Emma

221 18 2
                                    

Ha pasado ya un año y dos meses desde la muerte de mi esposo. Considero que estoy lista para realizar aquello que solía hacer él sin que me duela: llevar a mi hija Victoria a jugar al parque. Cada vez que intentaba hacerlo, me venía a la mente su recuerdo y terminaba llorando encerrándome en el cuarto, acción que preocupaba a mi pequeña hija de 6 años. Ahora me siento más fuerte y creo que ya puedo dejarlo ir. He comprendido que, de seguir así, lo único que lograré será quedarme estancada en un ciclo infinito de dolor y no podré ser lo que mi hija necesita.

Siendo honesta, tampoco es que me guste mucho ir al parque, hay tierra, lodo cuando llueve y sé con seguridad que los juegos de hierro están llenos de microbios que podrían causarle alguna enfermedad a Victoria. No me gusta nada de eso, pero con tal de verla sonreír otra vez, soy capaz de todo. Claro que cuando regresemos a casa le daré un buen baño y la dejaré como una princesita de cristal.

Cuando llegamos al parque veo a lo lejos a un hombre que juega a la pelota con su hijo. De alguna forma se me hace familiar, pero no logro recordar de dónde. Llevo a mi hija a los columpios y con cuidado comienzo a empujar para que se balancee. De pronto Victoria me mira y me dice que quiere jugar a la pelota, pero nosotros no trajimos pelota, le digo. Ella señala al hombre y a su hijo que juegan. Niego con la cabeza y entonces, sin esperarlo siquiera, una pelota rueda cerca de mis pies. El hombre, a quien ahora recuerdo porque una vez estuvo en casa de Marlow, se acerca para recoger la pelota, entonces mi hija le pide que si puede jugar con él y su hijo. Frank (creo que ese era su nombre) le dice que puede siempre y cuando yo no me oponga. Estoy a punto de negarme, pero mi hija me mira con súplica. Y es que Frank no me caía bien y ahora, bueno, ahora no es que me caiga mal, de hecho, me ha dado una muy buena impresión verlo jugar con su hijo, nunca imaginé ver ese lado de él. Parece que ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi. Tal vez pueda aceptar que mi hija juegue con ellos o tal vez no, al fin y al cabo, las niñas no deberían jugar futbol. Parece que Frank lee mis pensamientos porque argumenta que en la actualidad hay una liga femenil de futbol.

Nadie se va a enamorar del que era gordito [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora