A continuación, suscribiré un poco de la conversación con Adonis a través de la aplicación, omitiendo sus errores ortográficos y el lenguaje SMS, para evitarnos la fatiga visual.
—No, jeje, me llamo Eustaquio, ¿y tú?
—En mi caso, sí que me llamo Oihane.
—¿Eres vasca?
—No, soy de aquí, pero con nombre vasco.
—Ah... ¿Y qué buscas por aquí?
—Bueno, la respuesta es un poco compleja. Yo estoy aquí porque me interesa conocer nuevas personas, ampliar mi vida social, y si conozco a alguien con quien conectar y podemos ser más que amigos pues bienvenido sea. Pero, en un principio, conocer personas sin más. Sé que no es el lugar idóneo, pero... Por falta de tiempo no tengo muchas otras opciones *emoticono sonriente*. ¿Y tú?
—Yo también, lo que surja.
—Si estás solo buscando un casquete, dímelo abiertamente, porque en ese caso igual no nos interesa perder más el tiempo y te dejo continuar con tu búsqueda.
—¡No, mujer! Tampoco es eso. Bueno, si hay sexo pues bienvenido sea también, jeje, pero no es lo principal. También estoy buscando a una chica que sea buena y me quiera. Salí hace unos meses de una relación un poco tormentosa, pero ya está todo superado.
Tras esto, sigo chateando unos días con Eustaquio, hasta que nos damos cuenta de que vivimos relativamente cerca, y concertamos el vernos en persona. No me gusta alargar demasiado eso de estar chateando, me gusta más el cara a cara. Porque a veces parece que una persona te cae bien y es maja, pero luego te llevas la decepción al ver que no es lo que parecía.
Quedamos en un bar de copas cerca de nuestro barrio. A ambos nos gustaba el rock y el metal y por ello escogí ese lugar, que ponía ese tipo de música y además estaba ambientado en estos géneros; dentro del bar había una furgoneta como la de los Beatles, por ejemplo, y era frecuente que se hiciesen conciertos allí.
Me visto para la ocasión y me maquillo un poco. Para que me imaginéis, no soy una modelo esbelta y perfecta ni mucho menos, repito, no estamos en una novela irreal. Suelo teñirme el pelo de colores fantasía como os había comentado previamente, ahora lo llevo con las puntas azules; aunque mi color real es castaño claro. Tengo los ojos marrones oscuros, la nariz chata y labios finos. Soy más bien bajita, por poco no llego al metro sesenta, tengo amplias caderas, y, como dice un amigo mío, mucha "pechonalidad".
Llego y me pido una cerveza de importación mientras le espero sentada en una mesa que tiene forma de guitarra.
Odio llegar yo la primera, porque eso le puede dar ventaja de, si me ve y no les gusto, darse media vuelta y desaparecer. Nunca me ha pasado, pero toquemos madera.
Justo cuando suena Warriors of the world de Manowar, Eustaquio hace su aparición estelar.
Es más bajito de lo que parecía en las fotos, regordete, ojos azules, cabello rubio y barba recortada. Me reconoce, imagino que por las fotos que hemos intercambiado y se acerca a la mesa con la cara sonrojada y una picaresca sonrisa.
—Hola, ¿Oihane, no?
—Aunque antes me hacía llamar Manolo —respondí. Eustaquio no puede evitar la expresión de asombro en su rostro, mientras su mirada furtivamente se dirige hacia mi entrepierna, tratando de encontrar la sorpresa. —Es coña, sí, soy yo —aclaro, incorporándome para saludarle con dos besos.
—¡Ah, encantado! —espetó —No tengo nada en contra, pero habría sido un detalle inesperado —suelta una leve y estúpida risita.
Continuamos hablando y tomando cervezas. Como había comentado antes, tenemos en común los mismos gustos musicales, y eso es un muy buen punto en común dado que escuchar metal no es lo más corriente en las personas. Por lo que cuando encontramos a más metaleros, sentimos como una especie de sentimiento de "hermandad" y "camaradería" difícil de explicar. Podemos pasar horas hablando sobre discos, conciertos, y festivales.
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¡Se me ha ido el filin!
ChickLitDecían que a los treinta ya tienes que estar casada; con hijos, con un buen trabajo, con hipoteca, coche, perro, gato, y además sin haber engordado un gramo, teniendo tiempo para ir al gimnasio, llevando una vida social plena y siendo feliz ¿Alguien...