101 15 2
                                    

—Bien, JungKook —interrumpió la doctora—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Bien, JungKook —interrumpió la doctora—. Entonces, hasta este punto de la historia, Kim NamJoon te da mucho miedo; te quitó tus juguetes y te asustó, causándote pesadillas, además de, obviamente, mantener una relación más allá de lo profesional con tu mamá. —Recapituló la doctora, a lo que Jeon asintió, limpiando las lágrimas de sus mejillas —por enésima vez— y sollozado calladamente—. ¿Recuerdas si los ataques de pánico comenzaron después de conocerlo?

Sí, empezaron después de conocerlo, pero aún no se presentaban en esos años. Como dije, desde esa noche, traté de evitarlo a toda costa.

Comencé a esconderme en ciertos lugares de la casa, pero siempre me encontraba ese hombre. Me hacía gritar mostrando la misma expresión que me hizo mojar mis pantalones la primera vez. Él y yo sabíamos que no era un juego, él quería que yo le temiera.

La convivencia cada vez se hacía más deplorable, a tal grado, que ya no me acercaba a la oficina de mi mamá, nunca. Dejé de buscarla con el tiempo y, al mismo tiempo, huía de NamJoon.

Sus palabras y acciones eran muy hirientes para un niño de cinco, seis, siete, hasta nueve años. Se dedicaba a quitarme todo aquello por lo que yo alguna vez mostraba interés o aprecio; cuando los juguetes fueron demasiados sobre el mueble de mi madre, los movió a un baúl bajo llave, debajo de la escalera.

Recuerdo haber llorado la mayoría de los días y mi mamá no era capaz de decirle algo. No sé qué es lo que pensaba, si se daba cuento y pensaba que era un juego o simplemente le tenía sin cuidado.

Con el tiempo, dejé de mostrar interés en absolutamente todo. No tenía sentido porque se me sería arrebatado; con el tiempo, sólo podía pensar en él: esconderme, esconder mis cosas, odiarlo, desearle todos los males del universo y maldecirlo hasta quedarme sin aliento.

Comencé a crecer aún más, los años parecían volar en cuanto entré a la primaria. Por lo menos, podía estar más de seis horas lejos de él, y así como yo crecí, lo hizo mi madre y ese hombre.

Con la edad, dejé de tener juguetes y de comer dulces, no sólo porque sabía que NamJoon me los iba a quitar, sino porque ya no tenía interés por aquello.

En la escuela, la mayoría de las maestras se preocupaban por mí, puesto que yo no tenía ganas de jugar con los otros niños o hablarles. Recuerdo que solía esconderme en un rincón para estar solo, en paz, conmigo y esa sensación de libertad.

Kim ya no estaba ahí para molestarme.

Hasta un día, en el que mi madre decidió volver a trabajar en el edificio de la empresa —su verdadera oficina— y cambiarle a NamJoon el trabajo.

Él ya no sería su asistente de trabajo, sino su asistente personal y pareja secreta. Le ordenó llevarme a la escuela todos los días y recogerme de esta, botarme en la casa y correr de nuevo hacia ella para poder pasar sus noches en el edificio.

Møиšтeя » NαмKøøκ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora