Tu nueva vida.

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Vanitas abrió los ojos cómo platos. El de los ojos azules lentamente se levantó de la cama, recordando todo lo que había ocurrido la noche anterior. Vanitas suspiró con pesadez, no podía creer que, su padre ya no estaba. Vanitas solamente se limitó a cambiarse, ahora oficialmente era parte del harén del rey Noé. Aunque Vanitas jamás se esperó esto, pero ni modo, su padre había tenido razón, los vampiros son unos monstruos horribles pero, el peli-negro no quería creer eso de Noé, no podía creer que Noé haya mandado a Matar a su padre.

El de los ojos azules de inmediato vió cómo la puerta se abría, dejando entrar a la misma pelirroja de la noche anterior. Vanitas frunció el ceño, esa chica no le agradaba para nada. La mujer también frunció el ceño, para después, acercarse lentamente a Vanitas. Para mala suerte de  Luciana, el rey había dejado vivo a este espía y no sólo eso, si no que le había dado la orden de cuidar de él apartir de ahora.  La chica estaba sumamente enojada, ella era una guerrera, no era la niñera de un maldito humano.

—Apúrate —sugirió cruzada de brazos, pues cómo el Rey Noé había confirmado que, este chico efectivamente era su concubino, debían seguir con sus tradiciones, no habían más concubinas que éste, el rey Noé solamente tenía a éste chico y a la Reina. Vanitas no dijo nada y obedeció, le daba un profundo miedo la maldita vampira.

Después de ello, la chica llevó a Vanitas ante la reina Dominique, o cómo el rey le decía: Domi. La Vampiro sonrió. Desde hace un tiempo, la chica se las había arreglado para hechizar al rey, ella sabía que, su reino se iría a bajo con un vampiro protector de humanos, así que, la chica se las arregló para hechizar al rey para que lo obedeciera al pie de la letra para tener un mundo mejor para ella y el resto de vampiros pero, dicho hechizo no liberaba a Noé de lo que sea que sentía por el maldito humano.

Así que, a ella solamente le quedaba aguantarse. El chico sintió cómo esa vampiro lo obligaba a arrodillarse ante esa mujer. Domi no sabía que hacer para liberarse de este saco de sangre. Si Noé sabía que, algo le pasaba al que llamó: "Su obra de arte" ella sabía que, su final sería trágico, pero lo bueno es que, podía hacer de la vida del concubino un infierno.

—Así que, tú eres  la obra de arte —rió burlona de lo que Noé le había dicho de su concubino. Cada vez que la Vampira quería de las atenciones de su esposo, él siempre la ignoraba diciendo que, podían estar casados pero, él seguiría fiel a su obra de arte. Aunque a la chica le dolía mucho, solamente aparentaba que le daba risa. Vanitas se sintió avergonzado, Noé se había referido a él de esa manera antes —. No eres la gran cosa —sonrió. Para ser honesta, ella había visto Vampiras más lindas que ese saco de Sangre.

Vanitas se mantuvo callado, no quería decir nada que le costara la vida, él simplemente era el concubino del rey, nada más, el rey no lo amaba. Solamente era para su entretenimiento y satisfacción. El ojos azules maldecía a su padre por entregarlo en bandeja de plata, aunque claro, ellos no sabían que, acabarían así. La chica siguió diciendo un sin fin de cosas ofensivas sobre su padre, sin mencionar que, en algunas ocasiones lo amenazó de muerte.

Vanitas sintió cómo la pelirroja lo ayudaba a pararse, para después, llevarlo a comer algo. Noé veía a lo lejos cómo su obra de arte caminaba por los pasillos del palacio seguido por Luciana. Era la primera vez que, Noé dejaba salir a su pequeño, sabía que, Luciana lo protegería aunque no quisiera.

Vanitas veía cómo siempre en el jardín del palacio se juntaba la multitud, mientras decapitaban humanos, humanos que Luciana le había dicho; habían tratado de matar Vampiros antes (cuando Noé quería la paz entre ambas especies). Vanitas sentía pánico, si no fuera porque tenía la protección del rey, ya lo habrían matado. Vanitas jamás se imaginó acabar así, él antes era el hijo de un humilde zapatero que, lideraba a los humanos.

Por años los humanos y vampiros siempre estaban en guerra, parecía que, jamás habría paz y tranquilidad. Vanitas siguió el día cómo si nada, mientras que, Luciana le explicaba lo que tendría que hacer cada mañana, pues al parecer, cómo ya era oficialmente un concubino, ya podía salir de su habitación pero, jamás podría salir del castillo. Aunque su vida parecía fantástica y que, cualquier persona querría, no tendría libertad, sin mencionar que, la reina lo vigilaba constantemente.

Al llegar la noche, Luciana lo acompañó de regreso a  su habitación. Luciana estaba aburrida, no podía creer que, de ser una de las guerreras  más grandes acabó siendo la criada de un humano. Vanitas suspiró con pesadez, al menos ya no sentía que lo vigilaban. El ojos azules de inmediato se sentó sobre la cama. Cuándo en eso,  la puerta se abrió, dejando entrar al rey.

Noé había tenido un día difícil pero, cómo sentía que, su obra de arte ya estaba perdonado por lo que había hecho, decidió visitarlo Cómo lo hacía antes. Noé se sentía un poco arrepentido de lo que pasó la noche anterior, sentía que, había lastimado a su pequeño y no quería que, éste lo odiara.

Noé se acercó lentamente a su obra de arte, para después hincarse ante él. Vanitas lo vió confundido en lo que, Noé besaba sus manos pidiendo perdón. Noé no era cómo el resto de Vampiros, aunque estuviera hechizado; eso no cambiaría lo que sentía por su pequeño. Vanitas sentía sus mejillas arder ante lo que Noé le decía ¿De verdad el rey le pedía perdón? ¿Y por qué razón? Vanitas solamente se limitaba a acariciar la cabeza de su majestad.

—Perdóname —repitió. Noé sentía que, le había hecho algo muy malo a su pequeño. Vanitas lo comprendió, el ojos azules no estaba molesto, en vez de eso, solamente se limitó a sonreír. No quería que, el rey se sintiera triste por su culpa.

—Está bien —susurró, mientras besaba la mano de Noé. Noé se sintió algo mejor. Por ira y decepción es que, él había tomado a su pequeño sin su consentimiento; cosa que no estaba bien para él. Aunque cualquiera diría que, al ser el rey él podía hacer lo  que quisiera, pero Noé no era así y, menos tratándose de su obra de arte andante.

Noé lentamente sacó una caja pequeña  de su bolsillo, para después abrirla. Vanitas abrió los ojos cómo platos, Noé le había vuelto a traer un regalo cómo antes. El regalo era un anillo con una piedra azul al igual que sus ojos. Noé besó su mano nuevamente, para después, ponerle el anillo a su pequeño.

El azul de tus ojos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora