Capitulo 2: Algo está cambiando.

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El frio a su lado lo despertó, el sol entraba por la ventana, por lo que el amanecer ya había pasado. Se sentó en la cama y confirmó que a su lado no había nadie. Vio la hora en su reloj: las seis cuarenta a.m. Se sorprendió de no haber despertado con la alarma de Andrés, y mas aun de que el no lo haya despertado.

Se levanto y fue a la ducha, cuando termino se vistió con su ropa de trabajo y salió a la cocina. Ahí se encontraba su novio, pegado a su teléfono y sonriendo. -Buenos días, cariño- Eso pareció sorprender al mayor, pego un pequeño brinco para luego mirarlo y sonreír soltando un escueto hola. Cuando se acercó a besarlo como todas las mañanas fue todo más desconcertante aún, el beso fue rápido y un poco insípido. Pero tal vez era porque su chico tenia la cabeza en las nubes últimamente. Al parecer tenía un caso importante.

Comenzó a prepararse un té chai, su favorito. Le pareció raro que Andrés no hubiera dejado uno preparado, pero bueno, después de tres años de rutina igual todos los días, un día no significa nada. Se perdió en sus pensamientos, intentando averiguar cómo mejorar la situación con su novio que parecía muy distraído últimamente. Salió de su letargo cuando vio al otro arreglar sus cosas para irse, eso era aun más extraño, siempre salía a las siete y media para estar a la hora en su trabajo. Ahora estaba yéndose casi una hora antes. - ¿Ya te vas cariño? ¿está todo bien en el trabajo? Nunca te vas tan temprano –

- Si bebé, todo esta bien. Solo que el trafico esta muy pesado últimamente. – El mayor se acercó y le beso rápidamente la mejilla. – Nos vemos a la tarde, te quiero. – Con eso salió de casa dejando a un confundido Joaquín sirviendo su té en una taza.

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Esa mañana paso demasiado lento para su paciencia, y en cuanto el timbre del segundo receso sonó, casi corre a la sala de maestros con la esperanza de encontrar a su mejor amiga en el lugar. Cruzo la puerta y la vio, sentada en una mesa con su tableta en las manos, tomando algunas notas y demasiado concentrada, tal vez en su próxima clase, ella era la profesora de literatura. Se veía increíble como siempre, con su impoluto vestido blanco con mangas abombadas y su cabello perfectamente peinado. A veces se preguntaba a que hora se levantaba en las mañanas su amiga para lucir así de increíble en la escuela.

- Al fin te encuentro, en la mañana llegue y tú ya no estabas. – Le beso la mejilla cuando ella bajo su tableta y le devolvió una sonrisa divertida.

- Que impaciente que eres maricón, si nos vamos a ver hoy en la tarde, es la cena de lunes. – Le beso múltiples veces la cara. – ¿Qué sucede? ¿Por qué te siento tan alterado? Cuéntame...-

Sabia que lo notaria, es que Sara era media bruja, siempre lo pensó, desde que se conocieron. Que la alta mujer tenía una capacidad increíble de reconocer que le pasaba, por mas que lo intentara esconder. Ella parecía poder ver a través de sus ojos. Por eso eran mejores amigos desde que se conocieron en el primer año de universidad, porque además de Andrés, no había nadie mas que lo conociera mejor.

- Nada muy importante, estupideces mías. – Dijo con una mueca de exagerada tristeza para luego abrazar a la pelinegra. – Solo que Andrés hoy no me despertó en la mañana, y no me preparo el té para el desayuno como siempre. Ni siquiera lo tomo conmigo, se fue antes que me pudiera si quiera sentar a la mesa. Se que es tonto, que ni siquiera debería afectarme. Pero me conoces, soy un llorón-

Sara se rio del comentario de su amigo y luego lo abrazo de vuelta. – ¿Es primera vez que hace esto o ya ha sucedido? – Pregunto con intriga la mas alta, cosa que encendió las alarmas de Joaquín.

- No. – Dijo sentándose se golpe asustando a la morena – Ni lo creas, no va por ahí. Ni lo pienses, ni lo menciones. Solo está un poco distraído por el trabajo, nada más. Víbora. – Le dio un pequeño golpe amistoso con la palma en el hombro.

- Ya, si yo solo preguntaba, antipático. – Dijo devolviendo el golpe para que luego ambos se echaran a reír. – Sabes que quiero a Andrés, le debo mucho. Sin él jamás podría haber puesto en regla mis papeles después de la transición en un país donde ni se pensaba en la ley de identidad de género. Pero es hombre y los hombres a veces son idiotas.

El timbre sonó, haciendo que ambos se levantaran de la mesa donde estaban. Recogieron sus cosas y caminaron a la salida para ir cada uno a su salón. – Hoy iremos a la cena del lunes y verás que nada ha cambiado, todo esta genial. –

- Bueno, los espero. Y así aprovecho a hablar con tu cuñada un rato. Mira que me responde tanto las historias, que siento que me ama. –

Joaquín se rio tras el comentario y luego alzó una ceja. – Te encanta, lo sabes. Amas que te amen. –

Sara que ya había caminado por el pasillo se volteo alzando los hombros. – Que te puedo decir maricón, tengo un imán que atrae a todo el mundo. ¿Qué le hago? –

Después de ese momento divertido con su mejor amiga, fue como si todo volviera a tomar forma. El resto de su jornada pasó volando. Ya en su Jeep comenzó a conducir en dirección a su casa, y para animar un poco el trayecto decidió encender la radio y poner una estación al azar.

<< Te asusta la idea de lo que pueda suceder. Decirte quisiera algo que te haga sentir bien>>

Comenzó a tararear la canción que ya conocía, era de Julieta Venegas, le encantaba la cantautora desde pequeño. Y en su colección de cds tenía toda su discografía. Llegó a la casa pasadas las cuatro y decidió tomarse un descanso. Le había mandado un mensaje a su novio recordándole lo de la cena y preguntando si pasaba por él. Pero le respondió que saldría un poco tarde y que se iría directamente hacia allá.

No llego. Andrés jamás llego a la cena con su mejor amiga y su cuñada. Lo justifico inútilmente con ambas, diciendo que el nuevo caso era importante. Que probablemente se quedo trabajando hasta tarde, que siempre lo daba todo. Y luego se despidió. Llego a su casa a ponerse el pijama para luego intentar dormir. Solo sintió al mayor llegar después de la una de la mañana, acostarse y dormir. Ambos de espalda, sin tocarse. Joaquín sintió un frio que le recorrió el cuerpo entero.

Esa rutina tan extraña e indiferente se repitió por dos semanas. El punto de quiebre fue cuando Andrés le dijo que saldría el sábado. Joaquín no dijo nada, ese era su día. Daba igual todo lo que hubiese pasado, el sábado era su día de arrumacos, veían una serie, comían comida basura y pasaban toda la tarde juntos para luego pasar toda la noche haciendo el amor. Cuando el mencionado día llegó y el mayor cruzó la puerta y la cerró quedando del otro lado dejando al castaño solo en el sillón. Joaquín se dio permiso de llorar.

Prendió la radio y caminó un par de vueltas por la casa intentando despejar la mente, cuando la canción de hace dos semanas volvió a sonar: Pero es que hay algo más, que a simple vista no se ve. Será que hay algo más, que a simple vista no se ve. Camino a la radio y la apago, no quería escuchar esa maldita canción. No ahora.

Camino hacia el estante que tenían en la zona de trabajo del departamento y reviso entre las estanterías. Encontró un ejemplar de Romeo y Julieta, era de pasta dura, parecía una edición muy antigua pero bien conservada. Lo abrió en la primera página y leyó lo que decía en ella y suspiró: ¿Quieres andar conmigo?

Sostuvo el libro entre sus brazos y lo apretó conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir. Y por un momento se sintió como el día en que recibió ese libro. Cuando solo tenía 19 años y un joven Andrés de 22 le propuso lo mejor de su vida en medio de una clase.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2021 ⏰

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