Parte Única

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Desde que Jeno tiene memoria, el fuego ha sido su mejor amigo. Las llamas siempre estaban con él, le hablaban, susurraban su nombre cuando nadie más lo hacía.

Jeno tenía una larga historia con el fuego, cuando apenas era un bebé de un año y medio —recién había dado sus primeros pasos sin ayuda—, tuvo su primer encuentro cercano con las llamas; se acercó a la combustión* atraído por el llamativo color anaranjado que se encontraba en su interior. Estiro sus pequeñas y regordetas manos para intentar tocarlo pero fue rescatado por su madre segundos antes. Para muchos sólo fue un pequeño accidente de unos padres descuidados que, gracias a dios, no pasó a mayores.

Su segundo encuentro, y el que tuvo más impacto en su vida, fue el incendio que arrasó con su hogar y se llevó a su familia consigo. Los recuerdos están claros en la mente de Jeno, las llamas lo rodearon sin hacerle daño, y a pesar de todo el calor que había a su alrededor, él no se sentía asustado, por el contrario, sentía que alguien estaba a su lado, rodeándolo con su brazo, protegiéndolo hasta que finalmente fue rescatado por los bomberos.

Lo que ocurre después del incendio es un tanto confuso para Jeno, sobretodo los años posteriores a este, Jeno pasó de hogar en hogar, ya que nadie quería hacerse cargo del niño que solo traía desgracias a sus hogares. Todas y cada una de las familias que habían intentado acoger a Jeno se vieron involucradas en diversos problemas con el fuego; incendios que, por fortuna, fueron apagados a tiempo, quemaduras leves, objetos valiosos robados por las llamas.

Nadie quería al pequeño Lee Jeno, que lo había perdido todo en un parpadeo, sólo el fuego parecía estar siempre a su lado, acompañándole en cada paso que daba.

Hasta que llegó el día en que una familia decidió correr los riesgos y adoptar a Jeno, y por primera vez, el fuego no les causo ninguno problema.

El pequeño fue creciendo, y con el paso del tiempo dejo de sentir la presencia de las llamas en su vida. Se sentía feliz porque tenía una familia que lo quería tanto como sus padres biológicos lo habían hecho, pero sentía que una pieza importante le faltaba a su vida.

Por más que lo deseara, Jeno no podía olvidar las llamas, y la sensación que lo envolvió cuando el incendio acabo con su hogar. En su adolescencia, en lugar de desarrollar gustos normales de chicos de su edad, él estaba obsesionado con el fuego. Por suerte, su familia tenía una chimenea en su sala de estar, y él podía pasar horas ahí sentado, viendo como las llamas tomaban formas llamativas y terminaban consumiendo todo lo que tocaba hasta reducirse a cenizas.

Una noche en particular, donde había pasado más tiempo del normal frente a la chimenea, Jeno escuchó como su nombre era llamado desde el interior de esta. Se quedó estático en su lugar, observando las últimas brasas que ardían, pensando que quizás fue su imaginación.

— Jeno —volvió a escuchar su nombre, sin embargo esta vez venia de otra dirección. Dirigió su vista hacia el pasillo, donde se encontraba su madre, quien lo observaba con los ojos entre cerrados debido al sueño—. ¿Qué haces aquí todavía, cariño?

— Estaba leyendo —respondió levantando el libro que tenía entre sus manos, era su corazonada en caso de emergencia. Se acomodó sus lentes de lectura, para darle credibilidad a su mentira.

— Ya es hora de dormir —su madre se acercó, le despeinó el cabello y le dejó un beso en su frente, Jeno no pudo evitar sonreír—. Buenas noches, tesoro.

— Buenas noches, mamá —la mujer sonrió antes de marcharse, todavía le emocionaba que Jeno la llamara así.

Esa misma noche, tuvo un sueño muy extraño. Estaba otra vez en el centro del incendio, siendo incapaz de moverse, cuando las llamas lo empezaron a rodear, sin llegar a quemarlo realmente, pero el pánico se apoderó de su cuerpo y trato de moverse sin éxito. Cuando pudo abrir los ojos de nuevo, su cuerpo pesaba como mil toneladas, y una figura negra le sonreía encima de él. Jeno se asustó y trato de batallar con la intención de despertar su cuerpo, pero la sombra acarició su mejilla de una manera tan delicada, que el temor poco a poco se fue disipando.

burn it up for me, darling | nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora