𝗔𝗥𝗦「jc + wwx + lwj」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora