C A P. - D I E Z

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— ¿Por qué estás tan nervioso?—preguntacon una sonrisa

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— ¿Por qué estás tan nervioso?—pregunta
con una sonrisa.

¿Por qué? Se atreve a preguntar por qué.
¡Se atreve! Con esa sonrisa, ese cabello, esos
labios, con ese toque de hermosura que le
caracteriza. Con sus hermosos ojos y todo. Él se atreve a preguntarme por qué me pongo nervioso frente a la persona de la cual estoy enamorado.

No lo culpo. No lo sabe. No sabe que me
vuelvo loco por decirle que, en realidad,
quiero ser el único a quien mire.

Sé que puede parecer que me paso de los
límites del tiempo, que lo puedo aburrir en
cualquier momentoy esas cosas. Pero mi
cabeza no logra sincronizarse con mis labios hablar me resulta imposible y eso termina siendo un espasmo ligero que se atraviesa por todo mi cuerpo. Me tiene mal.

— No lo sé.

Sí, lo sé.

Pero no te voy a decir que el hecho de verte
sonreír tan cerca mío, me pone nervioso.

— ¿Qué querías decirme, Jaehyun?—vuelve a preguntarme, ya con más interés.

Era un buen punto para empezar. Pero
explicarle eso, me llevaría más tiempo. Sigo
sin entender cómo es que a muchos se les
hace fácil esto, es un maldito martirio día y
noche, minutos y ¡lo odio! Odio sentirme tan débil ante una persona.

Es como si se filtrara en tu mente e,
inevitablemente, pensaras en él como en la
cantidad de estrellas en el cielo.

— Bueno...—Suspiro.

Miro el cielo azulado, y pienso en las
muchas cosas que hay en él a lo largo del
día. Aves, estrellas, mariposas, insectos,
personas. Y sé que solo intento distraerme
con algo, porque verlo a los ojos significaría
enamorarme un poco más.

Por otro lado, si llego a aburrirlo, se irá.

— Pasaron algunas cosas las últimas
semanas, ¿no?

Es lo que he dicho. Intenté sonar tranquilo
pero se quedó en eso, en un intento.

Muriendo por dentro, casi deseando que la tierra me tragase, observo a Doyoung. Él no tiene la vista fija en mí, sino en el cielo azul que nos cubre por encima.

Tan lindo.

Tan bello.

Tan él.

— ¿Qué tipo de cosas?

Me he quedado incrédulo cuando le miro
exactamente bien, y veo esa cara suya
de gracia. Aunque quiero reírme, no sé si
tomarmelo tan a pecho, o si es una broma, o si algo más sucede. Estoy confundido, mucho a decir verdad. Pero me aislo a sonreírle de manera incómoda.

Lo ha notado, porque suelta una pequeña
carcajada. Y regresa su vista al cielo.

— ¿Hablas del dedal?—escucho su voz
tersa, que me invade.

¡Cállate! | ❪jaedo❫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora