Si había algo que a Harry le gustase más que levantarse temprano, era su nombre.
Harry Edward Styles. Siendo un niño, comentarios de que su nombre era perfecto para ser una estrella llenaban sus oídos. Y su ego también, de paso. Quizás, no se convirtió en aquella figura estelar que sus familiares esperaban, pero a su parecer, su vida carecía de aspectos negativos.
Lo primero que contemplaba durante cada mañana por el gran ventanal de su departamento era la ciudad todavía en silencio, pulcra y vacía. Sus ojos se acostumbraron a pasearse por cada edificio, buscando indicios de vida humana. Dentro de un rato, la acción comenzaría, y llegar a la oficina en taxi sería un verdadero desastre. Porque Harry, un anciano atrapado en el cuerpo de un joven muchacho, no acostumbraba a ir a pie a ningún lugar. El ascensor de la compañía era su mejor amigo y confidente.
Probablemente, le vendría bien expandir sus límites en cuanto a las amistades.
Era miércoles, lo que significaba que debía llamar a su madre a eso de las cuatro de la tarde. Siempre conversaban sobre el desempeño laboral del muchacho. Decir que Anne estaba orgullosa de él era poco. Las amigas de la mujer amaban a Harry. Amaban escuchar sus anécdotas graciosas y su personalidad compradora. Amaban al "niño estrella".
Se le hacía normal ser uno de los primeros en arribar al edificio de la revista. "Caras" no contaba con una extensa cantidad de empleados. Por eso, los que llegaban a ocupar sus puestos eran dichosos. Podría decirse que Harry, sentado en su escritorio de madera y observando los portaretratos de su familia sobre el mueble, tenía una buena relación con la mayoría del personal.
De esa esa mayoría, Louis Tomlinson no se encontraba ni cerca.
—¡Buenos días! —su voz resonó en la mente del rizado, y le fue imposible no rodar sus ojos. A sus espaldas, el movimiento comenzó, y Louis continuó hablando, con aquel tono tan particular y exasperante. —¡Lucy, preciosa! Estás espléndida. ¿Te hiciste algo en el pelo?
Harry podría haber apostado a que la señora se sonrojó.
—Una simple tintura, mi querido. —la respuesta de la recepcionista fue acompañada de unas risitas. Pronto, más pisadas se sintieron detrás de él. En ese exacto momento, Harry decidió que ya no le traería regalos de Navidad a Lucy.
Gracias, Louis.
—¿Mala mañana? —el hombre de cabello castaño preguntó, moviendo su maletín de lado a lado. Alzando las cejas, y esperando la contestación por parte del ojiverde, atinó a sentarse sobre el escritorio. Harry fue más rápido, y con una fuerza de la que no estaba al tanto, corrió el mueble aún más lejos de Louis.
—Es un hermoso día, de hecho. —fingiendo una sonrisa, le echó un vistazo al reloj colgado de una de las paredes. —¿No deberías comenzar a trabajar ya? El deber llama.
—Tantas cosas me llaman, ahora que lo pienso. Personas, también. Llorando, gritando mi nombre. Hay de todo. —y luego de esa aberración, Louis guiñó un ojo en su dirección, alejándose por el pasillo y cerrando la puerta de su oficina.
Harry, estupefacto, soltó una bocanada de aire al estar solo nuevamente. ¿A quién le importaba la vida sexual de Tomlinson? A nadie. Incluso, y para agregarle un mejor efecto, algún grillo de por ahí debería haber haber hecho el ruido característico de los bichos en cuestión. Tal vez, a alguna revista chismosa le serviría para ser relevante. Pero, ¿a Harry? No le interesaba en lo absoluto.
Abrió su computadora portátil y dejó que sus dedos bailasen por el teclado. Con toda la frustración que sentía encima, aquella necesidad de estrujar el cuello de cierta persona risueña pero con un mal genio muy bien escondido, debía salir algo bueno.
"La soberbia espiritual: la perdición del ser humano en manos de su propia arrogancia.
Escrito por: Harry Styles."
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Je te laisserai des mots (l.s)
FanficAparentemente, Harry y Louis no se llevaban tan mal como todo el mundo creía. (Louis y Harry son dos columnistas en una de las revistas más importantes de Inglaterra. Un día, reciben una nueva tarea: trabajar en conjunto e idear una sección innovad...