Necesidad en conocerte...

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— Mamá... Mamá, muy buenos días— Bajaba Jennie por las escaleras de su casa con una sonrisa deslumbrante como la que la identificaba todas las mañanas; el día que está jovencita no se atreviera a bajar con una hermosa sonrisa en el rostro su madre ya podía tener por seguro que algún problema había tenido en la escuela o en el camino a ella.

— Buenos días, hija ¿Ya te vas para la escuela?

— Sí...— Contestó manteniendo su sonrisa intacta y en ese momento dejando un abrazo a su madre.

Jennie tenía 16 años, cualquier persona diría que a esta edad ya empezamos a entender lo que es la vida, aprendemos a ser más nosotros mismos y pues al parecer sí que estaban en lo cierto; Jennie estaba en su tercer año de preparatoria donde había conocido personas bastante inmaduras, esto le hacía pensar a ella que en este caso las personas estaban equivocadas. Cada vez que en su clase se hablaba sobre algún tema delicado como, enfermedades, sexo, abortos, todo era una broma, nadie parecía en realidad estar serio por lo delicada que era la situación, esto la desilusionaba bastante, se suponía que iba a encontrar la persona correcta desde que entrara a la preparatoria y pues al parecer iba a salir sin encontrarse al chico "perfecto", su madre Ive la había tenido a los 19 años, sus planes eran conocer a su chico ideal a los 15 o 16 años, para después terminar casándose como a los 18 años y terminar teniendo a su hijo entre los 19 y 20 años, así siguiendo los pasos de su madre; a su madre en la vida le había ido bastante bien, por lo que a ella de seguro le iba a ir igual...

— Ruby Jane, sabes que no me gusta... no me gusta que te vayas sin desayunar, amor— A Ive le encantaba ver a su hija crecer fuerte, por genes propios de la familia era demasiado flaca, por lo que era normal que las personas le dijeran o pensaran que estaba desnutrida.

—¡ Madre! Sabes que te amo con toda mi alma...

— JANE... No porque me empieces a hablar de tu humilde amor se me va a olvidar que no quieres desayunar— Su madre en verdad solo quería verla echar unas libritas más y que las personas no la vieran con pena mayoría del tiempo.

— Madre que ellos vivan su vida y yo la mía...

Estaban hablando, mientras su madre se mantenía sentada tomando el desayuno, y Jennie solo se sostenía del respaldo de la silla hasta terminar de hablar con su madre e irse; de pronto por las mismas escaleras que la adolescente había bajado hace unos momentos, venía bajando su hermano, un chico muy educado, de vez en cuando se peleaba con Jennie algo obviamente de hermanos, las peleas eran por razones totalmente ridículas y bagas: Se peleaban por no cerrar la puerta, por no apagar la luz, por alguno de ellos no hacer un favor al otro; siempre uno de ellos volvía a "lamber", volvía en busca de la disculpa, sin ni siquiera disculparse verbalmente.

— Hermanita de mi alma y de mi corazón, ¿qué haces aquí?— El chico se acercaba al lugar con una pequeña coleta en el pelo y los brazos abiertos acercándose a su hermana, para luego ir y besar a su querida madre en el cachete.

— KOOKIE, hermanito; la pregunta te la haría yo a ti...— Recibió su abrazo y el chico al acercarse a su madre fue y se sentó en la mesa, tomando en el transcurso, un pan con nutella.

— Ya me iba de todos modos, les quiero a ambos— Se acercó a su madre y besó delicadamente su frente— ¡Esto se te ve horrible!— La joven arrancó esta pequeña cola que su hermano tenía básicamente en la frente.

— ¡Maaaaaaa! Mira a tu hija la metiche... — El amor que el chico había presentado hace unos momentos, había desaparecido rápidamente.

— Ni te voy a decir lo que parecías, pedazo de galleta— La jovencita empezó a reír mientras dejaba un beso en la frente del chico quien le había apartado levemente el rostro y ella lo había tomado a la fuerza; ahora ya sí que se iba a ir a la escuela.

Nada es seguro...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora