Parte uno.

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Él era un músico de 19 años, saxofonista en una banda de rock; un muchacho de pocas palabras, poco demostrativo, frío, orgulloso, intolerante y cerrado totalmente a las relaciones amorosas. Ella tenía 16 años, fanática de varias bandas del mismo género y por sobre todas las cosas, de San Lorenzo de Almagro. A diferencia de él, era tierna, sumamente demostrativa, habladora y bastante sensible.

Una tarde de enero de 2014, sin saber quien era esta joven, la encontró en una red social. No hizo más que presentarle su banda dejando un link de descarga para que pudiese escucharlos. Al ver la notificación, ella accedió... ya que uno de sus hobbies era descubrir bandas nuevas. Escuchó detenidamente y le gustó.

A los pocos días, virtualmente, le llega una invitación a un recital de aquella banda, que por loco que parezca, se presentaría ¡a un barrio de distancia!, por el Oeste de Buenos Aires, el 15 de Marzo. Sin pensarlo, asistió. Allí se vieron por primera vez, aunque ninguno se fijó en el otro. 

Esa misma noche, fueron a un bar amigo, en la zona de Flores, donde tuvieron la oportunidad de brindar un recital acustico. Esta ocasión hizo que él pudiera mostrarse y que a ella, le llamara la atención, no solo por su belleza, sino también, por sus grandes dotes musicales. 

Una semana después, días antes de un nuevo recital de su banda, empezaron a interactuar amistosamente por la red social, y por un comentario, ella se enteró que tenían algo más en común aparte de la música... el equipo de fútbol. Si, él también era hincha de San Lorenzo. Ésta casualidad (o causalidad), hizo que ambos comiencen a interesarse por el otro.

Un viernes 28 de Marzo, se presentaron en un bar de Palermo. "Es mi momento para acercarme personalmente a él", pensaba. Y así fue, después de aquel deleite, partieron todos juntos para otro bar amigo de esa zona. La noche era perfecta para una zapada... el cielo estaba azul y completamente estrellado. Sin darse cuenta, se sentaron uno al lado del otro e intercambiaban comentarios, chistes y hasta cantaban juntos. Esto solo hizo que los dos hayan creado un pequeño vínculo pero nada más pasó.

Al día siguiente, jugaba San Lorenzo y ésto le sirvió de excusa a él para hablarle de forma privada, simplemente para preguntar la hora del partido... pero con alguna que otra intención. Hablaban y se reían, comentaban sobre el juego y de un momento a otro, una invitación se hizo presente, a la que ella sin pensar por segunda vez, dijo que si. 

Hablaban todos los días, días enteros. Él se despertaba más temprano, así que cada vez que ella abría los ojos, lo hacía con un mensaje y ¿A qué mujer en el mundo no le gusta despertarse con un mensaje? ¿No?

AMOR CONDICIONALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora