Todos conocen a los periodistas como parásitos, como personas que no tienen vida propia y por ese hecho husmean la vida de los otros. Puede que dentro de determinado período de mi vida haya pensado que esto es cierto, pero cuando la curiosidad fue más fuerte que mi conciencia, entré en el mundo del cual siempre huí.
Nada fue como creí, me encontré con cientos de cotilleos, pero también descubrí que allí estaba lo que buscaba, porque eran más que chismes baratos, era todo un mundo fantástico, lleno de cosas interesantes, me divertía.
Cada día era un reto.
No voy a negar que entre nosotros no haya competitividad, pero eso lo hacía interesante, cada quien buscaba la víctima perfecta y encontraba la noticia más fresca que pudiese.
Había muchos tipos de noticias, las escandalosas son mis favoritas, esas que te dejan sin habla, esas en las que la incredulidad es más poderosa que todo.
Era una estudiante de tercer año y quería que la nota más alta fuese mía. Encontré a la víctima perfecta y a la noticia más fresca, pero necesitaba pruebas, y nos las conseguiría como paparazzi, sólo tenía que fingir ser su amiga.