U N O

740 79 8
                                    





Melancólico, triste y aturdido. Así se sentía Jimin ante la repentina noticia. 

Según sus padres, su mejor amigo se mudará de casa y no solo eso, saldrá del país.

Con decepción comenzó a caminar por la acera de su casa pateando una piedra que se había encontrado calles atrás. Sus ojos picaban y suplicaban tener autorización para permitirse liberar las lágrimas que contenía el rubio.

Es lo único que tenía...

¿Por qué decidieron llevárselo? 

Es su hermano, su mejor amigo, su confidente, su cómplice...

¿Por qué él no ha venido a verlo?

¿Por qué no se lo dijo antes?

Miles de preguntas retumban en la mente de Jimin, lastimosamente, ningúna tiene respuesta.

Elevó su rostro al ver como la acera llegaba a su fin dándole paso a una calle. Se percató del lugar en el que estaba sorprendiendose a sí mismo.

¿Cómo llegué aquí?

Se preguntó mirando aquella gran casa que quedaba al cruzar la calle. Por un momento se dedicó a admirarla, en especial aquella ventana del segundo piso iluminada, recordando tantos momentos vividos en aquella habitación.

Está allí, está despierto.

Aún con su vista fija en la ventana, notó como la cortina fue apartada abruptamente enseñando a su mejor amigo asomarse por esta.

Sus ojos conectaron a pensar de la distancias, la oscuridad y frío solo conseguía que Jimin se sintiera extrañamente atraído por acercarse a su amigo.

Sin despegar la mirada del azabache, Jimin caminó a paso firme, agudizando su vista a medida que se acercaba.

- ¿Has llorado? - preguntó desde la calle a su amigo -

- No Minnie - contestó -

Sin embargo, aquella respuesta no convenció al rubio, quien a pesar de la distancia notó las bolsas bajo los ojos del azabache.

- ¿Cuándo me lo dirías? - se atrevió a preguntar -

- No pensé en decírtelo...

- ¿Planeabas irte sin más? - preguntó empuñando sus manos -

- Lo siento.

- ¿Me vas a dejar así de fácil?

- ¿Y qué puedo hacer yo? ¿Ah? - preguntó con frustración el azabache -

Jimin sabía que tenía razón.

¿Qué podrían hacer dos simples adolescentes? 

- Déjalo caer - ordenó Jimin -

- Ve a casa...

- Me estoy congelando Jungkook - frunció su entrecejo -

Sintiendo extraña culpa, Jungkook corrió a su armario y sacó aquella cuerda que amarraron ambos en el campamento de verano del año pasado. Justo como las ciento de ocasiones anteriores, el chico amarró la cuerda a la pata de su cama y luego tiró la soga por la ventana.

Sus ojos se conectaron de nuevo mientras Jimin escalaba para entrar por la ventana de la habitación de su amigo.

Al terminar de subir, recogió la soga y se quedó de pie mirando intensamente a Jungkook.

Nunca lo olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora