Parte dos.

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 Pasada la semana, llegó el Domingo. 6 de Abril, para ser exactos, el día que habían pautado para verse. San Lorenzo y el Fernet fueron la coartada perfecta. Él la había invitado a la casa, en el sur de la capital federal. Ella no conocía esa zona, así que se le complicó un poco para llegar pero llegó. Los nervios y la verguenza de ambos se notaban a kilómetros de distancia pero nada que un par de tragos no pudieran remendar. 

El partido empezó. Ella se apasionaba tanto al ver a su equipo jugar que gritaba y se quejaba, él no hacía más que reírse. Después de un rato, el partido se daba por terminado, San Lorenzo había ganado y era un gran motivo para estar de buen humor. Todo iba perfecto y se ponía aún mejor. Fueron a la habitación donde tenía todos sus instrumentos. Aparte del saxo, tocaba el teclado, la guitarra y la armónica, y cantaba. No tenía idea que era tan completo musicalmente, y obvio, más le gustó. Endulzó sus oídos cantándole algunos temas de Salta la Banca, banda favorita de la joven, y entre canciones y sonrisas, llegó el primer beso. Permanecieron un largo rato acostados, charlando hasta que se dieron cuenta que sol ya había desaparecido y ella tenía que volver a su casa. 

Sin sacar la sonrisa de su rostro, ella llegó a su casa y automáticamente, empezó a hablar con el muchacho. Había quedado perpleja por la tarde que había pasado y quiso que volviera a repetirse. Todavía no había terminado ese día, que ya estaban hablando sobre verse nuevamente. 

En la corriente semana, hubo un feriado, el cual fue perfecto para un nuevo encuentro, y con la casualidad de que San Lorenzo volvía a jugar. Todo fue muy parecido a la vez anterior, pero con algunos cambios... ella se iba a quedar a dormir por primera vez, lo que implicaba que debía conocer a sus padres. La situación era un poco incómoda, pero gracias a la buena predisposición de ellos, fue totalmente llevadero y relajante.

Esa misma noche, después de la cena, volvieron a la habitación. La cosa cada vez se ponía más excitante, y así fue como por primera vez, se entregaron el uno al otro. Ese día, ella depositó su confianza y su corazón en manos de él, como nunca antes lo había hecho, jamás pensó que podría llegar a querer a alguien tan rápido, al punto de darle el poder de destruirla pero confiando que no lo haría. 

Después de ese acontecimiento, la confianza y los sentimientos, empezaron a crecer. Era una relación seria, pero sin ningún tipo de título ni etiqueta. De estar una vez por semana, siguieron por dos, tres, y hasta cuatro días juntos, sin separarse, sin cansarse, sin pelearse, riéndose como tontos en todo momento, y acompañándose el uno al otro. Siempre que tenía una presentación, ella estaba ahí, firme, alentándolo con una mirada llena de amor y de orgullo, una sonrisa que nada ni nadie podía borrar, y una felicidad inmensa, al verlo hacer lo que ama. Siempre decía "Pocas cosas me llenan tanto el alma como verlo arriba de un escenario". Más que cualquier persona, sabía la pasión y el entusiasmo que él le ponía, aunque a veces no sonara como quería. Era muy exigente consigo mismo. Y siempre estaba ella para alentarlo a seguir.

AMOR CONDICIONALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora