🍅🌻 -[Día 3]

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Sasuke no puede esconder la felicidad que emana últimamente al sentirse tan rebosante, tan satisfecho... tan joven.

No puede esconder el brillo que sus oscuros ojos obtienen cuando el término de la tarde se acerca y él no consigue apartar la mirada de su reloj de mano. A veces —muchas veces— tiene que aclararse la garganta cuando su voz de pronto se torna demasiado ronca; incluso debe estirarse el cuello de la camisa porque el calor que su cuerpo despide se vuelve insoportable. Afortunadamente, todavía es capaz de mantenerse lo suficientemente cuerdo como para evitar que su hombría se remarque bajo los pantalones; sin embargo, teme que el día en que deje de hacerlo llegue demasiado pronto y sea visto como el peor de los degenerados.

Eso sí. Sus manos pican, pican demasiado; debe apretar los puños con fuerza y enterrarse las uñas en la piel de sus palmas para controlarse. Pero a veces es muy difícil. No comprende cuándo comenzó a sentirse así... o al menos no quiere hacerlo. Porque lo sabe, lo tiene muy presente. Y lo peor de todo es que no puede detener el rumbo de sus pensamientos y recuerdos.

Por supuesto, muchas veces pensó lo peor de sí mismo. Se sintió como un enfermo, un pervertido; creía que los ojos de los demás estaban sobre él, listos para juzgarle, castigarle y recompensarle con la peor de las condenas. Porque la bendita e hipócrita moralidad que cargaba desde su juventud no desaparecía de un día para otro; porque las enseñanzas de sus padres y sus visitas a la iglesia reprobaban sus acciones.

Al menos así fue las primeras veces.

Él no era un hombre que solía buscar el placer ni mucho menos organizar ocasionales encuentros sexuales; usualmente eran las mujeres quienes lo seducían y se atrevían a acercarse para pasar un buen rato. Era un plan de fin de semana cuando estaba demasiado estresado e iba a un bar a beber algo; logró conocer a varias personas, en su mayoría féminas, y hasta se atrevía a decir más que simples monosílabos si la cosa iba bien. Luego dejaba que el alcohol y su libido las llevara a un hotel para satisfacerse mutuamente.

Y estaba conforme con eso. Nunca buscó estabilidad ni formar una familia pese a estar en la edad perfecta para ello; de hecho, sigue creyendo firmemente en que no necesita nada de eso para vivir.

El que ella apareciera en su vida no cambiaba nada en lo absoluto. Sus decisiones estaban tomadas y no iba a dar vuelta atrás; tampoco se imaginaría algo más que no fuera disfrutar lo que el juvenil cuerpo de ella le brindaba. No era un soñador ni mucho menos se inventaba cuentos de hadas donde tendría un final feliz. Sus carnosos labios, su tersa piel, su cálido interior... ¿Para qué pedir más? Estaba muy al tanto que la pasaba bien y eso era lo único que debía importar.

Él no era un hombre que solía buscar el placer ni mucho menos organizar ocasionales encuentros sexuales... Pero se permite hacer excepciones con ella. Se atreve a invitarla él mismo a salir; se aventura a besarla y tocarla más de lo moralmente permitido en la vía pública; se arriesga a ser señalado cuando le susurra al oído que vayan a su apartamento porque se hartó de pagar hoteles y el desayuno que servían en ellos era muy insípido —O al menos eso fue lo que se dijo a sí mismo cuando despertó un día en su propia cama y ella seguía aferrada a su cuerpo. La sensación no se le hizo nada desagradable.

Él no era un hombre que solía buscar a las mujeres para satisfacerse, pero ahora no puede pensar en nada más que no sean los labios ansiosos moviéndose frenéticamente; en las caricias que él reparte bajo la falda de su uniforme; en las tímidas manos de ella que juegan con su cabello. Porque no puede dejar de acercarse a su pequeño y delicado cuerpo; porque no puede ni quiere dejar de ser un adicto a la suave piel que con gusto toca cada día, cada noche.

Porque... simplemente no quiere parar. La estúpida moral se podía ir muy a la mierda. 

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🍅🌻 → [𝑺𝒂𝒔𝒖𝑯𝒊𝒏𝒂 𝑴𝒐𝒏𝒕𝒉 2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora