Nota: si a alguna se le ocurre algún titulo para el capitulo, por favor díganme, es que no se como llamarlo, gracias y que disfruten.
De algún modo somos iguales. Los elegidos para ser el heredero del trono de la familia Sakamaki. Aislados siempre. A él le fue prohibido tener infancia, era su deber ser mejor que yo, sobresalir en todo, superarme y convertirse en el más apto para ser el jefe de los vampiros. A mí me repetían incesantemente que no necesitaba hacer nada, por tanto tenía prohibido hacer cualquier cosa. Como alguna vez Reiji dijera: cual una flor, sólo yaciendo allí sin hacer nada; así pasaba mis días, así continúo pasándolos. No, también en eso tuvo razón, ni siquiera como una flor, ellas al menos despiden su aroma, cautivan con su belleza, en cambio yo sólo estoy inútilmente ocupando un lugar en el espacio.
Nunca se perdonaría no haber sido capaz de proteger lo más valioso que tuviera alguna vez. Se había condenado a pasar el resto de su eternidad en soledad absoluta. Algo dentro de él se había vuelto cenizas el día en que el cuerpo calcinado de su primer y último amigo se deshizo entre sus brazos. Y aun así, sentía el deseo de compartir con él ésa soledad que le carcomía las entrañas. Entonces recordaba que incluso un vampiro no era invulnerable a los terribles caprichos de la calamidad. Se sabía incapaz de protegerle de las inmisericordes garras de la desgracia; incapaz de protegerse a sí mismo de una segunda pesadilla acechante, esperando cual depredador el más leve descuido de su presa, aguardando que un día olvidase abrir los ojos, capturándolo en un diabólico ciclo de incesantes y despiadadas llamas, de penetrante y nauseabundo olor a carne, cebo, y cabello quemados. Encerrado en la parafernálica visión de un pequeño cuerpo ennegrecido por aquellas llamas demasiado violentas hasta para el infierno. No podría tolerar un nuevo residente en sus pesadillas. No podría. Jamás. Por eso debía tragarse las ansias de acercársele.
¿Desde cuándo sus horas muertas se habían llenado de Ayato? Como si su imagen estuviera tallada en el interior de sus párpados, podía verle con claridad al cerrar los ojos. Quizá fuera desde que notó que había dejado de ser un niño o quizá estuviera su figura grabada en él desde tiempos inmemoriales. No había manera de saberlo. En realidad no importaba.Por su parte el glorioso Ayato-sama se preguntaba en qué momento comenzara a interesarse en aquél hombre que cual basura con frecuencia yacía en el suelo de los pasillos sumido en un irritante sueño. Siempre con los audífonos puestos a todo volumen, desentendiéndose de todo. Incluso estando en la misma habitación no le miraría. Mantendría los ojos cerrados pensando seguramente en nada o mirando el espacio vacío, percibiendo nada de su alrededor. ¡Con qué derecho ignoraba su grandiosa presencia! Lo mismo sucedía tanto en la mansión como en la escuela. Asistían a cursos distintos, mas, los pasillos, las escaleras, el coche en el que se transportaban, eran los mismos para ambos, y sin embargo, los cristalinos y gélidos zafiros incrustados bajo las rubias cejas ni por error se cruzaban con su desafiante mirada. Ni siquiera le permitía la satisfacción de saberse esquivado; no lo miraba porque no lo notaba.
Harto jaló del cable de sus auriculares.Ahora tendrás que mirarme. Los pequeños auriculares rebotaron contra el suelo una vez antes de quedarse quietos sin dejar de tocar la interminable música que ahora se escuchaba con mayor claridad. El pelirrojo no se equivocó, Shuu alzó su cabeza de dorados cabellos para verle de frente y confrontarle. Le había expulsado de su ensimismamiento en un impulso, no tenía nada planeado, ¡qué diablos! Improvisaría:"Ése condenado chirrido que sale de tus audífonos lastima mis oídos".
"Entonces vete a otro lado", le respondió con su habitual indiferencia tirando con desgano del cable de los auriculares para alzarlos y colocárselos de nuevo en los oídos.