Prologo

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12 de enero de 1,840

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12 de enero de 1,840

Los dulces y melancólicos cantos enamorados, que rozaban delicadamente la línea entre lo posible e imposible. El apenas palpable aroma a madera, que se mezclaba con el del tabaco. Los sutiles aplausos que creaban eco entre el salón, esos que parecían casi monótonos, pues no aumentaban ni disminuían, aunque el acto cambiara de intensidad.

Miles de miradas enfocadas en el mismo punto. Unas pocas bañadas en euforia genuina e inocente, otras en recelo y envidia casi venenosa. Pero la mayoría totalmente desinteresadas y aburridas. Como si sus mirares hubiesen captado tanto aquel show, que hoy solo veían una rutina calcada en viejo y polvoriento papel arrugado.

¿El papel también pierde su color?

Pero si la mayoría no poseía más que genuino aburrimiento y cansancio nefasto ¿Por qué obligarse a sí mismos a apreciar un arte totalmente incomprendido e infravalorado? En donde los sentimientos se sentían tan vivos, que podías escuchar los sollozos silenciosos que transmitían los corazones rotos: los corazones de aquellos amantes juzgados y exiliados.

Aquel fue mi cuestionamiento insistente, que rogaba con desespero a la incertidumbre.

Esos eran mis pensamientos cuando solo un niño era. Uno que en ese momento pertenecía al soñador y eufórico grupo que admiraba aquel errático show. Que lo admiraba como si sus ojos no fueran lo suficientemente dignos, dignos para apreciar la vida nacer y morir en un solo acto de tantos sentimientos, que el aire podía volverse pesado y a la vez hacerte sentir como una delicada pluma: una blanca pluma del cisne más hermoso.

¿Los cisnes también lloraran por amor? O tal vez ellos son más listos.

Y de todas las respuestas que un niño soñador desea, es aquella que sacie su hambre del saber eterno. Es aquella que tome sus dudas y las resuelva con tanta urgencia. Como la que tiene un poeta de enamorarse, pues este en su afán de fama tener, busca su propio corazón partir: porque el desamor está de moda.

¿Es egoísta querer clavar tú el cuchillo, en lugar de dejar que alguien lo haga contigo?

Pero en lugar de saciar mis dudas. Estas solo crecieron hasta casi explotar silenciosamente.

Las explosiones son más tristes cuando no puedes escucharlas.

Flashback

—Porque es lo correcto —argumentó mi hermana Elizabeth, con aquella seriedad tan correcta y antipática. Aquella que adquirió desde que las escandalosas y recién ingresadas a la pubertad de sus quisquillosas amistades, cotilleaban entre ellas mismas. Buscando proclamar quien de todas ellas seria la esposa y reina perfecta. Y uno de los requisitos era esa actitud insípida y gris.

El príncipe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora