ADVERTENCIA: Sensual, pornoso, bien duro, y comienzo del lemmon (me sorprendí hasta yo xD) Pueden matarme si quieren pero me estaba quedando TAN asquerosamente largoque decidí cortarlo en dos partesconviertiendo esto en un Three-shotlo siento de verdad. Comprenderé el hecho de que me odien. Si se consideran demasiado inocentes como para leerlo, pos cierren el fic y ya. Si por el contrario tienen la mente más cochambrosa que mi cuarto (?)...disfrútenlo. No me hago responsable de las posibles roturas de ovarios, derrames, pérdidas masivas de sangre y demás ...
Raito sujetaba a Kanato dominando a su vez el beso. El oji-lila no reaccionó de forma extraña ni nerviosa, ya que de sexo no pero Kanato de besos sí sabía. Al pelirrojo no le hizo falta imaginar el cuerpo enteramente desnudo del menor. La ropa que éste traía puesta ya descifraba algunas cosas. Cuando se separaron Kanato apoyó las manos en el pecho todavía cubierto del mayor para comenzar a desabrocharlo. Raito se alarmó un poco. ¿Desde cuándo la ternura con patas que era Kanato hacía eso?
- Kanato-kun -le llamó pausadamente- ¿Qué haces?
Pero el menor estaba muy concentrado tratando de dejarle desnudo de cintura para arriba. Ya le había quitado el chaleco rojo, pero sus manos se movían con nerviosismo. El mayor no iba a negar ni por todo el dinero del mundo que no le gustaba lo que hacía el menor, pero le parecía sumamente extraño que el ojeroso intentara hacer lo que estaba haciendo. No sabía cómo lo provocaba. Rodeó con sus brazos la cintura del más bajo, y deslizó sus manos hacia las caderas del pequeño hasta tomar el elástico de los diminutos shorts dispuesto a quitarlos de un tirón. Algo tan simple como eso bastó para que Kanato parara en seco.
- ¿Qué haces? -repitió con voz suave.
Kanato le miró con ojitos tiernos y suplicantes.
- Y-yo sólo quería hmm-hizo una pausa al notar unas cosquillas en su nuca. Y aprovechó aquellas placenteras caricias para buscar las palabras adecuadas. Pero no lograba concentrarse-hacerte sentir bien antes de enseñarte los juguetes. Como tú me besaste pues no me quise quedar atrás
Una sonora carcajada por parte de Raito la cual hizo que frunciera el ceño, lo interrumpió.
- Pero qué tierno y lindo eres Kanato~ -el aludido se sonrojó- Bueno, bueno ¿y qué compraste?
El menor dejó de fruncir el ceño para poner expresión curiosa. Se separó de Raito para acercarse a su gran ropero y casi entrando por completo en él comenzó a buscar los juguetes a los que el pelirrojo esperaba enseñar con demasiado entusiasmo. Al poco el menor volvió con dos cosas en las manos.
- Esta zanahoriay esta cosaque creo que es un collar
Raito tragó grueso. Le estaban poniendo bien a prueba. Cierto que hacía rato que decidió enseñarle a Kanato cómo se hacían los niños. Pero se estaba pasando. Aquella zanahoria no era ni más ni menos que un consolador con esa temática para hacer juegocon el traje de conejo que el menor lucía. Y el extraño collar eran unas bolas chinas. El pelirrojo se preguntó si aquello no era una maldita broma de su mellizo Ayato el cual gustaba de hacerle rabiar acerca de la inocencia de su Kanato. El ojeroso parecía curioso y tranquilo con lo que tenía en las manos, pero al pelirrojole ponía nervioso con sólo pensar qué podía hacer con eso. Tomó a Kanato por los hombros y lo miró serio. Al oji-lila le costó mirarlo directo a la cara con la tentación de que la camisa de Raito estaba semi-abierta por su culpa, pero trató de mantenerse.
El mayor volvió a besarlo esta vez más demandante. Al momento la chaquetita de piel blanca que portaba había volado por los aires. Inmediatamente estaba recostado en su cama, con su hermano mayor encima. No supo cómo, pero tampoco quiso saber, por qué Raito actuaba así de ¿salvaje? Era algo que no entendía. El oji-verde le susurró al oído que le enseñaría para qué servía lo que compró, pero que se lo enseñaría a la práctica, no le diría nada. También le advirtió suavemente que una vez empezara no se detendría. Kanato básicamente no entendió nada con exactitud, pero un suave escalofrío le recorrió la espalda al escuchar la dulce y a la vez ronca voz de Raito en su oído, de alguna forma le reconfortó y se dejó hacer. No pasaron ni dos segundos y ya estaba sólo con la ropa interior, las medias y las orejitas en su cabeza. Raito se alarmó un poco, sintiendo que cierto amigo despertaba entre sus piernas, más contento que nunca. El traje estaba pensado para todo. La ropa interior consistía en un tanga de encaje color piel que enseñaba más de lo que pretendía tapar, y de éste salían unas ligas que se unían con las medias negras. Casi al instante, la camisa de Raito ya no estaba. Por su parte el menor trataba de cruzar sus piernas en un desesperado intento porque el mayor no tuviera aquella imagen tan vulnerable de su persona. Si tan sólo hubiera podido taparse un poquito de la que se habría librado aquella fresca noche que para él no fue tan fresca. Raito fue más rápido y tomó ambas piernas alzándolas y posicionándose entre ellas. El oji-lila quedó paralizado. Estaba en una situación demasiado comprometida: semi-desnudo, tumbado en su amplia cama, con el pelirrojo situado entre sus piernas levantadas lazándole una mirada únicamente clasificada en triple X. Aquello le superaba.
- Onii-chan -llamó tembloroso. Pero eso sólo aumentó el deseo de su novio, al cual le provocaba que le llamara de aquella forma tan infantil.
- Tsk. Te dije que no me detendría Kanato-kun -chasqueó la lengua. Intentó no aplastar al menor, apoyándose sobre sus rodillas, e impidiendo que el contrario escapara con las manos apoyadas a cada lado de la cabeza. Se avalanzó un poco sobre él, haciendo sentir su aliento sobre los labios del menor. Habló con una voz ronca un tanto llamativa y excitante- Vamos~ no me dejes con este deseo. Déjame quemarlo contigo
El menor se sonrojó hasta la punta de sus morados cabellos. Aunque seguía sin entender un carajo de lo que le decía Raito. Sin embargo, lo que le decía y la forma en que lo decía, en que actuaba, le hacía sentirse extrañamente caliente y bien. Sintió unos cálidos y húmedos besos que comenzaban en su cuello y se dirigían descaradamente hacia su omoplato. Una vez allí, unos colmillos filosos como navajas se clavaron, haciéndole ver las estrellas. Notaba a la perfección los suaves y delicados labios de Raito que ahora actuaban de forma diferente a lo acostumbrado dilatarse y contraerse para sorber de la mordiday beber de su sangre. Un dolor agudo, profundo, algo que nunca había sentido. Se revolvió como gusanito pero de nada sirvió, sólo dolía más. A los dos minutos, experimentó un nuevo dolor al sentir su piel abrirse hacia fuera cuando el mayor sacó sus colmillos. Raito lo miró con una sonrisa entre divertida y lasciva, pero Kanato ni por las buenas le correspondió la mirada.
- Nee~ ¿qué te ocurre?
Kanato alzó la voz. - No debiste morderme. ¡Yo me estaba sintiendo bien hasta que me mordiste! -replicó molesto, muy molesto. Luego bajó de nuevo la voz, volviendo al tono suave y bajito que le correspondía- No me muerdas onii-chan
- Oww, pobrecito mío. ¿Te dolió mucho que te hiciera eso, mi bebé? Entonces no lo volveré a hacer, pero en compensa te haré sentir muuucho mejor, ¿vale? -Raito había vuelto a usar una voz suave y melosa que calentaba de sobremanera al menor.
- No puedo perdonarte tan fácilmente -contestó siniestro, una sonsirrisilla se había formado en su cara. Se incorporó haciendo que Raito retrocediera y quedara sentado, con él en su regazo, rodeando su cuello con los brazos- Debo castigarte, aunque sea un poquito
El mayor sonrió divertido y se dejó hacer. Ahora era él el que estaba tumbado en la cama, recostándose sobre sus codos, con Kanato sentado a una distancia peligrosa de su hombría. El oji-lila se acurrucó en su pecho, repartiendo leves besos y caricias. El pelirrojo suspiró maravillado. Para ser alguien tan inocente, Kanato se estaba manejando con asombrosa soltura. Raito le tomó de la nuca, pero una brusca sacudida por parte del más bajo le hizo retirarla.
- No onii-chan. Tu castigo será que yo te haga sentir bien, pero tú no puedes tocarme -advirtió con picardía.
Raito abrió los ojos y apretó con fuerza los dientes, sería duro, pero podría. Ambos formaban una extravagante pareja perfecta. Un Uke tierno sádico que necesitaba desquitarse, y un activo sado-masoquista al que todo lo tierno y rebeldele calentaba. Eran perfectos. Complementándose a su manera el uno al otro, pero perfectos. Esoles bastaba. Kanato arañó, mordisqueó, sobó y lamió todo el pecho de su chico. Raito hizo un esfuerzo sobre-humano para no tocarle la cabeza, ni acariciarle la espalda, en verdad se contuvo.
Pero hubo un momento en que Kanato, en un desliz, hizo chocar ambos miembros por encima de la tela. Ahí ya no pudo contenerse.
FIN