Poema libertario de largo aliento, escrito en el fragor de las protestas latinoamericanas del 2018 y el 2019. Este poema esté completamente liberado, e incluye la cuenta de versos para ser citado completo, o por fragmentos, por quién quiera, cuándo...
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FINAL DE TODOS LOS FINALES
Héctor Viveros
Portada de Alan Anguiano
Dedicado a la gente maravillosa que conocí en la isla de Cuba, Maestro Reynaldo García Blanco; Cantor Armando Frías; Amigo Alejandro Salazar Delgado: Camarada Kiuder Torres y todos los demás que llenarían la página.
Mención aparte merecen los poetas que nos conocimos en el 7mo Congreso Internacional de Poesía La Isla en Versos y que fundamos "La Esquina Ruda" de la poesía latinoamericana: Deborah Wizel, Juan Arcila, Quincho Terrazas, Alma Leoz, Palomo Arriagada, Paco Rubín y un servidor; este es el primer libro corregido y editado en taller por el grupo... el primero de muchos.
FINAL DE TODOS LOS FINALES
Tengo ganas de escribir el verso preciso (1) que convoque la sensación de erguirse frente al desconsuelo; de resistir otro golpe que da la vida, de esos que sólo traen los Heraldos Negros; (5) de plantarse firme frente a quien tiene orden de detenerte a ti y a todos tus hermanos.
No es un error, no es desvarío. No reniego de pasos dados en las carreteras que llevan al abismo; (10) no borro una sola de mis líneas de costumbre, de quebrantos, arrebatos, dramas, casi muertes y llamados al suicidio.
No, es otra cosa. Es aprender lo que tanta tos ferina (15) de madrugada y cigarrillo y versos inconclusos a musas mustias, nínfulas mercenarias, adolescentes distraídas, o para alguna mujer madura (20) que nos ponga en nuestro lugar tenga por bien a enseñarnos.
Vivir en el abismo no es virtud si no se extrae del fondo algo bello enterrado desde siempre (25) en las cálidas ciénegas del Mictlán, ―lugar de todos los secretos que no verán la luz si alguien no va por ellos―.
Antes fuimos poetastros azotados (30) ―casi nadie inicia de otra manera― que jamás tomaban un necesario manual y que no leían mucho para no "llenarse de influencias". Un poeta del abismo (35) cree que tiene autoridad sobre alcantarillas y albañales, pero se asusta cuando le sale al paso una simple rata flaca.
No, la vida es otra cosa. (40) La pose se cae a pedazos frente al dolor verdadero, frente a la realidad injusta, la traición de las ideas, la indolencia total, (45) la total indiferencia de quien debiera ser hermano y compañero.
El dolor de tinta y el apellido de "maldito" se vuelven perorata de mal gusto (50) ante el féretro de quien te ha abrazado, pidiéndote antes de partir, una palabra luminosa y una manera de parar el dolor por el tiempo de un suspiro. (55)
Ya estamos en otro lugar; somos otra persona; quizá, por fin, seamos humanos.
Las fuentes de dolor no se han cerrado; las injusticias no se han corregido; (60) la revolución no termina nunca de empezar y cada día se encuentran nuevas maneras para extender el imperio del Capital.
Pero seguimos en pie.
No puede ser sólo por necedad, (65) no somos tan necios, no somos tan fuertes. Estar aquí, de pie, sabiendo lo que sabemos, sintiendo lo que sentimos, (70) debe contener un acto de locura.
La locura más plena y absoluta domina al caos ciego que devora, a la pasión idiota que posee, al hambre cósmica destructora. (75)
La locura más grande que tenemos la llamamos Esperanza.
A mí, a los míos, nos hace falta, porque es pesado vivir a medias esperando que el Poder se canse del Poder. (80)
Se han de cansar primero ellos, los que ordenan intentar secuestrar nuestra Esperanza que nuestras caras de romperse. Se han de cansar primero ellos, (85) los que creen que mandan en el mundo, de decirnos siempre "NO" sin fundamentos. Se han de cansar primero ellos de su falsa influencia, su poder mundano, (90) su tranquilidad sangrienta, que nosotros de los versos, las flores, las canciones, los besos, las sonrisas, el amor, la luz, (95) otra noche que lleve a otra mañana.
Tengo ganas de escribir que usted y yo no caeremos nunca más en Rockland, que usted y yo, y todos los que quieran, (100) llegaremos una mañana de primavera, en marzo o en septiembre, porque para ambas da nuestro continente, a un lugar entre los ríos que no signifique que crearemos civilización; (105) sólo compartiremos pan y vino y verso y una caricia descuidada que no quiera decir nada sino que es bueno estar con usted.
Yo escribí antes que explicar la nada, (110) la desesperante infinitud de la nada, era como querer explicarle el color a los ciegos.
Hoy me han enseñado que la Esperanza es tan simple, tan ilógica y sencilla, (115) tan honesta e inocente, como sentarme a escuchar la manera en la que un ciego me explica a mí lo que es el color. (120)
Trepado en lo alto de la loma, con media guitarra, un par de ojos de menos, lejos del mar y cerca de una nube gorda, a pico de botella (125) y con una memoria cariada el Universo era un buen lugar para reír, para tener pequeños sueños de besos mal habidos, de caricias torpes, (130) de estómagos plenos de mariposas y carteras a dieta, pero solidarias.
Allá abajo hay ruido, allá abajo hay fiesta, hay proxenetas y venganzas, (135) cenicientas de remate, limpias mejillas de inocencia coloreadas con malicia e impudicia por malos amores para desconocidos con bolsillos pesados (140) y bocas faltas de poemas.
Cabe la Esperanza en cada hueco, porque la Esperanza no tiene cuerpo y cabe en todos los abrazos; no tiene tiempo (145) porque cabe en todas las esperas; no tiene sueños, porque sueña; no tiene ayer porque es eterna; (150) no tiene mañana porque mañana es un cualquier día que resiste la caída de las hojas del otoño de un millón de calendarios.
La Esperanza no tiene un dios definido, (155) es más grande, es la promesa de todos ellos, es la miel y leche de la profecía, la profesión secreta de los profesores, la moneda de cambio entre las almas (160) de amantes locos y trovadores.
No trae la salvación.
Quien tiene Esperanza no necesita ser salvado porque su juicio final es postergado (165) mientras arda un poco, una brizna, una nada, una excusa de ella en las heladas planicies del Infierno, en las playas de la Luna, entre las ruinas de Troya, (170) en el último asiento de autobús nocturno entre "aquí te dejo" y "allá te espero".
Nunca nada antes fue más nuestro, porque hasta nuestro dolor tiene dueño (175) y cotiza en la bolsa; nuestra desesperación tiene culpables y votamos por ellos; pero nuestros amores son nuestros y verdaderos porque vienen de la Esperanza. (180)
La Esperanza no tiene límites ni condiciones; la más pequeña es absoluta y total. El beso que espera la Esperanza será el mundo, salvado y redimido sin mesías ni cordero, sólo por el hecho de suceder, (185) de terminar la unión del objeto, de la acción y del deseo, y no es por el objeto, ni la acción, ni los sujetos, (190) sino por la certeza más que divina de que valía la pena vivir para ese beso.
Escribí hace tiempo que el anhelo es una enfermedad de fantasmas que a veces tienen los que viven. (195) Pero no. El anhelo no se padece, no es una espera resignada; tampoco un deseo ardiente: es todo lo que puede suceder que nos llene de una felicidad modesta y compartida (200) que llene los vacíos de Dios y de sentido; que repare todas las fisuras en corazones que se han entregado sin ser correspondidos; que acaricie esa parte de nuestra alma (205) que hasta nosotros olvidamos que tenemos.
Ya no queremos ser heridos. Ha sido suficiente. Bastante ha costado haber perdido lo que hemos perdido (210) para convertirnos en lo que somos como para todavía seguir perdiendo cuando deberíamos poder besar, sólo por querer besar, a quien necesite una promesa sin palabras. (215)
Estamos cansados, quemados, apagados, pero nunca derrotados.
En nuestra casa grande cabe todavía la Esperanza debida, la que no han podido expropiar, (220) devaluar, desaparecer, ejecutar. Vivimos iguales. Luchamos iguales. Morimos iguales esperando el final de todos los males (225) y que será el principio verdadero del reino sin rey, la República soñada que nos de paz por fin a todos los poetas (230) que ya no tendremos más dramas que la ficción y ya sólo seamos accesorios en lugar de necesarios.
Nos sostiene la certeza de que todo es un milagro: (235) un milagro es una flor; la palabra es un milagro, y la palabra flor, con toda la carga de recuerdos, sueños, semántica, retórica (240) y la construcción lingüística de la realidad, es un gran milagro.
El poema que una a la flor con la palabra, no es entonces más que el acto (245) más natural de la creación.
Tenemos la certeza de que la noche más inhóspita no será más larga que la del equinoccio de primavera; (250) tenemos la certeza de que la palabra amor nos será dicha de alguna manera antes de doblar las manos, arrojar el fardo, (255) declararte en quiebra ante el implacable banco del olvido; tenemos la certeza de que hay un final feliztre que le sigue a cada tango, (260) cada bolero, cada poemario descosido y empapado.
Pese a tanta certeza, andamos perdidos y tambaleantes, rompiendo floreros al paso, (265) arrastrando lo que queda de jirones de banderas y malentonando viejos cantos de batalla; andamos trashumantes por la vida propia y las de otros, (270) y las de otros que también somos, sin plan, ni mapa o instructivo, sólo aferrados a un verso, uno sólo, si no el mejor (275) quizá sí el más afortunado, quizá el más blando y tibio, o el más afilado u oxidado, que resuma el sentido último que le damos a la existencia. (280)
Se nos cae todo a pedazos cuando los ángeles más bellos de la ciudad caen y callan para siempre; el ángel mío cayó y calló, y el mundo, como siempre; (285) no se han abierto las grandes alamedas y vivir el amor pleno es crimen y pecado, o al menos algo que se espera después de saciar las exigencias del mercado en la mitad grande del mapa (290) que no nos ubica, nos separa.
Nos estamos haciendo viejos recién nacidos, arrastrando todos los males heredados sin tener de nuestro lado de igual manera (295) la sabiduría de milenios de ciencia y versos, de mitos para inspirar, para arder en el fuego de los dioses, para creer y crear salvajes fantasías sin hambre, miedo o desesperación. (300)
La Esperanza es una forma de vida sin más reglas que las de la bondad; no debe haber una pauta programada para dar o recibir el más sencillo de los amores. (305)
No todo mi pasado fue el cinismo; yo también escribí una vez que no existen pequeñas causas, que no existen pequeños amores.
Yo los amo a todos, mis hermanos; (310) no puedo darme el lujo de no hacerlo, de poner condiciones a la luz que se riega generosa... al pasado de amor de toda la especie... a la lucha compartida por la existencia... al derecho irrestricto a la Esperanza... (315)
Yo sé lo que se siente que te digan que tú, entre todos los mortales, tienes cancelado ese derecho.
Yo lo creí...
Escribo esto hoy, aquí y frente a ustedes, (320) para dejar constancia, juramento, testimonio, de que nunca, jamás hemos estado solos. Un solo esperanzado nos salva a todos, porque dice, escribe, enseña y ama con Esperanza, porque vive, sueña, respira y transmite la Esperanza, (325) el virus más hermoso que nos infecta y acompaña.
La Esperanza no necesita de razón, la Esperanza es loca y necia, y como tal, no es entendida (330) ni aceptada fácilmente.
Tenemos una fe en la que la Esperanza es nuestro poder superior. Superior a todo lo mal que nos tratamos, (335) a lo peor que nos hemos hecho y podamos hacer. Superior en su plena y suficiente sencillez a la altura de templos y catedrales. Superior a todas nuestras muchas y grandes fallas; (340) superior incluso a los dioses que ha parido, al amor que hemos dado, a la piedad que nos tenemos.
Somos Sísifo, rodando todavía la pesada piedra (345) de la indiferencia criminal profesada por la masa torpe que no mira a los ojos ni para comprender ni para amar; (350) somos Atlas, sosteniendo el mundo incoloro, incierto y deshumanizado de las falsas verdades sostenidas por el miedo que nos tenemos (355) unos a otros para que la tragedia ajena siga ajena; somos Prometeo, encadenados todavía, (360) eviscerados cada día, por ser portadores del fuego sagrado, condenados por querer prender en llamas los espíritus del arte y la razón que permanecen ocultos y bajo cero (365) en los eriales de los sentimientos sin usar.
Hacemos esto y mucho más, resistiendo los malos augures de todos los pájaros negros de la noche; la indefensión kafkiana (370) ante los todopoderosos gigantes del absurdo que mueven las ruedas del molino que nos muele; la pesadez y la liviandad de ser un paso indeterminado, casi un retroceso, (375) en la evolución de una humilde especie más a la especie de los soñadores, creadores de todo lo posible.
Ya no más arrancarnos el corazón por pasiones de peña y arrabal fingido; (380) ya no más inseminar las piedras de panfletaria condescendencia; ya no más esperar la primavera sin semillas en las manos, sin libretas embarazadas de cantos que acerquen por fin a los que sufren (385) a la Esperanza verdadera.
Hemos de hacerlo usted y yo; hemos de erradicar para siempre la idea de que algo va a caer de afuera (390) y acomodar las cosas en un lugar que nunca han tenido porque nunca nosotros se lo hemos dado.
Cantaremos por fin que hemos madurado; (395) que ya no necesitamos guía de fusil en mano, de confesionario oscuro, de doce pasos o seiscientos trece mandamientos. (400)
Hemos de predicar el evangelio de que locos, enfermos, heridos, somos capaces de amar y merecemos ser amados, y que estamos dispuestos a pagar lo necesario (405) para serlo y para hacerlo.
Hemos de estar completamente fuera de las concepciones maniqueas, chantajistas, incompletas, sectarias y fundamentalmente incorrectas (410) de lo que es el Estado, de lo que hemos hecho de Dios, de que el final de todos los finales está a la vuelta de la esquina cuando tenemos un paraíso a construir (415) que será verdadero, casi natural, alejado de basura postmoderna y complacencia vana que llena los días sin orden de personas que se comportan como cosas. (420)
No puede terminar todo esto; no podemos extinguirnos, sin haber hecho esto primero: sin habernos convertido en la Esperanza de uno para el otro; (425) sin cumplir cada promesa lícita y honesta; sin perdonarnos de todos los pecados y aprendido a vivir con el único pecado de no poder amarnos más. (430)
He perdido a un hermano en particular, y le debo amar lo que él amaba, proteger lo que él cuidaba, aceptar todo lo que era y vivir para ser lo mejor (435) que él esperaba de mí.
Me toca llevar a puerto su Esperanza; hacerla crecer hasta abarcarlo todo; hasta que el cielo que nos fue negado aquí en la tierra, y en el lugar donde vayan las almas (440) demasiado puras para ser sensatas, demasiado intensas para sobrevivirse, lo podamos construir y heredar a todos los hijos que no tendremos pero que amamos y amaremos igual (445) porque son por quienes tenemos, para quienes guardamos, y en quienes depositamos nuestra primera irreflexiva y nuestra última Esperanza enloquecida. (450) FIN