Fotografía

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¡Más rápido, más vertical! Esa sensación de libertad y totalidad que sientes cuando tus pies se tensan y el agua se mete entre tus dedos. Ese deseo de más, de volver a repetir la sensación es lo que te hace volver, volver a entrar, zambullirse una vez más y tocar el cielo.

Ese era mi mundo, creía no volver a encontrar un reino que fuera total; la tierra no me llamaba como a los demás.

Como un primer amor del que no pides ni quieres olvidar. Eso es el surf, el mar sobre tus pies haciéndote surcar los cielos.

Muy hermoso, maravilloso y singular. Mi vida parecía un sueño hecho realidad, saliendo de mis aguas solo para ir a estudiar o de vez en cuando salir a caminar, mi familia lo sabia y me dejaban disfrutar.

Fue un 2 de agosto, cuatro días ante de mi primera competición como adulta. Iba a llegar al mundo, era mi puerta abriéndose hasta que de un portazo me estampé sobre un fuerte metal.

Un accidente me sacó del mar, y no fue que lo hiciera literalmente pero un camión de chatarra chocó contra el mini-Cooper de mi mamá cuando nos dirigíamos a la playa.
Mi madre dice que desperté tres días después de varias cirugías en mi cuerpo, al inicio no me alarmó tanto; o sea sí fue un gran susto, estaba despertando de un profundo y doloroso sueño donde mi dulce amor me consumía y yo me sentía aterrada de estar ahí pero según yo, podía sentir todas mis extremidades, mis dedos se movían con facilidad y sentía todo en orden. El balde de agua fría cayó cuando pregunté si podían quitarme la venda de los ojos. Yo sentía una presión en mi cabeza que a mi perspectiva era lo que me impedía ver a mi madre y mi padre. ¡También quería saber si ellos se encontraban bien!

Pero eso nunca sucedió, había perdido mi vista en su totalidad. La luz no llegaba a mis ojos, estos habían sido severamente dañados por unos químicos que transportaba el camión. Al parecer eran químicos ilegales que alguna empresa había desechado.

Salí del hospital sintiéndome inútil. A pesar de que todos mis órganos se encontraran en la mejor forma posible, luego de que descubriera que estaba ciega me sentí muy débil y cansada.

Nadie entendía la razón, todos me decían que no existía mucho problema con ello, ahora existían miles de facilidades para las personas en mi condición y no me sería difícil aprender braille; otra cosa que mi mejor amiga me decía constantemente era el hecho de que segun ella, mi rostro no había salido afectado.

"Tú belleza sigue igual, siempre mayor que la mía"

Me decía a pesar de que yo no le creía. Era una persona demasiado "superficial" y segun yo mi rostro era lo que mejor completaba a mi bello cuerpo de surfista. Y ahí está, el problema de mi enfermedad.

Vivíamos cerca de la costa y no sé si habrá sido pura casualidad o inclusive mi imaginación pero desde la habitación podía escuchar las olas rompiendo en la orilla. La espuma brotando y siendo tragada por la arena. Podía jurar que tenía una vista espectacular que yo no podía apreciar. Y nunca más lo haría.

Nunca más podría volver a montar una ola, mis días de felicidad y extasis habían acabado sin yo poder haber dicho adiós.

Recuerdo haber llorado quien sabe por cuanto tiempo y antes de que me diera cuenta ya estaba muy lejos de mi hogar, mis padres habían creído que era lo mejor para mí.

La contaminación, el bullicio sin sentido y las personas de poca alegría, inundaban la ciudad como esa corriente malevola que traía medusas a las preciosas costas.

Por mucho tiempo no pude olvidar mi apego emocional a la adrenalina que me propiciaba el agua salada y los pequeños granos de arena bajo mis pies. Eso nos había dicho la psicologa el primer mes que fuimos a terapia. Decia cosas como: el ambiente de la ciudad le hará olvidar lo que ha perdido, aquí no tendrá tiempo para recordar al mar.

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⏰ Última actualización: Aug 03, 2021 ⏰

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