Asuntos de familia

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Casi un kilómetro bajo la superficie de Necromunda, en los últimos niveles civilizados de la ciudad colmena Primus, se encuentra La Rata Espinada. 

Por entonces era uno de los mejores locales de todo Acantilado de Óxido: un agujero inmundo, una comida infame y bebidas adulteradas con aceite industrial fermentado. Estaba al borde del Acantilado, justo al término del poblado, antes del descenso al siguiente nivel de la colmena y era lo último que veían mineros, buhoneros... y criminales. Eso convertía La Rata en lugar de encuentro común.

Para Silivia y el resto de pandilleras de las Crótalos Fulgurantes era también lo más parecido al hogar. Desde que la Casa Escher había reclamado el territorio, arrebatándoselo a los Orlock, ellas habían sido sus defensoras. Todas las miembros de la banda escher habían nacido en los asentamientos de Acantilado de Óxido y solían reunirse en La Rata.

Pero hoy Silivia no estaba allí por placer. Tenía aviso de que las estaban buscando: un forastero quería contratarlas. Y unos cuantos créditos siempre son bienvenidos, especialmente tras haber sido diezmadas por sus rivales, los Martillos de Forja de la Casa Goliath, y convertido a ella en la nueva líder de la banda tras asesinar a la anterior.

El forastero encontraba sentado en una mesa del lateral, embozado con vieja capa de camuflaje con capucha. Sólo podía verle las manos, cubiertas por unos guantes blindados que alguna vez fueron amarillos, con una jarra de cerveza de serpiente que apenas parecía un vaso entre sus enormes dedos. Cuando llegó a su lado vio que era tan alto como ella hasta sentado. Era enorme el bastardo, puede que tanto como uno de aquellos despreciables goliath.

- Buscas a las Crótalos.

- Así es - respondió el forastero con voz profunda sin levantar la cabeza siquiera-.

- Habla entonces - respondió sentándose frente a él -, soy Silivia.

- Busco a alguien. Sé dónde va a estar pero no conozco el terreno.

- Directo al grano - dijo acomodándose -, me gusta. ¿Qué ganamos nosotras?

El hombre tomó la jarra y dio un largo trago. Levantó la cabeza y la miró a los ojos. Su rostro lleno de arrugas estaba surcado de cicatrices antiguas, sin duda era un guerrero veterano y sus ojos le hablaban de muchas heridas interiores también.

- Sé que los Martillos de Forja os están dando problemas.

Al escuchar aquel nombre hizo que Silivia se pusiera tensa y apretara los puños, pero el forastero lo ignoró.

- Sé dónde estarán y que quien busco tiene un contrato con ellos. Vosotras me lleváis y los emboscaremos juntos.

- ¿Por qué pelearías contra uno de los tuyos?

- No te confundas - replicó él -, no soy goliath.

- Me da igual, si nos llevas a emboscar a los Martillos iremos donde sea - replicó apretando los dientes mientras se levantaba -. Y si esto es alguna clase de truco, yo misma te apuñalaré los ojos con un cócktel de ácidos. Lo hablaré con la banda. Te avisaremos.

- Es justo - dijo el gigante -, me llamo Archotias.

Pero Silivia ya estaba camino de la puerta y no lo escuchaba.

Al día siguiente Archotias les indicó que debían dirigirse al Paso Colapsado, un viejo túnel de tránsito que los Martillos habían despejado en secreto para alcanzar una antigua cúpula industrial. Las Crótalos Fulgurantes y él, encabezadas por Sivilia, descendían por el Acantilado de Óxido dos niveles y varios cientos de metros hacia el interior del planeta y los cimientos de la colmena. El estado de degradación de la construcción empeoró a cada paso: olía a podredumbre y corrosión, el metal estaba debilitado y las cuerdas con las que se descolgaban se desgarraban en los bordes. Una novata no tuvo suerte y su cuerda se partió, perdiéndose entre gritos en los kilómetros de caída libre del Acantilado.

Asuntos de familia (una historia de Necromunda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora