—¿Me das consejo como padre?
—No
—No, no, no. Que me interesa. Dime cómo tengo que educar a mi hija.
—No lo sé. Yo simplemente digo que quizá tendrías que dejarle un poco de cuerda. Dejar que tome sus propias decisiones, aunque fuera a cagarla. Tiene derecho a cagarla.
—Todos tenemos derecho. Lo que pasa es que se puede soltar cuerda cuando los hijos responden. ¿Y si no es así? ¿De qué sirve? La cuerda que les das es con la que al final se ahorcan.
—Es como en una piscina. Alguien se está ahogando y tu te tiras a savarle. Por impulso. Con tu buena intención, tu fuerza y sabiendo nadar. Pero, entre tu desesperación por salvarla y su pánico, que no le deja colaborar, os acabáis hundiendo, y se ahoga. Pero si le hubieras enseñado a nadar... a respirar, a mantener el control, o le hubieras tirado un flotador, probablemente se hubiera salvado ella solita.